1. ¡Tú siempre estás en māyā!
2. Cómo ahuyentar perros: «¡Hat!»
3. Yo no quiero una casa. Viviré en una choza simple.
4. No inventen
5. Primer encuentro con Prabhupāda
6. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre cómo ser un dirigente
7. Śrīla Prabhupāda cuenta una historia
8. Personal: Los remanentes de su alimento
9. Ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa
10. ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?
11. Una gota de sándalo sobre el Bhāgavatam
12. Śrīla Prabhupāda cantando bhajanas
13. Éste ya es nuestro aeropuerto
14. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre predicar
15. Śrīla Prabhupāda cuenta historias: Sobre los perezosos
16. Imágenes personales: Su baile
17. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida
18. ¡El mono me robó los zapatos!
19. Casera japonesa
20. Solamente eres un poquito ladrón
21. Madre violenta
22. Esto es muy enojoso para mí
23. Ratha-yātrās en muchos países
24. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la adoración de la Deidad
25. Śrīla Prabhupāda cuenta historias cortas: Cuchilllo o tijeras
26. Más historias cortas: ¡Me he vuelto fantasma!
27. Personal: Prabhupāda y las Deidades
28. Hacer lo que quiere el maestro espiritual
29. Con qué maestría resolvía los problemas
30. Kṛṣṇa con dolor de cabeza
31. La humilde afirmación de Prabhupāda
32. ¿Qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
33. Inteligencia mal utilizada
34. «Yo quiero», eso es complacencia de los sentidos
35. Bhavatāriṇī, la hermana de Śrīla Prabhupāda
36. Śrīla Prabhupāda dijo: sobre la salud y la enfermedad
37. Historias del bufón Gopāla Bhan
38. El bufón Gopāla Bhan disgusta al rey
39. Personal: Su horario normal
40. Predicar significa describir a Kṛṣṇa
41. Intercambios con sus devotos
42. El cometa es un mal presagio
43. Los hindúes solo dan consejos
44. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre un programa de templo equilibrado
45. Śrīla Prabhupāda dijo: Métodos de prédica
46. Tienes que seguir el método
47. La protección para una mujer es el recato
48. La muerte de Sargal Singh
49. Personal: Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
50. ¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!
1. ¡Tú siempre estás en māyā!
Aunque Śrīla Prabhupāda enseñaba a sus discípulos mediante un estímulo constante, también podía enseñarles humillándolos, y así muy rápidamente llevarlos a una mejor autoconciencia. Muchos devotos dan testimonio de esos breves pero poderosos momentos con Śrīla Prabhupāda. En cierta ocasión, en un paseo con Śrīla Prabhupāda por la playa Juhu (Bombay, India) Girirāja describía cómo les había predicado a unos periodistas.
—Sí, eres muy bueno en relaciones públicas—dijo Śrīla Prabhupāda, lo cual hizo que Girirāja se sintiese muy jubiloso. Pero poco después la conversación volvió sobre la humildad. Girirāja dijo que a veces sentía que en realidad no estaba haciendo nada por Kṛṣṇa ni por el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa.
—Eso es bueno —dijo Prabhupāda— Ese sentimiento es humildad.
—Pero a veces —dijo Girirāja— ese sentimiento se convierte en māyā.
Śrīla Prabhupāda dejó de caminar y miró bruscamente a su discípulo. —¿Que se «convierte» en māyā? —exclamó Prabhupāda—. ¡Tú siempre estás en māyā!
Estas palabras golpearon a Girirāja tan fuertemente que de inmediato le ofreció reverencias a Śrīla Prabhupāda. Instantáneamente había entendido su verdadera posición y había conseguido entrever la posición de Śrīla Prabhupāda como su maestro espiritual.
Entrevista con Girirāja Swami
En otra ocasión, Nava-yogendra tuvo una dosis de la misma medicina. Estaba cantando en una habitación con Śrīla Prabhupāda, quien señaló que la bolsa de japa de Nava-yogendra estaba tocando el suelo.
—No, Prabhupāda —replicó Nava-yogendra—, está sobre mi cādar.
—Pero tú has caminado sobre ese cādar --reclamó Prabhupāda—. ¿No tienes respeto por tu bolsa de japa?
Nava-yogendra aceptó la crítica, pero se lo tomó a pecho y empezó a cantar muy fuerte. Entonces Prabhupāda le recalcó: —No cantes tan fuerte—. Y Nava-yogendra empezó a cantar más suave. Pero Prabhupāda dijo: —Cuando cantas no debes molestar al maestro espiritual.
Entrevista con Nava-yogendra dāsa
En los campos próximos al Bhaktivedanta Manor (Inglaterra), durante un paseo de la mañana, Rohiṇī-nandana dāsa recibió un trato parecido. (Era la primera vez que trataba en persona a Śrīla Prabhupāda.) Prabhupāda y los devotos estaban caminando por un estrecho y tortuoso camino campestre, cuando llegaron a un cartel que decía: «Festival de horticultura». Prabhupāda apuntó al cartel con su bastón y preguntó: —¿Qué es horticultura?—. Los devotos dejaron de caminar pero nadie dijo nada, hasta que Rohiṇī-nandana habló desde la parte de atrás del grupo. —Śrīla Prabhupāda —dijo— yo creo que quiere decir un cultivo de verduras, frutas y flores—. Prabhupāda se volvió y miró a Rohiṇī-nandana.
—¿Tú crees? ¡Tú no lo sabes! ¡Tú crees!—. Rohiṇī-nandana, avergonzado, dejó caer su cabeza y se quedó sin palabras, mientras todos los demás se agruparon alrededor, mirando de Rohiṇī-nandana a Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda pegó en la tierra con su bastón y repitió: —¿Tú crees? ¿No lo sabes? Rohiṇī-nandana no tomó la reprimenda a la ligera; sintió que Śrīla Prabhupāda había hecho añicos todo el orgullo de una vida entera de «yo creo».
Entrevista con Rohiṇīnandana dāsa
2. Cómo ahuyentar perros: «¡Hat!»
Muchos devotos vieron a Śrīla Prabhupāda ahuyentar perros grandes y pequeños levantando su bastón de caña y gritando:«¡Hat!». Cuando Nanda-kumāra estaba viajando con Śrīla Prabhupāda, lo vio usar esa técnica en una situación peligrosa, y más tarde tuvo oportunidad de ponerla en práctica por sí mismo.
Mientras Prabhupāda y los devotos paseaban por una playa de California, un gran doberman se les acercó gruñendo y mostrando los dientes. Prabhupāda continuó caminando pacíficamente, pero Nanda-kumāra se paró y, lleno de tensión, se le enfrentó. Este desafío lo único que hizo fue provocar al perro, que cada vez se mostraba más amenazante, hasta que Nanda-kumāra se dio la vuelta y corrió para alcanzar a Prabhupāda. Pero nada más empezar a correr, el doberman lo persiguió, ladrando y a punto de atacar. Repentinamente, antes de que el perro los alcanzase, Prabhupāda se dio la vuelta. De algún modo se agachó apartando los pies, levantó el bastón de caña muy por encima de su cabeza, emitió un sonoro«¡Hat!», y gruñó. Ante todo este despliegue de Śrīla Prabhupāda, el perro se dio la vuelta y se retiró con rapidez de regreso a su casa.
Meses después Nanda-kumāra recordó el método de Prabhupāda y lo probó con un gran mono en Jaipur. Mientras Śrīla Prabhupāda se alojaba en el templo de Rādhā-Govinda en Jaipur, tanto él como el grupo que lo acompañaba eran hostigados por los monos de allí, que les robaban alimentos y ropa. Estos monos, al tiempo que los devotos cocinaban, se descolgaban de los árboles y robaban capātīs del hornillo. Prabhupāda había aconsejado a los devotos que mantuviesen una actitud neutral hacia las travesuras de los monos. Pero, una vez, estando con los devotos en la habitación de Prabhupāda, Nanda-kumāra oyó a un mono golpeteando la puerta de la cocina. Al momento, recordó la técnica que Prabhupāda había usado con el gran doberman en la playa, y decidió practicarla con el mono que estaba robando. Dispensándose silenciosamente, salió de la habitación, tomó una porra que estaba fuera de la habitación de Prabhupāda y caminó hacia un gran mono gris, que justo en ese momento, estaba abriendo la puerta de la cocina. Nanda-kumāra levantó la porra por encima de su cabeza, se agachó y gruñó. Pero el mono, que tenía unos bíceps notoriamente grandes, gruñó a su vez, y —mostrando los dientes— se abalanzó contra él. Nanda-kumāra se dio la vuelta y corrió de nuevo a la habitación de Prabhupāda, cerrando violentamente la puerta. Prabhupāda había visto todo el incidente por la ventana, y se echó a reír:
—¡Tú no sabes cómo funciona!
Nanda-kumāra se sentó, azorado. Su imitación había fallado. —Prabhupāda —dijo—, usted tiene una potencia especial.
Entrevista con Nanda-kumāra dāsa
3. Yo no quiero una casa. Viviré en una simple choza.
En 1971, cuando el proyecto de ISKCON en Māyāpura atravesaba sus fases iniciales, Prabhupāda se reunió con un grupo de devotos arquitectos para concretar los planos de los primeros edificios. En estos planos se incluía un edificio residencial para Śrīla Prabhupāda, que a los devotos les proporcionaba placer especial el comentar: sería un hogar maravilloso para su maestro espiritual. Śrīla Prabhupāda había estado también de acuerdo en que la residencia del maestro espiritual debía construirse incluso antes de la construcción del magnífico templo de Rādhā-Kṛṣṇa. Pero, una vez que fueron ante Prabhupāda para hablar de su residencia, se quedaron sorprendidos al descubrir que a él no le interesaba.
—No necesito una casa —dijo Prabhupāda. Los devotos estaban desconcertados.
—Pero... en todo momento ha formado parte de los planos.
Él repitió: —Yo no quiero una casa.
—Pero usted tendrá que vivir en alguna parte.
—Viviré en una simple choza.
Los arquitectos salieron de esta conversación confundidos. ¿Cómo construir la ciudad de Māyāpura sin un lugar para Śrīla Prabhupāda? Pero tras deliberar entre ellos, se dieron cuenta de que el defecto estaba en cómo habían presentado la idea a Śrīla Prabhupāda. De modo que regresaron y lo intentaron de nuevo.
—Śrīla Prabhupāda, Māyāpura es el lugar más importante de nuestro movimiento, y aquí la gente debe aprender a adorar al guru. Nos gustaría mostrarle los planes para el edificio que será su residencia. De esta manera, construyéndole un buen lugar, será honrada la sampradāya vaiṣṇava en su totalidad.
—Sí, es verdad —accedió Prabhupāda, y las conversaciones sobre su residencia siguieron de modo positivo. Mientras las discusiones trataban acerca de si a Prabhupāda le gustaría una gran casa, él no había mostrado entusiasmo. Pero cuando se le presentó el plan como un servicio a Kṛṣṇa, el interés de Prabhupāda fue intenso.
Entrevista con Nara-Nārāyaṇa dāsa
4. No inventen
Śrīla Prabhupāda percibió síntomas de prākṛta-sahajiyā (la tendencia de abaratar la práctica del servicio devocional y de imitar las comprensiones íntimas de devotos muy avanzados) en uno de sus discípulos artistas, y antes de que fuera a más le previno del peligro.
En Vṛndāvana ocurrió que el artista llevó un boceto ante Śrīla Prabhupāda para que lo aprobase antes de empezar en serio la pintura.
Lo primero que Śrīla Prabhupāda observó fue:
—¿Son Śiva y Pārvatī?
—No, Śrīla Prabhupāda, se trata de Rādhā-Kṛṣṇa.
—Representan demasiada edad —dijo Śrīla Prabhupāda—. No tienen que mostrar más de dieciséis años, la flor de la juventud.
El artista se puso a pintar de nuevo y rehizo el boceto. Pero cuando Śrīla Prabhupāda lo vio por segunda vez, otra vez dijo que la pareja aparentaba demasiada edad. Entonces mostró a su discípulo, sobre un pupitre, una fotografía de Rādhā-Govinda, las Deidades del templo de Calcuta, y dijo: —Tienes que pintarlos como aquí. Kṛṣṇa es un dulce adolescente.
Por tercera vez el artista trazó el boceto, y de nuevo lo mostró a Śrīla Prabhupāda. Śrīla Prabhupāda seguía sin mostrar entusiasmo. Pero como expresamente no prohibió el trabajo, el artista entendió que tenía su permiso y empezó la obra en un gran lienzo. Tras semanas de trabajo, llevó su opus ante Śrīla Prabhupāda. La pintura mostraba a Rādhā y Kṛṣṇa en un columpio. Kṛṣṇa levantaba el velo de Rādhārāṇī y miraba Su rostro de un modo muy íntimo, conyugal. Los elementos más tradicionales de Rādhā y Kṛṣṇa juntos, que aparecían en los bosquejos preliminares del artista, habían evolucionado a una escena imaginada por el artista.
—Esto es un invento —dijo Śrīla Prabhupāda. A pesar de todo el esfuerzo que el artista había puesto en la obra, Śrīla Prabhupāda no podía pasar por alto los sentimientos en un tema tan importante, lleno de responsabilidad, como el retrato de Rādhā y Kṛṣṇa. Mostrando su orgullo herido, el artista se llevó la pintura y no preguntó más sobre qué estaba mal o qué debía hacer para rectificar.
En otra ocasión, en Māyāpura, Prabhupāda alertó al mismo artista de que su expresión espontánea no era aprobada. Mientras pintaba grandes retratos del Caitanya-caritāmṛta en el muro que rodea ISKCON-Māyāpura, el artista había creado un verso original suyo en bengalí y lo había pintado como un gran rótulo. Cuando Śrīla Prabhupāda se dio cuenta durante un paseo matutino, se molestó.
—No deberías haberte atrevido —dijo. El verso empleaba una metáfora alabando al Señor Caitanya y al Señor Nityānanda. Prabhupāda dijo que el sentimiento no era malo, aunque el bengalí no era perfecto pero la objeción principal era que su discípulo se había atrevido a poner su propio verso en el muro, antes que uno que nos hubieran legado los ācāryasanteriores, como Narottama dāsa Ṭhākura. Śrīla Prabhupāda llegó incluso a mencionar el incidente en la clase deBhāgavatam de esa mañana.
—No inventen —dijo—. La tendencia sahajiyā es a tomarlo todo barato. No hagan eso —dijo Prabhupāda— o se volveránsahajiyās y todo se arruinará.
Entrevista con Ānakadundubhi dāsa
Este incidente tuvo una continuación desastrosa pero instructiva. Aunque los avisos de Prabhupāda habían señalado peligro en el comportamiento del discípulo, el devoto artista se desvió de las instrucciones de Prabhupāda y se hizo discípulo de un bābājī de Vṛndāvana.
5. Primer encuentro con Prabhupāda
Cuando Prabhupāda vivía en Los Ángeles en 1969, recibió una carta de un pariente que le notificaba la muerte de uno de sus hermanos. Prabhupāda recibió esta información en presencia de algunos devotos y les informó: —Acabo de recibir esta carta que dice que mi hermano ha muerto. Antes de esto, mi otro hermano murió. Estos dos hermanos eran muy buenos. Querían vivir vidas largas y llenas de salud, pero no se preocuparon tanto por la conciencia de Kṛṣṇa. En cambio mi hermana y yo —Prabhupāda dejó ver una calmada risa— no queríamos vivir vidas largas, plenas de salud. Sólo queríamos hacer algún servicio y que, cuando Kṛṣṇa así lo quisiese, nos llevase con Él. Pero ahora veo que mis dos hermanos están muertos, y mi hermana y yo estamos viviendo vidas largas y felices.
Entrevista con Nandarāṇī-devī dāsī
Al depender de Kṛṣṇa, Prabhupāda no obtuvo solamente una larga vida, sino todo material y espiritualmente hablando, lo cual los miembros de su familia no pudieron conseguir nunca a pesar de todos sus esfuerzos en el mundo material.
Śrīla Prabhupāda era muy afectuoso con el Sr. Panilal Pithi, un amigo de Hyderabad. En cierta ocasión, el Sr. Pithi fue a Bombay y visitó inesperadamente a Prabhupāda. Prabhupāda acababa de empezar su almuerzo. Pero estaba contento de ver a su amigo, y le pidió que se sentara y almorzase con él. Prabhupāda le dijo a su cocinera, Pālikā, que preparase un plato para el Sr. Pithi. Ella se quedó mirando a Śrīla Prabhupāda en silencio, porque difícilmente iba a tener algo más de alimento como para servir a otra persona. Pero Prabhupāda siguió mirándola, y de nuevo le pidió que sirviera un plato extra. Pālikā vino con lo mejor que pudo preparar para el Sr. Pithi. Éste entonces se levantó para ir a otra habitación a lavarse las manos. Pero tan pronto como dejó la sala, Śrīla Prabhupāda, con la actitud de un niño, disimuladamente, tomó el cuenco de yogur de su plato y, muy rápido, lo puso en el del Sr. Pithi antes de que éste tuviera tiempo de regresar y ver.
Entrevista con Pālikā-devī dāsī
Subhaga, el discípulo de Prabhupāda, relata su primer encuentro con su maestro espiritual. Prabhupāda lo vio en la sala del templo y le preguntó su nombre. Subhaga le contestó con unas palabras en bengalí.
—Oh, ¿eres bengalí? —dijo Prabhupāda—. Ven a mi habitación.
Subhaga siguió a Śrīla Prabhupāda cuando entró en su habitación. Allí, Prabhupāda empezó a cambiarse de ropa. Sin dejar nunca de tener el cuerpo cubierto, se quitó el dhotī mientras se ponía su gāmchā preparándose para el masaje. Prabhupāda continuó hablando afectuosamente, preguntando a Subhaga sobre su vida. Subhaga empezó a sentir que estaba hablando con un pariente familiar cercano y querido, un abuelo afectuoso y respetado. Era como si hubiera conocido a Śrīla Prabhupāda desde mucho antes, aunque llevaba en compañía de Prabhupāda sólo un momento. Mientras el sirviente de Prabhupāda se ponía de rodillas detrás de Prabhupāda y empezaba a masajear su cabeza, Prabhupāda empezó a explicar la conciencia de Kṛṣṇa al recién llegado.
Entrevista con Subhaga dāsa
6. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre cómo ser un dirigente
Prabhupāda aconsejó que los que son líderes en ISKCON tienen que saber como encauzar a los hombres sin romperlos o enojarlos. Después de todo —dijo— todo es servicio voluntario.
Satsvarūpa dāsa Goswami
George Harrison una vez dijo: —En el futuro, ISKCON será tan grande que necesitará de una administración ejecutiva profesional.
Prabhupāda contestó: —He dividido el mundo en zonas y representantes. Mientras sigan los principios espirituales, Kṛṣṇa los ayudará.
Satsvarūpa dāsa Goswami
Un discípulo que tenía responsabilidades directivas se acercó a Prabhupāda y le expresó su deseo de irse de la India. Prabhupāda le pidió que se quedara, pero el devoto estaba resuelto a irse, y al final Prabhupāda se lo concedió. Pero en un momento de la conversación, Prabhupāda dijo: —Tú puedes renunciar a la administración. Yo no. Yo me tengo que quedar a dirigir.
Entrevista con Girirāja Swami
Una vez, visitando Boston, Śrīla Prabhupāda tuvo una reunión con sus trabajadores de la imprenta de ISKCON. Satsvarūpa se quejó a Prabhupāda de que tenía tantos deberes en el templo que se distraía intentando hacerlos todos y al mismo tiempo también el trabajo de impresión. Prabhupāda dijo: —Administración real quiere decir delegar en otros. Aquí tienes muchos devotos responsables, así que puedes delegar responsabilidad en ellos.
Satsvarūpa dāsa Goswami, memorias
Subiendo las escaleras una mañana en Māyāpura, Prabhupāda empezó a felicitar a Bhavānanda. —Eres un buen dirigente porque mantienes las cosas limpias. Si lo puedes mantener todo limpio, es que eres un buen dirigente. Esto es todo lo que hay que saber sobre el tema—. Subiendo las escaleras, Prabhupāda pudo ver que todo estaba limpio y brillante: los muros, las escenas pictóricas de los muros, los pisos de mármol, todo estaba limpio. Pero cuando llegaron a la azotea, en una esquina Śrīla Prabhupāda descubrió polvo y un trozo de papel y empezó a criticar a todos por descuidados.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
En la India ocurrió que Prabhupāda se había reunido con sus discípulos más antiguos: Girirāja, Brahmānanda y Bhagavān. —Ustedes son la esperanza de futuro para el mundo —dijo Śrīla Prabhupāda y empezó a instruirlos sobre la importancia de una dirección atenta. —Tal como la corporación American Express —dijo—. ¿Qué han hecho? Nada más que manejar trozos de papel, y por esos trozos de papel, tienes que pagar tu buen dinero. ¿Pero qué han hecho en realidad? En realidad no han hecho nada. No es más que una cuestión administrativa. Les pagas algún dinero y ellos te dan un pedazo de papel, y si pierdes ese pedazo de papel, te dicen: «No se preocupe, le daremos otro pedazo de papel». Eso es organización. Sin servirse de nada más que de la administración, han hecho millones de dólares.
Entrevista con Girirāja Swami
En la época en que Abhirāma dāsa presidía el templo de Calcuta, un día se presentó ante Śrīla Prabhupāda y le expuso que atravesaba dificultades en su matrimonio. Prabhupāda le preguntó cuál era la dificultad. —Ella quiere que me ocupe más como pūjārī y en cantar, y menos en cuestiones administrativas.
Śrīla Prabhupāda replicó: —A ella le falta inteligencia. Administrar es una actividad espiritual. Tal como Arjuna, que se ocupó en luchar.
Entrevista con Abhirāma dāsa
No hay diferencia entre cantar Hare Kṛṣṇa, hacer saṅkīrtana o llevar a cabo el trabajo que se nos ha asignado en conciencia de Kṛṣṇa. A veces estamos muy ocupados en algúna labor administrativa o de oficina, pero Śrī Caitanya nos promete que, debido a que en Kali-yuga esto es algo necesario para poder cumplir con la misión de prédica, Él nos asegura que no seremos enredados por tales actividades. Cuando haya que hacer un trabajo, primero hazlo, y luego canta. Pero, como mínimo, debes completar al menos 16 rondas diarias. Si hace falta, duerme menos, pero tienes que completar tu número mínimo de rondas.
Carta a Kīrtirāja dāsa (2 enero 1972)
7. Śrīla Prabhupāda cuenta una historia
Śrīla Prabhupāda, al hablar, podía valerse de un amplio repertorio de historias tradicionales y aplicarlas de modos diferentes. El modo en que usa la historia del brāhmaṇa que perdió su casta es muy ilustrativa al respecto.
Hay una costumbre en la India que establece que los hindúes no pueden nunca comer en casa de un musulmán o de un cristiano o de cualquier otro que no sea un brāhmaṇa hindú. Pero había un brāhmaṇa que tenía mucha hambre y se acercó a un conocido, del cual no sabía mucho, y le pidió algo de comer. El hombre le dio al brāhmaṇa un poquito de alimento, pero no bastó para saciar su hambre. Cuando el brāhmaṇa pidió más comida, el hombre dijo que lo sentía pero que no tenía más.
—Oh —dijo el brāhmaṇa disgustado. Y preguntó: —Señor, ¿a qué casta pertenece usted?
El hombre contestó: —Soy musulmán.
Entonces el brāhmaṇa hambriento se lamentó: —¡Oh, he perdido mi casta y me he quedado con hambre!
En cierta ocasión Śrīla Prabhupāda le contó esta historia a una devota artista. Ella le había sugerido que le vendría bien perfeccionar su técnica artística pintando y vendiendo pinturas no devocionales, y así —tras adquirir talento y fama— podría pintar mejor para Kṛṣṇa. Śrīla Prabhupāda le dijo que convertirse en una artista de renombre le llevaría mucho tiempo, pero que el devoto tiene poco tiempo, y lo usa sólo para servir a Kṛṣṇa. Y en cuanto a fama —dijo Prabhupāda— de acuerdo al Caitanya-caritāmṛta un hombre es famoso si es reconocido como un gran devoto de Kṛṣṇa. Si ella insistía en volverse una gran artista, le ocurriría como albrāhmaṇa que perdió su casta y no consiguió llenar su estómago.
Carta a Jadurāṇī-devī dāsī (13 abril 1968)
Prabhupāda aplicó la misma historia en otra ocasión, cuando un devoto, por sugerencia suya, intentó obtener para Prabhupāda un puesto de enseñanza en un colegio universitario. El sueldo que le ofrecían era muy bajo y Prabhupāda lo rechazó. El devoto entonces pensó que, al haberle hecho semejante propuesta a Prabhupāda, lo había insultado. Prabhupāda volvió a escribirle, asegurándole que no había ofensa, pero que la oferta no tenía sentido. Le contó la historia de la casta del brāhmaṇa, y le comentó: —La idea es que si tenemos que pedir algún servicio, tiene que haber una remuneración apropiada. Pensé que, como me hace falta algún dinero para el BBT (el Fondo Editorial Bhaktivedanta), podría colectar algo de esa manera, pero esto no satisface mi hambre. Olvida el incidente.
Carta a Haṁsadūta dāsa (7 diciembre 1968)
8. Personal: Los remanentes de su alimento
Sus reliquias personales
Una vez, después de que fue rapado por su sirviente, Prabhupāda advirtió que éste se guardaba diminutos mechones de cabello gris. —¿Qué haces con eso? —le preguntó. El sirviente le contestó que los guardaba como remanentes. Prabhupāda dijo: —Eso es muci [sucio]. El pelo es muci—. Cuando el sirviente insistió en que los discípulos lo adoraban, Prabhupāda se rió y dijo: —Está bien.
Cuando recibía como regalo suéteres extra, los conservaba durante un rato en sus envoltorios y después, personalmente, los regalaba. Regaló anillos de oro, dando, en cierta ocasión, uno a su sirviente y otro a la esposa de éste cuando se casaron. Usaba relojes y bolsas de japa, y luego los regalaba. Poco a poco lo iba dando todo, y siempre recibió más. Lo que le diésemos lo convertía en su caridad para los demás, mientras los artículos de uso personal que tenía eran muy pocos.
Los remanentes de su alimento
Le gustaba dar prasāda de su propia mano, y a todos les gustaba recibirlo. No era alimento sin más; incluía las bendiciones del bhakti, la esencia del servicio devocional. Śrīla Prabhupāda daba prasāda feliz, calmadamente y sin discriminación. Cuando lo daba a los niños, estos apreciaban su sabor dulce, en forma de galletas o pasteles, pero también les gustaba como un trato especial de Prabhupāda, que se sentaba en el vyāsāsana inclinándose hacia ellos. A las madres les gustaba porque era una infrecuente oportunidad de acercarse y extender sus manos ante Prabhupāda. Se sentían satisfechas y castas. Y los fornidos hombres se adelantaban mirando como niños, a veces forcejeando unos con otros para conseguir la misericordia de Prabhupāda. Para Prabhupāda, esto era serio e importante, y solía supervisarlo personalmente, asegurándose siempre de que hubiese preparado un gran plato para que él lo distribuyera. En el Śrīmad-Bhāgavatamescribió: «Un sacrificio védico no está completo sin distribución de prasāda». Aunque hoy día la distribución de prasāda en el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa se hace a gran escala, tal como Prabhupāda lo deseaba, todo empezó de su propia mano, cuando él lo repartía pieza a pieza. «Vengan —decía— tomen prasāda». El afortunado receptor debía extender su mano derecha, la palma hacia arriba, y Prabhupāda le entregaba, a él o a ella, una porción de comida. Esto satisfacía completamente la mente, el cuerpo y el alma. Seleccionando las piezas del plato con sus hábiles manos y sus finos dedos, las repartía. En Bombay y Bhubaneswara, él sabía que los niños venían más que nada porque sus barrigas estaban hambrientas, y también tomó medidas para distribuir miles de platos llenos de kichrī en Māyāpura. En Estados Unidos introdujo deliciosas «fiestas del amor», enseñando a los occidentales el arte de cocinar y comer. De este modo, toda la distribución de prasāda se remonta al simple acto iniciado por Śrīla Prabhupāda de ofrecer sus remanentes. Ningún invitado podía dejar su habitación sin prasāda, incluso un espectador hostil. —Acérquese, por favor, tome.
Satsvarūpa dāsa Goswami
9. Ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa
Mientras viajaba en un tren por India, Prabhupāda pidió samosās, y los devotos compraron un bolsa llena. Una de las devotas empezó entonces a prepararlo todo para ofrecer el alimento como prasāda para Prabhupāda y los devotos. En presencia de Prabhupāda, ella se levantó y empezó a preparar un lugar para ofrecer. Extendió una tela y puso en ella una imagen de Kṛṣṇa, tomó un plato y se dispuso a preparar una ofrenda. Prabhupāda estaba mirando, pero antes de que hubiese situado el plato en el improvisado altar, la detuvo:
—No es adecuado ofrecer así frente a toda esta gente.
Prabhupāda citó un verso en sánscrito cuyo comienzo era dravya-mūlena śudhyati: cuando se paga el precio de algo, incluso si la fuente de donde viene no es pura, puede ser ofrecido a Kṛṣṇa. También afirmó que, a veces, en circunstancias difíciles, un devoto puede tener que ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa, siempre y cuando no se trate de alimento prohibido.
Entrevista con Mahāṁśa Swami
La referencia al verso dravya-mūlena śudhyati también se encuentra en una carta a Brahmānanda dāsa (10 octubre 1968).
Estando en Teherán (Irán), Prabhupāda mostró parecida flexibilidad de acuerdo a tiempo y lugar. El secretario de Prabhupāda se había dado cuenta de que los devotos conservaban las verduras en el congelador. El secretario les dijo a los devotos que debían tirar todo aquello inmediatamente. Dijo que era una actitud ofensiva hacia el guru ofrecerle verduras que no estuviesen frescas, y que no entendían las instrucciones de Prabhupāda. —No saben lo furioso que se pondría —dijo el secretario— si viese estas verduras congeladas. ¡E incluso se las están dando para comer!
Nandarāṇī, que vivía en Teherán con su esposo Dayānanda, se afligió, porque usaba las verduras congeladas para cocinar a los invitados en sus cenas de prédica tres noches por semana. Fue a ver a Prabhupāda para preguntarle qué hacer. En aquel momento, ya su secretario había informado a Prabhupāda de las verduras congeladas.
—¿Por qué usas verduras congeladas? —preguntó.
—Porque celebramos cenas —contestó ella—, y tenemos que darles algo de comer. Esas cenas son nuestra única prédica en este país. Si no les podemos dar prasāda estamos prácticamente acabados.
—Está bien —dijo Śrīla Prabhupāda—. ¿No puedes conseguir otras verduras?
—No, Śrīla Prabhupāda, aquí no hay manera de conseguir nada. Quizá les podamos poner unas papas.
—Entonces está bien —dijo Prabhupāda—. Usa verduras congeladas. Es parte de nuestro saṅkīrtana.
[sin referencia]
10. ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?
Según un verso del Bhāgavatam, incluso el más breve contacto con un devoto puro puede hacer que la persona alcance la más elevada perfección de la vida humana. Śrīla Prabhupāda liberó de la ilusión a muchas almas condicionadas, a veces con una simple mirada misericordiosa. Para la persona que recibía su bendición, estos momentos se experimentaban de una manera muy personal e individual; con todo, Śrīla Prabhupāda era capaz de dar sus bendiciones incluso mientras atendía a muchas personas a la vez.
Jaya Mādhava dāsa estaba de pie entre una multitud de devotos mientras Prabhupāda subía a un coche. Al Prabhupāda mirar desde el asiento de atrás a los devotos, Jaya Mādhava sintió que la mirada de Prabhupāda caía sobre él. Fue como si Prabhupāda le estuviese diciendo: «¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?». Ese intercambio fue una experiencia profundamente seria.
Entrevista con Jaya Mādhava dāsa
Otro devoto, Raṇcora dāsa, llevaba practicando conciencia de Kṛṣṇa varios años bajo la dirección de Śrīla Prabhupāda, pero en una determinada visita de Śrīla Prabhupāda a Londres, Raṇcora recibió un inolvidable impulso gracias a un breve pero profundo intercambio personal con su maestro espiritual. Se encontraba entre los muchos reunidos en la sala del templo. Al final de la clase, Raṇcora hizo una pregunta a Prabhupāda: —Cuando uno es iniciado por el maestro espiritual, ¿todo el karma se lo lleva él?... Incluso en el caso de que siga cometiendo actividades pecaminosas, ¿todo el sufrimiento que tendría que recibir uno se lo lleva él?
Prabhupāda contestó de un modo aplastante: —Tú lo único que tienes que hacer es dejarte guiar por tu maestro espiritual.
Estas palabras de Śrīla Prabhupāda entraron al corazón del discípulo, y su mirada le cortó todo impersonalismo.
Entrevista con Raṇcora dāsa
Lo mismo experimentaron muchos devotos, un momento, una ocasión con Śrīla Prabhupāda en que entendieron su relación eterna con él y en el que se regocijaron al saberlo. Durante una caminata matutina en los campos próximos a Bhaktivedanta Manor (Inglaterra), Prabhupāda hablaba a un grupo de discípulos. Sākṣī-gopāla dāsa estaba entre ellos, y recibió una comprensión especial. Prabhupāda explicaba cómo cada humilde criatura del universo recibía de Kṛṣṇa una pequeña dosis de Su propio poder místico, acintya-śakti. Prabhupāda explicó que las ranas pueden respirar bajo tierra, los árboles pueden comer con los pies, y la hierba puede soportar pisotones que los humanos no podrían. En ese punto, Prabhupāda empezó a criticar y a reírse de los científicos y su limitada visión. Por esta risa contagiosa, también los devotos empezaron a reír. Durante un momento, Prabhupāda miró directamente a Sākṣī-gopāla, a quien le pareció que el universo entero se reía con Prabhupāda de la estupidez de los engreídos materialistas. De este modo, otro discípulo se encontró repentinamente con Prabhupāda como por primera vez y se sintió inolvidablemente agradecido y convencido. Esto no le ocurrió solamente a uno o dos, sino que prácticamente cada discípulo lo supo y lo entendió de diferentes maneras.
Valiéndose de sus instrucciones, sus libros, su misión y de otros devotos, Prabhupāda constantemente evocaba la conciencia de la relación eterna del discípulo con el guru y Kṛṣṇa. Tras la desaparición de Prabhupāda, es posible tener su compañía del mismo modo, siempre y cuando el seguidor sea sumiso. Podemos verlo en la respuesta que Prabhupāda dio a un devoto cuando éste le preguntó si el maestro espiritual estaba en el corazón del discípulo:
—Sí, si me dejas entrar.
Entrevista con Sākṣī-gopāla dāsa
11. Una gota de sándalo sobre el Bhāgavatam
Mientras vivía en Māyāpura, la rutina de Śrīla Prabhupāda era interrumpida por visitas y noticias de los varios frentes de su campaña mundial contra māyā. Momentos particularmente bienvenidos se daban cuando Prabhupāda recibía copias por adelantado de sus libros. Pero, cuando recibió una copia del tercer volumen del Sexto Canto del Śrīmad-Bhāgavatam con su cubierta ilustrando a Śrī Saṅkarṣaṇa recibiendo adoración de Citraketu y los cuatro Kumāras, Prabhupāda la miró sólo brevemente y después siguió con su rutina. Subió a la azotea, donde se sentó al sol en una esterilla de paja. Su sirviente le dio masaje allí con aceite de mostaza; después Prabhupāda se bañó, tomó prasāda y descansó durante una hora en su habitación del piso superior. Siguiendo su hábito regular, bajó de su habitación a la azotea a las cuatro de la tarde, y recibió invitados en la sala de estar principal, en el segundo piso.
Änakadundubhi dāsa tenía un pequeño papel que jugar en la rutina diaria de Śrīla Prabhupāda, ya que cada tarde llevaba una guirnalda fresca de flores y aplicaba pasta de sándalo en la frente de Prabhupāda. El día que llegó el Sexto Canto del Bhāgavatam, Prabhupāda lo tomó de nuevo cuando bajó a su habitación. Mientras su discípulo esperaba de pie con la guirnalda y la pasta de sándalo, Prabhupāda empezó a examinar el libro como solía hacerlo, mirando primero las ilustraciones. Prabhupāda de pronto se percató de Anakadundubhi y le indicó con una mirada que podía acercarse y ponerle la guirnalda y la pasta. Y Prabhupāda continuó mirando el libro.
—¿Quién ha pintado esto? —preguntó Prabhupāda al ver la pintura de Śrī Saṅkarṣaṇa.
—Ésa la hizo Parīkṣit —dijo Anakadundubhi, que por encima del hombro de Prabhupāda miraba el libro abierto en sus manos. Prabhupāda entonces pasó la página. Una lámina reproducía a Mahā-Viṣṇu descansando en el Océano Causal, manifestando todos los universos de Su gigantesca forma.
—Y ésta ¿quién la pintó? —preguntó Prabhupāda.
—Ésa es de Raṇcora dāsa —dijo Anakadundubhi. Prabhupāda empezó entonces a citar de la Brahma-saṁhitā:
yasyaika-niśvasita kālam athāvalambya
jīvanti loma-vilajā jagad-aṇḍa-nāthāḥ
viṣṇur mahān sa iha yasya kalā-viśeṣo
govindam ādi-puruṣaṁ tam ahaṁ bhajāmi
Prabhupāda iba a pasar a la siguiente ilustración, cuando de improviso de su frente cayó una gota de pasta de sándalo en la página del Bhāgavatam. Anakadundubhi quedó espantado, esperando que Prabhupāda lo reprendiese por haber hecho la pasta tan diluida que había goteado en el libro. Pero Prabhupāda sólo la tocó con la uña del pulgar y preguntó: —¿Qué es esto?—. Anakadundubhi le explicó, pero Prabhupāda no dijo nada. Comúnmente, la pasta demasiado líquida hubiera sido bastante para provocar una palabra de reprimenda de Śrīla Prabhupāda, pero él estaba tan embebido en el Bhāgavatam que continuó su examen del libro, pasando por alto la mancha de sándalo que ahora adornaba la página.
Entrevista con Anakadundubhi dāsa
Un lector podría preguntar: «¿Qué sentido tiene esta anécdota?». El punto puede establecerse de la siguiente manera: Śrīla Prabhupāda estaba tan absorto en apreciar el volumen recién publicado delBhāgavatam que disculpó una discrepancia provocada por su sirviente, y disculpó también que el libro hubiera sido manchado; es un retrato de Prabhupāda en concentración extática. Pero, buscando justificar esta y otras anécdotas, me gustaría decir que el verdadero punto de la anécdota es su atractivo y el hecho de que nos da una imagen de la vida de Prabhupāda. Todo lo que nos permita introducirnos íntimamente en la presencia de Prabhupāda es de por sí completamente digno de ser oído; el mandamiento védico se mezcla con la presentación personal de Prabhupāda del mandamiento. En otras palabras, él corporifica el mandamiento védico con su propia actividad. Investigando en la literatura inglesa para encontrar precedentes de libros de anécdotas, encontré un interesante ensayo: Disertación sobre las Anécdotas de Isaac D’Israeli, un autor del siglo dieciocho. Su apreciación de la fuerza única de la anécdotas puede aplicarse perfectamente en el caso de los pasatiempos de Prabhupāda. D’Israeli escribe que aunque es posible que a veces los escritores de anécdotas relaten incidentes demasiado diminutos y triviales al describir a una persona histórica, si la persona es realmente grande, incluso muchos de sus mínimos actos son siempre muy iluminativos y dignos de atención.
«Por mi parte —escribe— estaré encantado de disponer de una buena vida de Homero, o Platón, Horacio o Virgilio, y sus iguales. En estos casos los detalles más pequeños no dejarán de interesarme». (Sin embargo dice que no está interesado ni siquiera en los hechos más importantes de las vidas de personas que en realidad carecen de grandeza.) En nuestro caso, escribiendo de Śrīla Prabhupāda, confiamos en que su estatura es de las más altas, ya sea considerado humana o espiritualmente, y de esta manera, debemos confiar que si contamos bien cualquier anécdota sobre Prabhupāda, esta será valiosa. Ya he dicho en el prefacio a la primera parte, sin embargo, que tales consideraciones de etiqueta deben aplicarse al describir al maestro espiritual. Y cuando he seguido adelante y he contado una anécdota que posiblemente esté mal construida, he intentado explicarla más completamente en estas notas. Antes de dejar el discurso de D’Israeli sobre las anécdotas, me gustaría exponer un poco más de sus citas para ayudarnos a apreciar más el beneficio de leer sobre Prabhupāda valiéndonos del medio anecdótico. Aunque estas reflexiones de un hombre de letras del siglo dieciocho no tenían la intención de referirse exclusivamente a las descripciones de un devoto puro del Señor, podemos felizmente valernos de ellas si a la hora de meditar pensamos en las anécdotas sobre Śrīla Prabhupāda.
«Un lector inteligente descubre frecuentemente (gracias a las anécdotas) trazos que parecían ocultos. No percibe estos toques casi imperceptibles en los amplios lienzos de la historia, sino en esos retratitos que a veces llegan a la posteridad. Adquiere más conocimiento de los individuos por medio de memorias que por la historia. En la historia hay majestuosidad, que nos mantiene distantes de los grandes hombres; en las memorias hay familiaridad, que nos invita a acercarnos a ellos. En la historia nos vemos sólo como uno que se añade a la multitud para verlos pasar; en las memorias somos como espías ocultos que se detienen en cada detallito y toman nota de cada pequeña expresión. Una anécdota bien elegida frecuentemente revela un carácter más felizmente que una elaborada delineación, tal como una simple ojeada a veces nos descubrirá lo que, a plena luz, se nos había escapado.
Por eso, no podemos acumular un número demasiado grande de tales hechos pequeños. Sólo mentes irreflexivas se lamentan de que recojamos tantas anécdotas. ¿Por qué el conocimiento humano es imperfecto, y no dispone de años suficientes para permitirnos estudiar la infinita naturaleza? La naturaleza humana, como una gran máquina, no se puede entender mirando su superficie, sino adentrándonos en sus diminutos resortes y ruedecitas. Que no se nos diga más que las anécdotas son objetos pequeños para mentes pequeñas».
12. Śrīla Prabhupāda cantando bhajanas
Siendo Hṛdayānanda Goswami el secretario de Prabhupāda en Māyāpura, se complacía en ver cómo a Prabhupāda le gustaba oírse cantando bhajanas en el cassette. Incluso mientras trabajaba, Prabhupāda ponía una cinta, y cuando la reproducción terminaba, pedía que pusiesen de nuevo la otra cara. Un día, muy jovial de humor mientras se escuchaba cantando haraye namaḥ kṛṣṇa, que llevaba un acompañamiento completo de armonio, mṛdaṅga y karatālas, y un fuerte ritmo, Prabhupāda empezó a hablar: —No tienen más que ir a cualquier parte, poner esta cinta y bailar—. Hizo un gesto moviendo las manos para mostrar cómo deben bailar los devotos: —Vayan por todo el mundo haciendo esto y la gente se verá tan atraída que harán un millón de dólares.
Como secretario del GBC responsable de Sudamérica, Hṛdayānanda Goswami casi siempre servía a Śrīla Prabhupāda sintiendo un humor de separación, pues trabajaba y viajaba constantemente para servir la causa de Prabhupāda. Pero, a menudo, realzaba su recuerdo de Śrīla Prabhupāda haciendo sonar las cintas de Śrīla Prabhupāda en todo lugar al que iba. Sirviendo en la distancia, se sentía intensamente próximo a Śrīla Prabhupāda, tanto o más que cuando estaba personalmente con él. A la noche, por muy tarde que fuese, tras cumplir todas las exigencias de viajar, predicar y administrar, Hṛdayānanda Goswami ponía una cinta de Śrīla Prabhupāda cantando y tocando el armonio, y a medida que en sus oídos entraba el trascendental sonido, Hṛdayānanda sentía cómo incrementaban todavía más los sentimientos de reciprocidad amorosa con Śrīla Prabhupāda. De esta manera, vāṇī (servicio a la orden de Śrīla Prabhupāda), realzaba vapu (servicio a la forma personal del maestro espiritual). Y al revés, vapu realzaba vāṇī.
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
13. Éste ya es nuestro aeropuerto
Cierta vez que salía de Australia, Śrīla Prabhupāda esperaba su avión. Los devotos le habían traído una simple silla y él se sentó en un jardín exterior, exactamente en la parte de fuera de la entrada del aeropuerto. Mirando mientras cientos de personas caminaban dentro y fuera de la terminal, Prabhupāda a veces preguntaba sobre la apariencia y estilos de vestir de la gente. Cuando preguntó sobre los zapatos altos que vio que algunos hombres llevaban, los devotos le explicaron que se llamaban zuecos.
—Algunos de ellos llevan una plataforma de quince centímetros de alto —dijo Amogha dāsa—. La gente llega hasta a torcerse los tobillos intentando caminar con ellos—. Prabhupāda rió ligeramente.
—Hay un proverbio bengalí —dijo—: «Haz algo nuevo». Ésta es la civilización occidental. Y piensan que Dios es muy viejo, que no es nuevo.
Los devotos se sentían torpes y se deshacían en disculpas porque Prabhupāda tuviera que sentarse en un lugar público tan lleno de gente. Uno de ellos señaló: —Algún día, Prabhupāda, tendremos nuestro propio aeropuerto.
—Éste ya es nuestro aeropuerto —dijo—. Todo pertenece a Kṛṣṇa. Así que ya es nuestro.
Amogha dāsa, memorias
14. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre predicar
Śrīla Prabhupāda dijo
Sobre predicar
Un día, en Vṛndāvana, Prabhupāda concedió un darśana matutino en su habitación, pero algunos de los devotos importantes se ausentaron. Cuando preguntó dónde estaban, se le dijo que algunos de los devotos estaban limpiando el templo.
Prabhupāda se sorprendió: —¿Limpiando el templo? Podemos contratar gente que limpie el templo. Pero una cosa en que no se puede contratar gente es en predicar. Tienen que oírme cuando hablo, sino ¿cómo van a predicar?
Satsvarūpa dāsa Goswami
Si te sientes endeudado conmigo, entonces debes predicar vigorosamente, como yo. Ése es el modo apropiado de pagarme. Por supuesto, nadie puede pagar su deuda con el maestro espiritual, pero el maestro espiritual se siente muy complacido si el discípulo muestra una actitud así.
Carta a Satsvarūpa (14 agosto 1976)
Sí, predicar es más importante que administrar. Nada más que por estar predicando tan bien y distribuyendo tanto prasāda, el mando te seguirá como tu sombra y Kṛṣṇa te enviará ayuda ilimitada.
Carta a Satsvarūpa (21 noviembre 1971)
Una vez, en Hawai, Prabhupāda hablaba de cómo él podía derrotar los argumentos de los no devotos: —Es como el karate —dijo—. Yo conozco el arte de atacar el punto débil de una persona hasta que muere. Primero encuentro su punto débil y empujo ahí hasta que muere.
Satsvarūpa dāsa Goswami
15. Śrīla Prabhupāda cuenta historias: Sobre los perezosos
Śrīla Prabhupāda cuenta historias
Sobre los perezosos
Prabhupāda se molestaba cuando los devotos, en Vṛndāvana, entraban y salían de su habitación y dejaban la puerta abierta tras ellos, permitiendo entrar a las moscas.
—¿Por qué dejan la puerta abierta? —dijo a gritos—. Es una enfermedad contagiosa—. Y entonces contó una historia:
Un patrón puso un anuncio por una vacante en su empresa, y recibió muchas solicitudes. Basándose en ellas, seleccionó a dos hombres y les pidió que viniesen para una entrevista. El patrón entonces, observó a cada hombre cuidadosamente durante la entrevista. Cuando el primero entró en la habitación, dejó la puerta abierta. El patrón habló con él durante quince minutos y después le pidió que esperase fuera. Cuando entró el segundo solicitante, cerró la puerta al entrar. Tras hablar con él, el patrón le pidió que esperase fuera también, y entonces llamó a su secretario.
—El primer hombre con el que hablé tiene todas las cualidades requeridas, pero he decidido dar el trabajo al segundo.
—¿Por qué?
—Porque el primer hombre dejó la puerta abierta. Eso es porque es perezoso. El otro hombre cerró la puerta; puede que no esté tan preparado, pero aprenderá rápidamente.
Entrevista con Maṇihara dāsa
En 1977, Śrīla Prabhupāda con unos ocho discípulos, se hospedó en una casa a orillas del Ganges en Hṛṣikeśa. Cierto día Prabhupāda entró en la cocina y quedó atónito al ver que los devotos habían cortado un enorme montón de vegetales para preparar el almuerzo. Prabhupāda les dijo que habían cortado vegetales en cantidad suficiente para alimentar a cincuenta personas. Haciendo un comentario sobre el poco sentido común de sus discípulos, Prabhupāda se sentó en una silla y empezó a dirigir cada detalle de los preparativos culinarios. Atendió al hervido del arroz y comprobó si estaba blando. Después, él mismo cocinó los capātīs. Fue entonces cuando dijo que sólo un perezoso sería incapaz de cocinar, y contó la historia de los perezosos.
Había una vez un rey que anunció que todos los perezosos de su reino debían ir a la casa de caridad, que allí se les daría de comer gratis. Fueron cientos de personas, y todos decían: —Yo soy perezoso—. El rey dijo entonces a su ministro que prendiese fuego a la casa de caridad. Todos los que estaban dentro —menos dos— salieron corriendo inmediatamente del edificio en llamas. De los dos que quedaban, uno le dijo al otro: —Este fuego me está dando demasiado calor en la espalda—. Y el otro hombre le aconsejó: —Pues ponte del otro lado—. Al ver a estos dos, el rey dijo: —Estos son auténticos perezosos. Denles de comer.
Diario de Tamāla Kṛṣṇa Goswami
16. Imágenes personales: Su baile
Imágenes personales
Prabhupāda y su foto
Le gustaba su propia foto en la contraportada del primer álbum Hare Kṛṣṇa, Happening. En esta foto, su cabello parece haberse puesto de punta, y su mirada es grave, penetrante, mística. De esta foto, él dijo: —Unswami debe tener una apariencia filosófica.
Un discípulo llamado Dhaneśa le dijo a Prabhupāda que quería una foto suya tocando mṛdaṅga para un segundo disco que se titularía Vande ‘ham. Prabhupāda dijo: —Yo no soy un músico profesional para tener que posar con una mṛdaṅga—. En lugar de esto sugirió imágenes más formales, como las de su propio Guru Mahārāja.
El guru está en su retrato. En una carta escribió:
No hay diferencia entre mi fotografía y yo. Con este sentimiento debemos venerar y cuidar las fotografías. Es ofensivo dejar fotografías por ahí tiradas de cualquier manera. El nombre y la imagen tienen la misma calidad que la imagen en el mundo espiritual. En cambio en el mundo material, ya sea que se trate de imagen o persona, todo es ilusión.
Carta a Jadurāṇī-devī dāsī (4 septiembre 1972)
Su sentido de la dignidad personal
En cierta ocasión explicó la importancia del filósofo en la sociedad humana con una historia. —En Inglaterra un filósofo fue invitado una vez a tener un encuentro con un famoso actor de teatro. El filósofo contestó: «¡No puedo reunirme con un perro bailarín!». Prabhupāda tenía una visión de sí mismo muy humilde, como un sirviente del sirviente, transmitiendo el mensaje de la conciencia de Kṛṣṇa. Pero como el regalo de la conciencia de Kṛṣṇa era muy importante, él también era muy importante, y él recibió de su maestro espiritual el poder de transmitirlo. A nosotros nos enseñó lo mismo: la importancia de los devotos que se dedican a servir al Señor.
Su baile
Pueden ver sus movimientos en filmaciones. No esperen ver grandes saltos atléticos arriba y abajo. Acostumbraba a empezar el movimiento con la cintura y los hombros, moviéndolos arriba y abajo al ritmo delkīrtana, y después saltaba. Para Prabhupāda, bailar siempre quiso decir brazos levantados y dedos extendidos, como en las pinturas de Gaura-Nitāi. Así fue como introdujo el baile en la Segunda Avenida 26 (en Nueva York), dirigiéndonos a todos nosotros puestos en círculo en su propia habitación, haciendo demostraciones de cómo se pone el pie izquierdo en el lado derecho y luego el pie derecho al lado izquierdo, y cómo oscilar atrás y adelante, con los brazos siempre levantados; Kīrtanānanda lo llamó «el paso del Swami». Cierta vez, en Chicago, reprendió a dos devotos que se retorcían al estilo discoteca. Enfáticamente, desde el vyāsāsana, levantó los brazos. Lo hizo una vez, y como los jóvenes no le hicieron caso, lo repitió de nuevo: —¡Se hace así!
El baile podía salirle en diferentes ocasiones memorables, caminar bailando en el kīrtana lleno de éxtasis de los Ratha-yātrās de Londres y Australia, o en habitaciones llenas hasta los topes de devotos, o ante miles de personas en paṇḍāls al aire libre en la India. Repentinamente, creando olas de emoción —todos los devotos se levantaban con él—, se ponía a bailar y nos hacía bailar. Él bailó, y nosotros estamos bailando.
Satsvarūpa dāsa Goswami
17. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida
Śrīla Prabhupāda conseguía animar a todos y cada uno de sus discípulos. Les hizo sentir que tenían un valor, que él los amaba, y mostró que conocía sus problemas particulares.
Algunos casos problemáticos eran quienes no podían trabajar bien con los demás, y otros eran los inestables. Cierto día, un devoto con problemas se presentó ante Śrīla Prabhupāda y le suplicó algún alivio.
—Śrīla Prabhupāda, quería disculparme por ser tan caído y mezquino. No parece que yo pueda hacer nunca algo a derechas. Intento dar algún consejo a la gente, pero es inútil. Porque incluso cuando pienso que estoy en lo cierto, me dicen que me equivoco. Así pues, quiero que me perdone por estar tan confundido.
Śrīla Prabhupāda contestó: —Criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa.
El abatido devoto quedó pasmado al oír esto. Pero pensó que quizá Prabhupāda no había captado lo que le había querido decir.
—Śrīla Prabhupāda, no pretendo criticar a Śrī Caitanya ni a Kṛṣṇa. Nada más quiero disculparme. Me entristece ser tan caído, no ser mejor de lo que soy.
Pero Śrīla Prabhupāda repitió: —Ellos criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa. No aceptaron a Śrī Kṛṣṇa ni cuando estuvo aquí presente. Sólo unos cientos de personas aceptaron que Él era Dios. Todos los demás Lo criticaban. Y cuando Śrī Caitanya estuvo aquí, hasta llegaron a darle con un jarro a Śrī Nityānanda. Si no quieren aceptarlo a Él, ¿qué vamos a decir de a ti o a mí?
El abatido discípulo quedó entonces sobrecogido, al darse cuenta de que Śrīla Prabhupāda verdaderamente lo había entendido, lo había entendido mejor que lo que él podía entenderse. —¿Qué hay que hacer entonces? —preguntó el discípulo—. ¿Seguir intentándolo?
—Sí —dijo Śrīla Prabhupāda.
Entrevista con Nara-Nārāyaṇa
Ocurrió un incidente parecido con un devoto fotógrafo. Tenía problemas en levantarse temprano y en controlar su lengua, no podía evitar comer demasiado. No era muy regulado ni tenía tendencia a la filosofía. Pero le gustaba hacer fotografías para los libros de Śrīla Prabhupāda, y en esto era muy bueno. Cierto día, tras acompañar a Śrīla Prabhupāda en sus viajes a diversos lugares, el fotógrafo pidió a Prabhupāda permiso para volver a su templo de origen. Consciente de su precaria situación, su debilidad en la vida espiritual, se presentó ante Śrīla Prabhupāda:
—Prabhupāda, qué sinvergūenza que soy.
—Eso es bueno —dijo Prabhupāda—. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida.
Esta frase confundió al discípulo: ¿Estaba Prabhupāda maldiciéndolo a «seguir siendo un sinvergüenza»?
Śrīla Prabhupāda explicó entonces: —Śrī Caitanya también fue llamado sinvergüenza. ¿Conoces la historia de Śrī Caitanya y su maestro espiritual?—. El fotógrafo de Prabhupāda de repente sintió que su mente y su lengua habían sido puestas bajo control, pues sin siquiera pensar comenzó a contar la historia de cómo Śrī Caitanya recibió de su maestro espiritual la indicación de que era demasiado tonto para entender el Vedānta y que debía limitarse a cantar Hare Kṛṣṇa. Prabhupāda sonrió y no dijo más. De este modo consiguió paz otro abatido discípulo, al entender su falta de inteligencia y el hecho de que su única esperanza era el santo nombre de Kṛṣṇa.
La habilidad de Śrīla Prabhupāda en éste y muchos otros casos demuestra cómo él era un gran psicólogo. Incluso cuando nadie podía, Śrīla Prabhupāda conocía los medios y modos de dar a un sirviente caído un poco de esperanza y fuerza renovadas. Y no lo hizo recurriendo a técnicas mundanas de jefes de personal, que a menudo son cínicas y de manipulación. Aun así, por Kṛṣṇa, Śrīla Prabhupāda era experto con la gente.
Entrevista con Bhārgava dāsa
18. ¡El mono me robó los zapatos!
Un día, en Vṛndāvana, Śrutakīrti, el sirviente de Prabhupāda lo oyó dando voces en su habitación en la azotea. Corriendo a la habitación, Śrutakīrti recibió como saludo un grito de Prabhupāda: —¡Sinvergüenza!—. Prabhupāda tomó una piedra de arcilla de su mesa de trabajo y la arrojó por la puerta del balcón.
—¿Qué ocurre?
—¡El mono me robó los zapatos! —dijo Śrīla Prabhupāda; se levantó y se dirigió a la puerta—. Trae algunasperās (‘simplemente maravillosas’) y mi bastón de caña —dijo Prabhupāda. Śrutakīrti salió y volvió con el bastón y una porción de dulce, mientras Śrīla Prabhupāda descubrió al mono, que estaba parado justamente a una distancia en que no se lo podía alcanzar, sobre el tejado de hormigón encima de la habitación de Prabhupāda. Con su bastón en la mano, Prabhupāda saltó tratando de golpear al mono, pero éste se mantuvo fuera de su alcance, escabulléndose atrás y adelante agitando la zapatilla provocadoramente.
—Qué sinvergüenzas son estos monos —dijo Prabhupāda con una apariencia seria y resuelta. Conociendo perfectamente el juego del mono, Prabhupāda pidió a su sirviente que le tendiese el dulce para negociar sobre la zapatilla. En cuanto se le ofreció el dulce, el mono se acercó y tendió la zapatilla. Se acercó más y más, pero entonces robó el dulce y se quedó la zapatilla. Por tres veces intentaron lo mismo, y el mono los engañó y les ganó cada vez. Triunfalmente, el mono se sentó atrás, fuera de alcance, gruñendo y haciendo muecas. Por último, se metió la zapatilla en la boca y empezó a masticarla. Prabhupāda afanosamente había tratado de recuperar la zapatilla, pero ahora dijo: —Lo ha arruinado—. El mono había roto el talón y la cubierta interior de la planta. Prabhupāda volvió entonces a su habitación y, tras intentarlo unas veces más, su sirviente también dejó el lugar. El mono entonces dejó caer el zapato y se fue corriendo.
Más tarde, un devoto trepó al tejado y le llevó a Prabhupāda la roída zapatilla. Prabhupāda decidió conservarla y usarla, aunque estaba rota y tenía marcas de dientes. Continuó llevándola durante un año tras el incidente.
Los devotos preguntaron a Prabhupāda si era verdad que los que en ese entonces eran monos en Vṛndāvana eran muy especiales, si eran sabios que en vidas anteriores habían caído de la vida espiritual y que en su siguiente vida se liberarían.
—Sí —explicó Prabhupāda—. Aunque los monos son traviesos y roban alimentos, en Goloka Vṛndāvana Kṛṣṇa mismo les distribuye la mantequilla.
Quién era, exactamente, este mono, o cuál era su relación con Prabhupāda, nadie puede decirlo con seguridad. Lo único cierto era que Prabhupāda lo consideró un travieso sinvergūenza, y que todo ello tuvo lugar en la inconcebible Vṛndāvana-dhāma.
Entrevista con Śrutakīrti dāsa
19. Casera japonesa
Durante una visita invernal al Japón, Prabhupāda se hospedó en una casita cuyas paredes eran de papel. El casero proporcionó un brasero de querosén, pero sólo calentaba un área reducida. Prabhupāda se envolvió en su cādar de lana gris y continuó traduciendo el Bhāgavatam en las frías primeras horas de la mañana, pero hizo notar que se encontraba muy incómodo. Cuando los devotos fueron a pedir al casero otra estufa, la esposa de éste puso inconvenientes. El casero acabó encontrando otro brasero que tenía de reserva, pero los gases del queroseno hacían que el aire de la habitación se volviese demasiado irrespirable. Además, por toda la casa había olor a excremento. En aquel vecindario el sistema de desagüe era abierto: tenía que venir un camión con aspirador y absorber el contenido de las fosas sépticas. Pero el camión llevaba, como mínimo, una semana sin venir. Llenos de ansiedad al ver las molestias que tenía que soportar su maestro espiritual, los devotos acudieron al casero y le rogaron que, por favor, eliminase aquel hedor de alguna manera. El hombre era humilde y muy transigente; además respetaba a Prabhupāda como líder espiritual. Consintió en limpiar él mismo las fosas, valiéndose de cubos de mano. Pero la esposa del casero puso inconvenientes otra vez, que su marido tuviese que hacer un esfuerzo tan extraordinario, humillante, para acomodar a Śrīla Prabhupāda. De todos modos el hombre lo hizo, y el mal olor desapareció. La última tarde que Prabhupāda pasó en la casita de papel, dio una clase pública. La casa tenía un piso y un entresuelo con apariencia de escenario. El asiento de orador se puso en esta plataforma, junto con un micrófono. El chalecito estaba lleno de invitados. Śrīla Prabhupāda dirigió el kīrtana y después empezó a leer en inglés, que por lo menos podían entender algunos de los que escuchaban. Pero a mitad de la charla, la esposa del casero, una señora japonesa pequeña, de mediana edad, entró en la casa y se puso a chillar llena de ira. Algunos devotos se adelantaron para detenerla, pero ella los esquivó. Llegó hasta el estrado, se subió a él y siguió gritando al lado de Śrīla Prabhupāda, haciendo gestos feroces y alborotando la reunión. Prabhupāda le preguntó a un invitado quién era esa señora y qué le ocurría, y oyó que era la dueña de la casa y que estaba enfadada con Prabhupāda porque había hecho limpiar las fosas sépticas a su marido. Cuando comprendió, Prabhupāda mostró una sonrisa. Se inclinó hacia adelante y habló por el micrófono, como si hiciese un anuncio. Dijo:
—Casera japonesa...
Toda la audiencia y los devotos se relajaron y rieron. Era como si con dos palabras, Prabhupāda hubiera hecho una exposición filosófica, explicando el fenómeno universal de las caseras y de cómo había que tolerarlas. Tras una pausa, Prabhupāda siguió con la clase, y la casera, que había quedado desarmada con las sonrientes palabras de Prabhupāda, bajó del estrado y salió de la casa.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
20. Solamente eres un poquito ladrón
Prabhupāda usaba términos muy fuertes cuando incriminaba a los materialistas. Los acusaba de ladrones, incluso a los grandes industriales. —Todo pertenece a Kṛṣṇa —decía— pero los capitalistas (y los comunistas) se están tomando para sí mucho más de lo que Dios les ha dado—. A veces, cuando los discípulos oían las críticas de Prabhupāda, quedaban preguntándose cómo iban ellos a repetir semejantes cosas a los no devotos. El mismo Prabhupāda habló con hombres de negocios, y en tales ocasiones, los devotos podían ver su brillante forma de explicar a hombres centrados en sí mismos el concepto de īśāvāsya, una sociedad centrada en Dios.
En una caminata matutina alrededor del lago White Rock, los devotos señalaron a Prabhupāda la mansión de uno de los magnates del petróleo más ricos del mundo. La blanca construcción en la amplia propiedad era apenas visible en la distancia, al otro lado del lago. Prabhupāda no lo tuvo muy en cuenta mientras caminaba siguiendo la orilla, que estaba limitada por las altas hierbas de palma que allí crecían, mientras el camino que seguían estaba esparcido con papeles y latas de cerveza. Un devoto contó cómo había intentado acercarse al multimillonario del petróleo para darle el Bhagavad-gītā, pero que el único éxito que había conseguido fue darle una copia a un guardia amistoso que había a la entrada.
—¿Qué le dirían —preguntó Prabhupāda— si de veras les permitieran verlo?
Con Prabhupāda estaban paseando unos diez devotos, y uno de ellos habló.
—Yo le diría que aquí en Dallas tenemos una escuela y que somos verdaderos ciudadanos modelo.
—¿Qué más le dirían? —preguntó Prabhupāda.
Una devota contestó que lo invitaría a visitar el templo, y otro dijo que le llevaría prasāda.
—No —dijo Prabhupāda— le tienen que decir: «Usted es un gran ladrón. Se ha apropiado de una gran cantidad de petróleo que le pertenece a Dios. Por eso ahora tendrá que ser castigado».
Los seguidores de Prabhupāda se sintieron incómodos, al no haberle dado a Prabhupāda una respuesta tan contundente, y estaban también un poco sorprendidos. Mientras proseguía el tranquilo paseo matutino, Prabhupāda dijo que llegaría el día en que el señor de la muerte vendría a buscar al multimillonario del petróleo, y los guardias de la entrada no lo podrían detener. A esa hora, sin tener en cuenta que pudiera ser el hombre más rico del mundo, la muerte se lo llevaría para que afrontase su karma.
No mucho después de la visita de Prabhupāda a Dallas, el multimillonario de Texas murió. Algunos de los devotos recordaron la palabras de Prabhupāda, y cómo nunca fueron capaces de acercarse a aquel hombre. Uno de los devotos que estaban en la caminata era Dayānanda dāsa, que años después recordó vívidamente el episodio completo, cuando fue testigo del trato de Prabhupāda con un rico industrial.
La escena ocurrió en Māyāpura, y Prabhupāda estaba dando su paseo matutino en la azotea del edificio de residencias. Jayapatākā Swami presentó a Prabhupāda a un destacado industrial que había venido a visitarlo desde Calcuta.
Hablando en inglés, Prabhupāda le dio la bienvenida agradablemente.
—Encantado de conocerlo —dijo Prabhupāda—. Gracias por venir a Māyāpura... Y ¿de qué es su fábrica?
El empresario, un hombre grueso vestido con dhotī, camiseta y kurtā inmaculadamente blancos, habló en voz alta.
—Fabrico vidrio —dijo.
—Hmm —reflexionó Prabhupāda—. ¿Y de qué se hace el vidrio?
El hombre caminaba ahora al lado de Prabhupāda, en compañía de otros devotos y amigos, dando vueltas por la azotea, hablando y contemplando las llanas tierras que rodean Māyāpura.
—De sílice —contestó el hombre—. Y el sílice se extrae de la arena.
—Sí —dijo Prabhupāda— pero ¿a quién pertenece la arena?
El industrial no sólo era un inteligente hombre de negocios, sino que también era piadoso, y pudo entender que Bhaktivedanta Swami, como guru, lo estaba orientando.
—Oh —dijo—, la arena viene de Bhagavān.
Prabhupāda contestó rápidamente: —Oh, ¿entonces usted Le está robando a Bhagavān?
La réplica de Prabhupāda hizo que todos rieran. Incluso el industrial no pudo menos que unirse a la risa. Tras el rápido intercambio, el empresario de Calcuta se fue yendo hacia la parte de atrás del grupo, y otros se adelantaron para presentarle a Prabhupāda algunas preguntas. Él respondía una tras otra, desarrollando a veces diferentes temas o pasando de un tema a otro. Tras pasear durante una media hora, el industrial de nuevo se acercó al frente para otra ronda de preguntas con Prabhupāda. Había estado considerando lo que Prabhupāda le había dicho, y se sentía un poco culpable.
—Swamiji —expuso el hombre—, aunque quizá yo tome la propiedad de Bhagavān, también doy caridad.
Prabhupāda sonrió y contestó: —Ah, entonces solamente eres un poquito ladrón.
Otra vez todos los que caminaban se rieron al oír la última palabra de Prabhupāda sobre el tema. Así mostró Śrīla Prabhupāda la aplicación práctica del consejo teórico que había dado en Dallas.
Entrevista con Dayānanda dāsa; Satsvarūpa dāsa Goswami
21. Madre violenta
Un muchacho californiano, David Shapiro, quedó atraído a Śrīla Prabhupāda por medio de sus libros y por la compañía de los devotos. Se trasladó al templo de Los Ángeles en una época en que Śrīla Prabhupāda estaba allí de visita, pero por desgracia la madre de David se puso violenta al ver que el hijo que ella había criado había elegido convertirse en devoto consciente de Kṛṣṇa. Era periodista, y emprendió una campaña escribiendo cartas contra el movimiento para la conciencia de Kṛṣṇa. Escribió cartas a los periódicos y también a los departamentos del gobierno, quejándose de que su hijo estaba llevando una vida demasiado renunciada en la conciencia de Kṛṣṇa, y sintió que esto eran malos tratos. David intentó calmarla, pero no lo hizo muy bien. Casi siempre se ocupaba en fregar ollas en la cocina del templo, o salía con un grupo a cantar al centro de la ciudad, y no se acordaba, o no se tomaba la molestia, de llamar a su madre. En el templo, los devotos tampoco ayudaban mucho, pues a veces se olvidaban de avisarle que su madre había llamado. La madre de David, en su campaña postal, escribió cartas también a Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda contestó a una de sus cartas, pero ella no estaba interesada en dialogar o considerar el beneficio espiritual de su hijo, que Śrīla Prabhupāda le describió. Ella quería solamente que su hijo volviese.
Opinando que el templo de Los Ángeles podría verse en problemas a causa de esta mujer, el presidente del templo le pidió a David que dejase el templo. Aunque David era un devoto sumiso, se negó a irse y empezó a llorar: —No estoy iniciado. Llevo un año en este movimiento y no estoy iniciado; no tengo ninguna conexión con mi maestro espiritual. ¿Cómo puedo irme del templo sin esta conexión? ¡Quizá no vuelva nunca!—. Tanto el presidente del templo como David estaban confundidos. Se informó entonces a Prabhupāda de cómo el joven no quería irse, y él lo llamó a su habitación.
David fue a las habitaciones de Prabhupāda y se postró ante él, mientras Prabhupāda tomaba prasāda.
Prabhupāda le habló dulcemente: —Parece que tienes alguna dificultad con tu madre.
—Sí, Śrīla Prabhupāda.
—Está bien —dijo Prabhupāda—. He decidido iniciarte.
Entonces, en aquel mismo sitio, sin ninguna de las ceremonias formales requeridas, Prabhupāda dio a David su nuevo nombre, su nombre espiritual.
—Ahora tu nombre es Nṛsiṁhānanda dāsa. ¿Te parece bien?
—Sí, eh... —David difícilmente podía hablar.
Prabhupāda continuó: —Te doy este nombre, Nṛsiṁhānanda, porque gracias a Él estarás siempre protegido de tus padres.
Prabhupāda ofreció entonces a Nṛsiṁhānanda un poco de prasāda de su plato, y agregó: —Ahora puedes irte a casa y quedarte allí algún tiempo. Eso te vendrá muy bien. Creo que podrás hacer prasāda vegetariano allí, ¿no?
—Sí —dijo Nṛsiṁhānanda.
—Puedes pasar un tiempo en tu casa, y luego venir de vuelta —dijo Prabhupāda.
Nṛsiṁhānanda entendió el deseo de Prabhupāda, y tenía fe en que funcionaría. —Gracias, Śrīla Prabhupāda —dijo, y salió.
Así regresó David Shapiro, ahora Nṛsiṁhānanda dāsa Brahmacārī, a casa de su madre. Diez meses después, cuando tanto el hijo como la madre habían conseguido una visión más madura de la conciencia de Kṛṣṇa, Nṛsiṁhānanda volvió a unirse al movimiento de Prabhupāda, esta vez para quedarse.
Entrevista con Nṛsiṁhānanda dāsa
22. Esto es muy enojoso para mí
Śrīla Prabhupāda quería que devotos e invitados estuviesen atentos mientras él hablaba sobre el Bhagavad-gītā o el Śrīmad-Bhāgavatam. Una vez, Prabhupāda expresó su disgusto con un niño que lloraba, y una persona en la audiencia lo desafió:
—Si usted es un guru, ¿por qué se perturba?—. Prabhupāda contestó que era la audiencia la que veía perturbada de escuchar atentamente, y que por eso había pedido que hiciesen callar al niño. Incluso cuando Prabhupāda hablaba en hindi, que la mayoría de sus discípulos no podían entender, esperaba que se quedasen escuchando y guardasen silencio. Dijo que incluso si no podían entender el lenguaje, la vibración sonora los purificaría.
En Nueva Delhi, en cierta ocasión en que Prabhupāda estaba hablando a un ministro del gobierno y otros invitados en su habitación, dos de sus discípulos armaron alboroto. Brahmānanda Swami estaba enfermo y necesitaba saber la dirección de un médico; así pues, entró en la habitación para atraer la atención de Tejās. Al principio, Tejās no quería ni siquiera hablar, pero Brahmānanda insistió y lo atrajo a un lado. Tejās se volvió y dio la dirección del doctor, pero Brahmānanda le pidió más información, y los dos empezaron a discutir. Como reacción a la molestia, Prabhupāda dejó de hablar. Cuando los devotos lo miraron, él tenía la vista clavada en una mancha del techo que estaba justamente encima de donde los dos habían estado sentados. Prabhupāda bajó la vista del techo y miró directa y firmemente a los dos discípulos ofensores.
—Esto es muy enojoso para mí —dijo Prabhupāda. Sacudió su cabeza con disgusto y añadió: —Es desconcertante.
Habló estas últimas palabras con un tono suave, pero con ira. La atmósfera de la habitación era muy tensa. Los distinguidos invitados miraban a los jóvenes y a Prabhupāda, y los jóvenes estaban desolados. El disgusto de Prabhupāda continuó sin alivio, hasta que de pronto otro devoto entró en la habitación y anunció: —Prabhupāda, el auto está listo—. No liberó a sus discípulos de su instructiva indignación hasta que se levantó para salir a cumplir otra ocupación.
Entrevista con Tejās dāsa
En 1969, cuando Prabhupāda se hospedó en la finca de John Lennon, le gustaba pasear durante la brumosa mañana por los jardines y arboledas. Allí se encontró con el jardinero jefe, un anciano caballero inglés que solía vestir una chaqueta de cheviot, incluso cuando cavaba la tierra. El jardinero no había mostrado interés en la filosofía ni en los devotos, pero cuando vino Prabhupāda, se interesó en encontrarse con él. Durante el primer paseo matutino, el jardinero jefe se presentó. Prabhupāda también estaba vestido como un caballero, llevaba una chaqueta negra larga, un sombrero negro y botas Wellington.
—Yo soy el jardinero jefe aquí —dijo el hombre. Prabhupāda dijo que estaba contento de encontrarse con él y le preguntó: —¿Qué está cultivando?—. El jardinero ansiosamente mostró a Prabhupāda algunas plantas y frutos que cuidaba en el invernadero, entre ellas melones de agua y variedades de flores. También extrajo las bandejas que había bajo una mesa del invernadero y le enseñó a Prabhupāda sus champiñones.
—Oh, nosotros no comemos eso —dijo Prabhupāda—. Son hongos—. El hombre admitió que eran hongos. Prabhupāda explicó que los champiñones no saben bien y, como crecen en lugares oscuros y húmedos, se consideran alimentos en la modalidad de la ignorancia. Śrīla Prabhupāda sugirió entonces al jardinero que probase cultivar dedos de dama, pero el hombre no sabía qué es lo que quería decir Prabhupāda. Prabhupāda señaló sus propios dedos. —Debe usted cultivar estos dedos de dama—. Dijo la palabra hindi, bhiṇḍīs, pero el hombre tampoco entendió. Al final, el jardinero pudo comprender que Prabhupāda hablaba de quingombós. Prabhupāda preguntó al hombre si podía cultivar mangos, pero éste le dijo que no, que ni en el invernadero.
—¿Usted qué edad tiene? —preguntó Prabhupāda. El jardinero contestó que sesenta y seis. Prabhupāda preguntó: —¿Todavía tiene todos los dientes?
El jardinero pareció un poco incómodo, pero de todos modos contestó: —No, ya no. Tengo todos los dientes postizos.
—Yo tengo setenta y dos años —dijo Prabhupāda— pero todavía tengo todos los dientes.
Prabhupāda abrió la boca y se los mostró.
El jardinero contestó: —Perdí todos mis dientes porque me gustan demasiado los dulces.
—A mí también me gustan los dulces —replicó Prabhupāda—. Yo como muchos dulces, pero como los que se pueden comer: sandeśas, rasagullās, gulābjamūns. Usted también tiene que comer de estos dulces.
Después de este encuentro, cuando paseaba por la mañana, Prabhupāda saludaba habitualmente al jardinero con unas palabras o al menos, si el jardinero trabajaba a cierta distancia, intercambiaban un saludo agitando las manos.
Entrevista con Dhanañjaya dāsa
23. Ratha-yātrās en muchos países
Calcuta era la ciudad donde Prabhupāda había nacido e, incluso en los años setenta, cuando él tenía centros de ISKCON en las principales ciudades del mundo, sus visitas al templo de Calcuta hacían que viejos amigos y conocidos fuesen a visitarlo. Una tarde estaba sentado en su habitación con viejos amigos, familiares del vecindario de la calle Mahatma Gandhi, donde él había crecido. Le insistieron en que fuese a visitar el viejo templo de Rādhā-Govinda. Aunque ya eran casi las diez de la noche, de pronto Prabhupāda accedió a ir y fue en automóvil con algunos de sus discípulos occidentales. Cuando cruzaba su viejo barrio, señaló la casa en la que se había criado de niño y el lugar donde solía comprar cometas. En el templo de Govindajī, sus parientes salieron, lo abrazaron y tocaron sus pies de loto. Viejos y jóvenes lo rodearon, sonriendo y sin dejar de hablar en bengalí. Prabhupāda fue entonces ante la Deidad de Govinda, a la que había adorado desde el principio de su vida.
—Prácticamente todo lo que he hecho —explicó a sus discípulos— es por la gracia de Rādhā-Govinda—. Recordó sus primeros Ratha-yātrās subiendo y bajando la calle Mahatma Gandhi, y cómo su padre le pagó el festival. Prabhupāda dijo que ahora estaba llevando por todo el mundo ese mismo espíritu del que se había embebido aquí organizando Ratha-yātrās y fundando muchos templos de Rādhā-Govindajī en todos los países.
Entrevista con Abhirāma dāsa
En India, cuando salía a caminar o viajaba, Prabhupāda tenía a menudo que tratar directamente con comerciantes y trabajadores, antes que permitir que engañasen a sus discípulos occidentales. Un día, saliendo de los terrenos del templo de ISKCON en Māyāpura, acompañado por unos devotos, Prabhupāda se acercó a un ricksha-walla y le preguntó cuánto quería por un viaje hasta el Navadvīpa-ghāta [el muelle de los botes que llevan a la ciudad de Navadvīpa]. El ricksha-walla dijo que dos rupias, y Prabhupāda replicó que era demasiado caro.
—¿Por qué pides tanto? —argumentó Prabhupāda—. Hemos venido a predicar. Estamos trayendo devotos de todo el mundo.
Pero el ricksha-walla dijo que dos rupias era su precio final. Prabhupāda irguió la cabeza, se volvió a sus discípulos y dijo: —Iremos caminando—. El camino que había por delante era de tres o cuatro kilómetros, pero Śrīla Prabhupāda empezó a caminar con paso decidido, y sus discípulos se le unieron yendo detrás. Su paso continuó fuerte y rápido por unos minutos, hasta que el mismo ricksha-walla lo adelantó, se situó enfrente de Prabhupāda y se paró. Sin hablar, ni siquiera mirar a los lados, Śrīla Prabhupāda subió al ricksha y se fue victorioso, al precio de una rupia.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
24. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la adoración de la Deidad
Śrīla Prabhupāda dijo
Sobre la adoración de la Deidad
No tiene sentido usar flores y frutas de plástico o de papel para adorar a las Deidades. Si no puedes conseguir frutas y flores frescas, puedes hacer la decoración con hojas frescas. Has visto nuestros templos; en ninguna parte se usa esa clase de cosas. Eres una devota con experiencia. ¿Por qué haces una propuesta de este tipo? No nos interesa decorar; lo que buscamos es servicio devocional, para satisfacer los sentidos de Kṛṣṇa. Por supuesto debe haber decoración, el templo deber ser tan opulento como se pueda para complacer a Kṛṣṇa. Fuera del templo, puedes usar los adornos de plástico. Pero no para adorar. Para la adoración diaria, deben haber frutas, flores y hojas frescas.
Carta a Himāvatī-devī dāsī (26 diciembre 1971)
¿Quién se encarga del altar? Por la noche hay que asegurarlo, tienen que cerrar cada ventana y cada puerta, y tienes que comprobar en persona que se hace esto. Ya han tenido suficiente experiencia en Bury Place, donde atacaron a la Deidad. Ya tienen esa experiencia, de modo que no sean descuidados en esta cuestión. Por favor, comprueba que el templo tenga bastante seguridad, en especial las Deidades, de manera que no se vean expuestas a ningún ataque.
Carta a Mukunda dāsa (1 enero 1974)
Sobre tus preguntas, no es muy bueno poner “estatuas” de Rādhā-Kṛṣṇa en un estante. Si no van a ser adoradas como Deidades, ¿qué sentido tiene esa exhibición? Los visitantes van a tener la idea equivocada de que no son más que figuras decorativas o ídolos, que no Las tomamos muy en serio. ¿Por qué no Las adoras en el altar?
Carta a Patita Uddhāraṇa dāsa (8 diciembre 1971)
Para vestir a Jagannātha, el método apropiado es vestirlo como un rey kṣatriya. No hay límite a la opulencia que le puedas dar.
Carta a Kīrtika-devī dāsī (18 enero 1973)
Por algunos años, Prabhupāda viajó con pequeñas Deidades de Rādhā-Kṛṣṇa. Su sirviente y su secretario personal eran responsables de hacer lo que fuese necesario para las Deidades de Rādhā-Kṛṣṇa cuando Prabhupāda se trasladaba de un lugar a otro. En una ocasión en India, en que Prabhupāda hizo una parada corta en un templo, su sirviente no desempaquetó las Deidades. Prabhupāda se puso furioso y le preguntó al devoto por qué no lo había hecho. —No creí que fuese muy racional desempaquetar las Deidades en estas condiciones —contestó su sirviente. Prabhupāda le respondió con un grito:
—¡Tú sí vas desempaquetado, y vas muy cómodo!
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
25. Śrīla Prabhupāda cuenta historias cortas: Cuchilllo o tijeras
Prabhupāda quería que sus devotos científicos formasen el Instituto Bhaktivedanta. Escribiendo libros y dando conferencias debían destruir las teorías de que la vida viene de la materia y de que no hay Ser Supremo. Les previno contra los científicos ateos, que serían muy tozudos. Para ilustrar la testarudez de los materialistas, Prabhupāda contó la historia de la «filosofía de las tijeras».
Dos hombres discutían sobre qué instrumento cortante había que usar, si cuchillo o tijeras. —¡Cuchillo! —decía uno. —¡No, tijeras! —replicaba el otro. Su discusión derivó en una encendida lucha.
—Si no me das la razón te tiraré al río —dijo el hombre que defendía el cuchillo.
—¡No, nunca cambiaré de opinión! ¡Tijeras!—. Entonces el defensor del cuchillo tiró al otro hombre al río. Éste nadó por un momento, pero quedó agotado y empezó a hundirse. Pero era tan terco en defender su punto de vista que, hundido ya bajo el agua y a punto de morir, echó el brazo fuera del agua y cruzó sus dedos adelante y atrás como un par de tijeras cortando.
—Los científicos actuarán así —dijo Prabhupāda—. A pesar de derrotarles con toda lógica, aún seguirán diciendo que la vida viene de la materia. Pero la gente más cuerda e inocente se convencerá por la presentación védica de que la vida proviene de la vida.
Entrevista con Yaśomatīnandana dāsa
A Śrīla Prabhupāda no le gustaba que sus discípulos hiciesen austeridades artificiales. Cuando un devoto apareció con el pecho desnudo al frío durante un Kumbha-melā, Prabhupāda lo reprendió. En otra ocasión, en América, se burló de su discípulo Nara-Nārāyaṇa, que entró en la gélida sala del templo llevando sólo una camiseta ligera.
—Nara-Nārāyaṇa —dijo Prabhupāda desde el vyāsāsana— debes estar comiendo pollo—. Los demás devotos se volvieron y lo miraron fijamente.
—Sí —continuó Prabhupāda— esa es la manera en que los musulmanes conservan el calor. ¿Estás comiendo pollo, Nara-Nārāyaṇa?
—¡No, Śrīla Prabhupāda!
Prabhupāda entonces empezó a contar la historia de cómo los musulmanes conservaban el calor siguiendo el sistema de comer cien pollos en uno. Un granjero toma cien pollos, y con uno de ellos alimenta a los noventa y nueve restantes. Entonces, con otro pollo alimenta a los noventa y ocho que quedan, y con otro a los noventa y siete que quedan. Al final, cuando ya solo quedan dos pollos, con uno alimenta al otro. Entonces ofrece este pollo al emperador. De esta manera se considera que está comiendo cien pollos.
Entrevista con Nanda-kumāra dāsa y con Nara-Nārāyaṇa dāsa
26. Más historias cortas: ¡Me he vuelto fantasma!
Para empujar a sus discípulos a trabajar más duro, Prabhupāda usaba a veces el sarcasmo. Estaba cansado de los retrasos de los trabajadores que construían un edificio de viviendas en Māyāpura, y echaba la culpa de ello a los devotos. Cuando uno de los principales dirigentes entre sus discípulos le presentó una excusa, Prabhupāda replicó citando un verso humorístico:
Monos grandes, barrigas grandes
un salto a Ceilán: melancolía.
Todos rieron con Prabhupāda, aunque sin llegar a captar el significado a la primera. Él explicó que sus dirigentes eran como los monos que, excepto Hanumān, no podían saltar a Ceilán. A pesar de que tenían grandes músculos y grandes estómagos, cuando se les pedía que hiciesen algo heroico, no podían.
Uno de los discípulos de Prabhupāda tenía una enfermedad crónica que los médicos no podían diagnosticar, pero decían que era incurable. Prabhupāda dijo que estos médicos eran como un grupo de hombres que tramaron una conspiración contra un hombre llamado Bhāgavat.
Los amigos de Bhāgavat querían gastarle una broma, así que diez de ellos se pusieron de acuerdo. Así, cuando Bhāgavat fue a visitar a uno de sus amigos, el hombre, boquiabierto, le dijo: —¡Oh, te has vuelto fantasma!—. Bhāgavat, divertido, contestó: —No, no me he vuelto fantasma, ¿qué te pasa?—. Pero el amigo, con voz horrorizada, insistió: —¡Bhāgavat, te has vuelto fantasma!—. Bhāgavat no lo tomó en serio, pero cuando fue a ver al siguiente amigo, éste actuó de la misma manera aterrorizada. Cuando le ocurrió esto diez veces, Bhāgavat mismo se llenó de horror: —¡Sí, me he vuelto fantasma! ¡Me he vuelto fantasma!—. Prabhupāda indicó que, a veces, por conspiración y por māyā, pensamos que estamos más enfermos que lo que en realidad estamos.
Una vez mientras Prabhupāda estaba comiendo jaka [jack-fruit o fruta de pan], bromeó sobre el sabor de esa fruta. Un hombre en un país extranjero intentaba describir esta fruta de pan a un amigo. Pero finalmente confesó que no había manera de describirla a menos que se saboreara. Pero tanto insistió el amigo en una descripción verbal, que el hombre contestó:
—Para imaginarte el sabor de la fruta de pan, tendrías que beber jugo de caña de azúcar a través de la barba de un musulmán.
Prabhupāda dijo que así son los intentos que hacen las personas sin comprensión espiritual por entender la danza rāsa de Kṛṣṇa.
Entrevista con Harikeśa Swami y Jadurāṇī-devī dāsī
27. Personal: Prabhupāda y las Deidades
Prabhupāda y las Deidades
Él fue tan bueno en traer la accesible kṛṣṇa-mūrti. ¿Qué sabíamos nosotros? ¿Qué éxito hubiéramos podido tener? Pero él lo hizo, empezando con Śrī Jagannātha, y después los pequeños Rādhā-Kṛṣṇa de Nueva York. Prabhupāda se agachaba ante Ellos, ordenaba un servicio sencillo, Los guardaba en su habitación, y nos explicaba que no eran ídolos. La Deidad era Kṛṣṇa mismo.
Nos aconsejó: —Si piensan en Swamiji y en el Señor Jagannātha durante todo el día, por la noche soñarán con Ellos—. Bailando ante las Deidades, él nos enseñó a nosotros. De otra manera, nadie hubiera podido introducir entre los occidentales la adoración de las Deidades. Ahora que Ellos están aquí en tantos templos, los futuros historiadores de la religión quizá piensen que vinieron por otros medios, o que cualquier devoto pudo haberlos llamado, pero Prabhupāda era el único apoderado para llamar a la Deidad.
Al principio Le pidió por favor que —si los devotos ex-mlecchas cometían ofensas— se cuidase Él solo. Pero el mismo Śrīla Prabhupāda después vio que la adoración estaba yendo bien, y aprobó que Kṛṣṇa estaba siendo adorado con gran magnificencia. Así como el brāhmaṇa que llamó a la Deidad como testigo, Prabhupāda llamó al Señor, y el Señor accedió a venir. Atendiendo a la invitación de Prabhupāda y al sonido del kīrtana, Kṛṣṇa fue recibido en escenarios sencillos: en habitaciones reformadas, en casas alquiladas (Boston, St. Louis, Buffalo), y luego en grandiosos templos. Los ācāryas del pasado instalaban una sola Deidad en su vida, sus queridos Rādhā-Kṛṣṇa, pero Prabhupāda instaló y adoró docenas de Rādhā-Kṛṣṇa, y viajó para verlos. Él fue el campeón de Rādhā-Kṛṣṇa, instalando y distribuyendo Rādhā-Kṛṣṇa en cada continente, más y más, una y otra vez, bañando, cantando, vistiendo, llevando a cabo la instalación.
Śrīla Prabhupāda se agachaba ante el Señor, y a veces lloraba lágrimas de alegría en el darśana de las resplandecientes Rādhā-Kṛṣṇa. Se fijaba en cómo estaban siendo servidos y vestidos, y dio una norma estricta: nunca deberíamos cambiar las cosas caprichosamente después de que él se hubiera ido. Para Śrīla Prabhupāda, que nosotros adorásemos la Deidad de Kṛṣṇa era un asunto práctico trascendental. Por supuesto que tenemos que hacerlo, sino ¿cómo vamos a permanecer puros? Y por supuesto, la Deidad es Kṛṣṇa, con Su flauta y Su forma curvada en tres partes, con Rādhā a Su lado. Y por supuesto, ¡tenemos que darles nuestra devoción! Era una cuestión devocional práctica: Él iba a venir cuando hubiera devotos, y cuando estos Le adoraran. Pero, ¿no es esto un gran milagro? Prabhupāda invitó a Kṛṣṇa; Kṛṣṇa accedió y los ex-mlecchas estuvieron de acuerdo en aceptarlo, y oran: «¡Oh Señor del universo, por la gracia de Prabhupāda, por favor hazte visible ante mí».
Satsvarūpa dāsa Goswami
28. Hacer lo que quiere el maestro espiritual
Prabhupāda estaba sentado en una estera de paja en el soleado balcón del templo de Calcuta, a punto de recibir un masaje de su sirviente, cuando un nuevo discípulo, Pañcadraviḍa dāsa, se acercó para hacerle unas preguntas.
—Prabhupāda, yo antes era músico —dijo Pañcadraviḍa—. ¿Podría seguir siéndolo y dedicarme solamente a tocar música para Kṛṣṇa?
—Sí —respondió Prabhupāda— puedes hacerlo—. Prabhupāda habló tranquilamente, relajado bajo las manos de su sirviente, que lo estaba masajeando. —Pero entonces también tendrás que aceptar una cierta cantidad de karma.
—Bueno, entonces quizá no es eso lo que debo hacer —dijo Pañcadraviḍa—. Pero es que la vida debrahmacārī se me hace un poco difícil. Vida de brahmacārī significa vivir bajo condiciones muy institucionalizadas—. Algunos otros devotos se habían reunido alrededor, mirando a Prabhupāda y escuchando sus palabras. Los cantos de los pájaros y ruidos de la calle llenaban el aire.
—Puedes ser brahmacārī y vivir fuera del templo —propuso Prabhupāda.
—¿De verdad?
Pañcadraviḍa estaba sorprendido al oír concesiones tan liberales, pero otra vez Śrīla Prabhupāda puntualizó:
—Sí, puedes vivir fuera, seguir los cuatro principios y ser un brahmacārī, pero por supuesto, si haces esto no serás parte de nuestro movimiento.
—Oh —repuso Pañcadraviḍa, desilusionado—. Bueno Prabhupāda, quizás lo mejor sería que me casara.
—Sí —dijo Prabhupāda de un modo pausado, tolerante— puedes hacerlo si es lo que quieres.
Pañcadraviḍa decidió no preguntar más, se disculpó y salió del soleado balcón. Más tarde algunos devotos mayores le dijeron que nunca habían oído a Śrīla Prabhupāda hablar de aquella manera, dando su aprobación a todo lo que su discípulo le pedía. Pero Pañcadraviḍa no estaba satisfecho. Al día siguiente coincidió que estaba fuera de la habitación de Prabhupāda justo cuando Śrīla Prabhupāda se estaba enrollando el cordón brahmínico en torno a la oreja, preparándose para entrar en el cuarto de baño. Viendo a su maestro espiritual, Pañcadraviḍa expuso de nuevo lo que pensaba:
—Śrīla Prabhupāda, ¿se acuerda que ayer le hice todas aquellas preguntas y que usted dijo que yo podía hacer toda clase de cosas: tocar música, vivir como brahmacārī fuera del templo, casarme? Estoy un poco confundido. Me estoy preguntando, si hago todas esas cosas, ¿seguiré contando con sus bendiciones?
Prabhupāda lanzó una penetrante mirada a los ojos de su discípulo y contestó: —¿Por qué haces tantas preguntas estúpidas? Si no sabes lo que el maestro espiritual quiere, ¿cómo piensas que vas a conseguir sus bendiciones?
Śrīla Prabhupāda entonces siguió caminando y entró en su cuarto de baño. Pañcadraviḍa se quedó con la primera lección de su vida espiritual: hacer lo que quiere el maestro espiritual. Y también apreció mejor, por la manera en que Śrīla Prabhupāda lo trató, que Prabhupāda era trascendental, no un ser ordinario de este mundo.
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
29. Con qué maestría resolvía los problemas
Unos meses después de sus preguntas a Prabhupāda en Calcuta, Pañcadraviḍa se le acercó en Bombay y le entregó en la mano un trozo de papel diciendo: —Es una canción que he escrito.
—Muy bien —dijo Prabhupāda— déjala aquí, ya la veré después—. Pañcadraviḍa dio gracias a Prabhupāda y se puso de pie para dejar la habitación, pero Prabhupāda de repente habló de nuevo: —Ven aquí, vamos a ver esto.
Prabhupāda miró entonces las palabras de la canción de Pañcadraviḍa y dijo: —Entonces... ¿puedes cantar esto?
—Sí, Śrīla Prabhupāda —dijo Pañcadraviḍa—. Tengo una guitarra.
Entonces Prabhupāda le pidió que trajese su guitarra para cantar con él y su sirviente. Prabhupāda se puso la mṛdaṅga en el regazo, su sirviente tocó los karatālas, y Pañcadraviḍa empezó a rasguear las cuerdas para acompañar con su propia voz la canción devocional que él mismo había compuesto.
Hace cinco mil años
en este mismo día
un niñito azul aparecía
en esta tierra oscura y llena de problemas,
en este mundo oscuro y lleno de problemas.
Los hombres galopaban en pesados caballos
buscando al niño que había de matar al rey,
buscando al niño que había de matar al rey.
«Nanda Mahārāja, en el cuerpo de tu niño
puedo encontrar treinta y dos signos de fortuna.
Me sorprendo al pensar
cómo este niño ha venido a nacer
en una familia de pastores de vacas.
Cómo este niño ha venido a nacer
en una familia de pastores de vacas.»
Prabhupāda sonrió y disfrutó de la canción junto con sus discípulos. Fuera de la habitación de Prabhupāda, un devoto le dijo a Pañcadraviḍa que debía considerar que esa había sido la perfección de su carrera como guitarrista, y que ahora ya era momento de olvidarse de la guitarra. Pero Pañcadraviḍa conservó su guitarra durante otro mes aproximadamente, aunque los demás brahmacārīs no apreciaban excesivamente esto. Llegó un día en que decidió prescindir de ella. Aunque le había costado doscientos dólares, aceptó, la vendió por cinco dólares a otro devoto músico. La misma guitarra tuvo posteriores relaciones con Śrīla Prabhupāda en Māyāpura. El nuevo propietario de la guitarra, un discípulo norteamericano, por su temperamento violento, había causado considerables trastornos a la comunidad de devotos, y casi todos los devotos sentían temor en presencia suya. Prabhupāda oyó diferentes quejas y un día llamó al devoto ante él.
—Tú cantas muy bien —dijo Prabhupāda—. ¿Por qué no viajas por todo el mundo, junto con tu esposa, cantando para atraer a la gente a la conciencia de Kṛṣṇa?
Muy animado, el devoto pronto se fue de Māyāpura. Siguiendo la orden de Śrīla Prabhupāda, se marchó cantando con su guitarra. Aunque los śāstras dicen que nadie puede conocer lo que piensa el ācārya, y aunque Śrīla Prabhupāda nunca dijo que había alejado a un devoto problemático sugiriéndole que viajase y cantase, todos los devotos de Māyāpura no pudieron menos que apreciar con qué maestría resolvía los problemas Śrīla Prabhupāda
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
30. Kṛṣṇa con dolor de cabeza
Era costumbre de Prabhupāda, cuando visitaba el templo de ISKCON en la calle Henry, en Brooklyn, recibir a los artistas de ISKCON y revisar las últimas pinturas que habían hecho para sus libros. Pero cuando una de las pintoras veteranas, Jadurāṇī-devī dāsī, enseñó a Prabhupāda una nueva pintura de Kṛṣṇa en Vṛndāvana, Prabhupāda le dio una respuesta infrecuente. La pintura representaba al joven Śrī Kṛṣṇa, sentado en los arbustos de Vṛndāvana. Tenía la cabeza inclinada, y, Su mano en la frente, parecía abatido. Por detrás de los arbustos, algunas gopīs Lo buscaban.
—¿Qué es esto? —preguntó Prabhupāda. Era como si no supiera qué hacer con aquello.
—¿Hay algo mal? —preguntó inquieta Jadurāṇī—. Es Kṛṣṇa lamentándose porque Rādhārāṇī Lo ha dejado.
—No —afirmó Prabhupāda.
—Sí —repitió Jadurāṇī—. Está hecha según Las Enseñanzas de Śrī Caitanya. Kṛṣṇa se lamenta porque Rādhārāṇī se marchó, y Él se metió entre los arbustos y se lamenta.
—No —dijo Prabhupāda— Kṛṣṇa no es así.
Jadurāṇī insistió en que así estaba en el libro, pero Prabhupāda puso reparos: —Kṛṣṇa no se lamenta de esta manera —explicó. Prabhupāda no dijo en concreto qué era lo que estaba mal, pero los devotos se angustiaron, especialmente la artista. Todos se sintieron incómodos, hasta que Śrīla Prabhupāda halló una solución: —Puedes usar esta pintura para ilustrar otro motivo —dijo—. Este cuadro puede ser el que representa a Kṛṣṇa cuando tiene dolor de cabeza. Prabhupāda se echó hacia atrás satisfecho y repitió: —Sí, Kṛṣṇa con dolor de cabeza.
Todos rieron aliviados cuando Prabhupāda encontró otra manera de apreciar el servicio de su devota.
Entrevista con Bharadvāja dāsa
31. La humilde afirmación de Prabhupāda
En otra visita al templo de Brooklyn, cuando Śrīla Prabhupāda veía las últimas pinturas de sus discípulos artistas, de pronto pidió que trajesen una cinta de sus bhajanas donde cantaba Jīva Jago.
En unos minutos encontraron la cinta, y Prabhupāda se recostó en su āsana escuchando en silencio, junto con los devotos que llenaban la habitación. Estaba tan absorto escuchando el canto que a los devotos les pareció que había entrado en trance. Incluso cuando levantó los ojos y miró la habitación en torno, ellos siguieron pensando que el humor espiritual de Prabhupāda era profundo e inaccesible. Cuando se terminó la cinta, Prabhupāda seguía sin poder hablar, de modo que pareció que la reunión se terminaba. Los devotos, a regañadientes, empezaron a levantarse y salir. Pero uno de los pintores se adelantó con otro cuadro.
—Prabhupāda, hemos olvidado mostrársela. Aquí hay otra pintura más.
—Sí —dijo Prabhupāda, aún muy pensativo—. Sí, es buena. Entonces miró alrededor a los devotos reunidos en la habitación y empezó a mover su cabeza a los costados apreciativamente.
—En realidad todos ustedes son buenos —dijo—. Todos ustedes son buenos, y en asociación con ustedes hasta yo puedo ser bueno. Por lo demás, yo soy muy malo—. Ahora sí la reunión se había terminado; nadie fue capaz de responder a la humilde afirmación de Prabhupāda.
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
32. ¿Qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Algunos discípulos de Prabhupāda estaban en medio de carreras más o menos prometedoras cuando se unieron a él para emprender una vida espiritual de plena dedicación. Jagattāriṇī-devī dāsī había sido una importante actriz de cine en Australia y acababa de hacer una película con Mick Jagger justo antes de decidir rendirse a Śrīla Prabhupāda. Una vez que Śrīla Prabhupāda visitaba Australia, un reportero publicó la historia de que la ex-actriz ahora era una renunciada devota. Imprimieron en el periódico dos fotografías que presentaban a Jagattāriṇī, primero como actriz de cine, con maquillaje y atractiva vestimenta, y otra foto en que vestía sārī y fregaba una olla. Cuando publicaron el periódico, los devotos se divirtieron y quisieron llevárselo a Śrīla Prabhupāda, aunque Jagattāriṇī tenía miedo de que no le gustase. Cuando Prabhupāda vio las fotos, se rió.
—En esta fotografía como actriz de cine, ella tiene un aspecto triste y no es muy bella —dijo Prabhupāda. Después señaló la foto de su discípula con sārī—. Pero en esta fotografía se la ve muy alegre y muy hermosa. Aunque los materialistas lo verán al revés.
Esa tarde, en el templo, cuando Jagattāriṇī se acercó al vyāsāsana de Prabhupāda para recibir un poco deprasāda, él le dijo: —Eres muy afortunada, porque Kṛṣṇa te ha salvado de toda esa locura.
Entrevista con Jagattāriṇī-devī dāsī
Un discípulo recién casado se acercó a Śrīla Prabhupāda en cierta ocasión para tomar consejo sobre el matrimonio, y obtuvo una respuesta enigmática.
Śrīla Prabhupāda en persona había llevado a cabo el yajña de fuego ceremonial para los jóvenes en su templo de Londres, y a la mañana siguiente, los recién casados se las arreglaron para acompañar a solas a Śrīla Prabhupāda en su caminata matutina. El devoto caminaba próximo a Prabhupāda, y su esposa caminaba tres pasos más atrás.
—Prabhupāda, ¿qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Prabhupāda guardó silencio durante un momento y dijo después: —Estar casado en conciencia de Kṛṣṇa quiere decir que antes de comer tu prasāda, salgas a la calle y llames tres veces en voz alta: «¿Hay alguien que quiera tomar prasāda? ¿Hay alguien que quiera tomar prasāda? ¿Hay alguien que quiera tomar prasāda?». Y si no viene nadie, entonces puedes tomar prasāda.
El esposo se sintió confundido de alguna manera, porque lo que él esperaba era oír indicaciones sobre la posición de una pareja casada, y cómo debían tratarse íntimamente en sus relaciones. El joven pensó que quizá Prabhupāda no le había entendido; así que al final de la caminata repitió la misma pregunta: —Prabhupāda, ¿me podría explicar qué significa estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Śrīla Prabhupāda repitió la misma respuesta con firmeza: —Significa que antes de tomar prasāda, debes salir a la calle y llamar tres veces en voz alta: «¿Hay alguien que quiera tomar prasāda?». Y si no viene nadie, entonces puedes tomar prasāda.
Entrevista con Kulaśekhara dāsa
No debemos ser como este neófito gṛhastha consciente de Kṛṣṇa y sorprendernos por el consejo de Prabhupāda a los casados. En su recuerdo, el devoto dice que pensó que Prabhupāda no lo había entendido. Pero Prabhupāda lo había entendido perfectamente, y también le dio un buen consejo para un auténtico comportamiento de gṛhastha. En el Séptimo Canto del Śrīmad-Bhāgavatam hay instrucciones completas para los gṛhasthas, y estas pocas palabras que aquí habla Prabhupāda, están entre las normas de las Escrituras para la vida familiar. No podemos decir exactamente por qué Śrīla Prabhupāda eligió dar esta instrucción, y sólo esta instrucción. Pero en primer lugar los nuevos padres de familia deben aceptar que las instrucciones de Prabhupāda son śāstricas, y en segundo lugar, deben intentar pensar por qué Śrīla Prabhupāda ha seleccionado esas instrucciones en particular para ellos. Śrīla Prabhupāda no hablaba caprichosamente, ni seleccionaba arbitrariamente de entre las muchas instrucciones de las Escrituras.
La concreta instrucción que dio Prabhupāda, que un casado no debe conformarse con buscar una situación agradable para su propia gratificación sensorial en lo que al alimento se refiere, sino que debe compartirlo con los demás primero, enfatiza que el aśrama de gṛhastha es un modo de vida renunciado. El joven casado admitió que quería oír de Prabhupāda sobre los tratos íntimos de marido y esposa. Pero Prabhupāda apuntó que la vida de gṛhastha no versa sobre eso. De acuerdo al sistema varṇāśrama, el gṛhastha en realidad es el que abastece de todo al conjunto de la sociedad. Un devoto neófito puede pensar que si se casa podrá arreglarlo todo mucho mejor para llevar una vida independiente, comer y estar cómodo, lo cual cuando erabrahmacārī no era tan fácil de conseguir, pero la instrucción concreta que Prabhupāda eligió reduce esta mentalidad errónea a pedazos. Antes de convertirse en un disfrutador de los sentidos, una vez casado, elgṛhastha se ve aquí como aquel que tiene que llevar como su propia carga a todos los seres humanos, e incluso a otras criaturas vivas. Ésta es la imagen de un casado que no se las arregla para disfrutar, sino que gana para su mesa y sale fuera a dar de comer a otros antes que a él mismo. Cualquier instrucción que Śrīla Prabhupāda dio, por muy extraña o sorprendente que pudiera haber parecido en el contexto, ciertamente estaba en relación con las Escrituras, y si cada quién piensa en ella cuidadosamente, verá cómo la enseñanza se aplica perfectamente a su propio caso, y cuando actúe en relación con esto, logrará el éxito.
En El Néctar de Prabhupāda vemos a Prabhupāda dar instrucciones concretas a personas concretas. Podemos decir que estas instrucciones no tienen que ser aplicadas universalmente, pero, al menos, en cada caso, son instrucciones absolutas. La prueba de cada discípulo sincero es que sigue las instrucciones que Prabhupāda le dio. Ya hemos citado esto cuando hablamos de las prevenciones que Prabhupāda hizo al devoto artista que manifestaba síntomas sahajiyā [pasatiempo nº 4]. Al leer las anécdotas de Śrīla Prabhupāda como instrucciones prácticas, podemos apreciar las instrucciones particulares que dio Prabhupāda a diferentes personas, y podemos también embebernos de la instrucción general, esto es que cada uno, (él o ella) tiene siempre que respetar al maestro espiritual, meditar en él y ejecutar las instrucciones que de él ha recibido.
33. Inteligencia mal utilizada
Prabhupāda estaba hablando en una habitación llena de invitados en Australia. Habló del mal uso de la inteligencia. Dijo que la gente tiene en la forma humana de vida la oportunidad de alcanzar la comprensión espiritual, y que —a pesar de ello— simplemente desperdician su inteligencia. La charla de Śrīla Prabhupāda estaba siendo grabada en varios cassettes, y los micrófonos se apoyaban sobre la mesa que él tenía delante. Su tono era serio, tal como en una conferencia formal, y Prabhupāda se mostraba resuelto entregando la conciencia de Kṛṣṇa a la gente.
En medio de la charla, mandaron a un brahmacārī recién iniciado para que le llevase a Prabhupāda una copa de agua. La copa era una fantasía de base pequeña y abertura amplia. La habían puesto al revés encima de la bandeja de plata, junto con un jarro de agua helada. El brahmacārī puso nerviosamente la bandeja sobre la mesa de Prabhupāda, mientras todos lo miraban y esperaban. Sin darse cuenta de que la copa estaba vuelta al revés, por alguna causa el joven pensó que la base en realidad era un embudo en el que debía verter el agua. Pero tan pronto empezó a verterla, el agua se derramó de la base de la copa, salpicando la mesa.
—¿Qué es esto? —exclamó Prabhupāda.
—Es agua, Prabhupāda —dijo el brahmacārī.
En aquel momento, ya varias personas del público se levantaron para resolver la situación. Nadie reía. Por el contrario, lo que había era una incomodidad molesta, que una cosa tan extraña hubiese ocurrido en presencia de Prabhupāda. Finalmente el joven se sentó otra vez, y Prabhupāda reinició su clase.
—Inteligencia mal utilizada —dijo Prabhupāda y la audiencia rió con él, apreciando su ingenio y su habilidad para distender el difícil momento.
Entrevista con Amogha dāsa
34. «Yo quiero», eso es complacencia de los sentidos
En una ocasión en que Śrīla Prabhupāda se encontraba en Māyāpura, un discípulo suyo vino de África con la intención de llevar a cabo austeridades extremas en el santo dhāma. En lugar de vivir en el edificio de viviendas, el devoto se instaló en un cobertizo cerca de un bananal. Se había comprobado que cantaba 120 rondas de japa al día, dormía dos horas y de prasāda sólo tomaba un bocado.
Śrīla Prabhupāda se enteró de la presencia del muchacho en el dhāma, pero al principio no dijo nada públicamente. Una mañana, cuando Prabhupāda caminaba alrededor del estanque, un devoto se refirió a las últimas prácticas austeras del devoto de África. Algunos devotos estaban impresionados, pues conocían lo difícil que era cantar tantas rondas y dormir y comer tan poco.
—Śrīla Prabhupāda —dijo un devoto— ahora está aumentando su canto, y rechaza toda compañía, pues no quiere ocuparse en conversaciones frívolas.
—Sí —dijo Prabhupāda evasivamente—, ahora querrá irse a vivir al río.
—Śrīla Prabhupāda, ahora quiere vivir bajo un árbol.
Entonces Prabhupāda reveló su mente: —Todo es una tontería —dijo. Y agitó su mano, como quitándole todo valor al esfuerzo del joven—. En cuanto dices «yo quiero», eso es complacencia de los sentidos, una tontería.
Entrevista con Jagat-guru Swami
35. Bhavatāriṇī, la hermana de Śrīla Prabhupāda
En Māyāpura, en especial en la época de los festivales internacionales, diferentes discípulos se encargaban de hacer guardia a la puerta de Śrīla Prabhupāda. Su principal cometido era disuadir a posibles visitantes, de manera que Śrīla Prabhupāda no se viese constantemente interrumpido. El guarda también estaba para ir a buscar cualquier cosa que Śrīla Prabhupāda quisiese.
Una vez, mientras Mahābhūti dāsa hacía guardia a la puerta de Prabhupāda, Śrīla Prabhupāda lo llamó y le pidió un zumo de dob fresco. Pero, mientras Śrīla Prabhupāda hablaba, su hermana, Bhavatāriṇī, entró de pronto en la habitación. La hermana de Prabhupāda, que los discípulos de Prabhupāda llamaban Piśimā (o ‘tía’), tenía entrada libre para ver a Prabhupāda cada vez que quisiese. Además, lo cierto era que nadie hubiera podido impedirle ver a Prabhupāda, hablar con él o cocinar para él cuando lo desease.
Cuando Piśimā se sentó en la habitación, Mahābhūti se levantó para cumplir el deseo de Prabhupāda dedob fresco. Pero Prabhupāda habló con seriedad: —Siéntate—. Y Mahābhūti se volvió a sentar.
Śrīla Prabhupāda empezó a hablar con su hermana en bengalí, y Mahābhūti esperó durante aproximadamente veinte minutos, cantando japa silenciosamente. La conversación entre Prabhupāda y su hermana discurrió plena de entusiasmo, hasta que cerca del final, Prabhupāda adoptó un tono de ligera reprimenda. Por último, Bhavatāriṇī ofreció sus respetos a su exaltado hermano y salió de la habitación. Prabhupāda se puso de pie, y Mahābhūti se dispuso a salir para llevar a cabo el recado interrumpido.
Como para explicar su comportamiento, Prabhupāda citó un verso:
mātrā svasrā duhitrā vā na-avivikta-āsano bhavet
balavān indriya-grāmo vidvāṁsam api karṣati
—Nunca te quedes a solas con una mujer —dijo Prabhupāda.
Entrevista con Mahābhūti dāsa
Prabhupāda describió también que su maestro espiritual era muy estricto siguiendo la regla de no quedarse solo con una mujer. Una vez, uno de los discípulos de Bhaktisiddhānta Sarasvatī, el Dr. O. B. L. Kapoor, visitó a Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī con su muy joven esposa. Mientras hablaban, la muchacha le dijo al guru de su esposo: —Me gustaría preguntarle algo, en privado—. Pero Bhaktisiddhānta Sarasvatī replicó: —No, yo no puedo verla en privado. Lo que quiera preguntar, puede hacerlo aquí—. Śrīla Prabhupāda comentó que en aquella época Śrīla Bhaktisiddhānta era lo bastante anciano como para ser el bisabuelo de la joven, pero aun así aplicó estrictamente esta norma como un ejemplo. El gran discípulo de Bhaktisiddhānta Sarasvatī, Śrīla Prabhupāda, hizo lo mismo.
Divulgar en la India la conciencia de Kṛṣṇa muchas veces quería decir que Prabhupāda tenía que ir con sus discípulos a respetar prasāda a las casas de la gente. Entonces, comer era una forma de servicio a Kṛṣṇa.
Cuando Girirāja dāsa fue a la India por primera vez, estaba acostumbrado a un estricto entrenamiento debrahmacārī, y el hábito personal que tenía era ser particularmente reservado a la hora de aceptar dulces. Pero en una ocasión, Prabhupāda vio que la austeridad de su discípulo causaba incomodidad a su anfitrión.
El padre del hombre que había invitado a Prabhupāda a comer había intentado en repetidas ocasiones dar a Girirāja un segundo rasagullā, pero Girirāja seguía rehusando. Como Girirāja se sentaba bastante cerca de Prabhupāda, no quería que Prabhupāda pensase que él era un disfrutador sensual, y por esta razón constantemente se negaba a tomar el rasagullā del anciano padre de su anfitrión. Al final, cuando el hombre venía de nuevo a halagar a Girirāja, Śrīla Prabhupāda lo miró amorosamente y le dijo: —Puedes tomar un dulce, para hacer feliz a un anciano—. De esta manera, Girirāja aceptó otro dulce.
Entrevista con Girirāja Swami
36. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la salud y la enfermedad
En cuanto a tu enfermedad física, debes hacer lo que se requiera para tratarla adecuadamente, lo que más práctico sea.
Carta a Bhakta dāsa (7 mayo 1975)
En primer lugar, no es cuestión de que un devoto sea alejado de la asociación por haber enfermado, ni tampoco creo que se esté haciendo esto como norma general. ¿Quién se ha visto así excluido? Un síntoma del devoto es que es bondadoso, de manera que, si nuestro hermano espiritual enferma, nuestro deber es ayudarle proporcionándole la medicina y el tratamiento que necesita, para que se pueda recuperar.
Carta a Śukadeva dāsa (abril 1974)
En lo que toca al padecimiento de Bhūmātā-devī dāsī, lo que debe hacer no es más que tomar el tratamiento que haga falta. Hacer el mejor uso de una mala compra. Este cuerpo material es una mala compra, porque siempre es miserable. Hacer el mejor uso de esta mala ganga significa ofrecer servicio devocional en toda circunstancia. El polvo de los pies de loto del maestro espiritual nunca debe usarse para obtener beneficios materiales. Éste es un gran error. Lo mejor es que esta chica intente cantar dieciséis rondas cada día lo mejor que pueda, y seguir todas las reglas y regulaciones, incluso aunque padezca alguna aflicción; de esta manera, entenderá completamente la misericordia de Kṛṣṇa y del maestro espiritual.
Carta a Kṛṣṇānandiṇī-devī dāsī (8 abril 1975)
Los médicos dan una medicina y hablan de seguridad, pero no hay seguridad, y si no hay seguridad, ¿por qué vamos a romper nuestros cuatro principios básicos? No creo que haya garantía de seguridad por tomar esa medicina hecha con productos animales. Pero si realmente es seguro, puedes tomarla. Pero es muy dudoso.
Carta a Govinda dāsī (12 febrero 1972)
En la historia hay muchos ejemplos de personas muy incapacitadas físicamente pero que a pesar de todo practicaron conciencia de Kṛṣṇa. Todavía, en los días que corren, en Vṛndāvana, India, hay muchas personas ciegas, mutiladas, cojas, deformes, etc., pero que están muy resueltas a practicar la conciencia de Kṛṣṇa lo mejor que puedan. Sólo tienes que estar resuelto a practicar el proceso de bhakti-yoga con las habilidades que tengas. Si de verdad eres sincera, Kṛṣṇa te ayudará. Si necesitas alguna ayuda médica, toma la que te haga falta.
Carta a Kṛṣṇa-vilāsinī-devī dāsī (3 junio 1975)
Has cumplido tu deber en los últimos momentos de la vida de tu esposa, de modo que pudo oír el canto. En cuanto a dónde ha ido ella, eso depende de los pensamientos que tenía en el momento de dejar el cuerpo. Esto se dice en el Bhagavad-gītā:
anta-kāle ca mām eva smaran muktvā kalevaram
yaḥ prayāti sa mad-bhāvaṁ yāti nāsty atra saṁśayaḥ
«Y quienquiera que al final de la vida abandone el cuerpo recordándome únicamente a Mí, de inmediato alcanza Mi naturaleza. De esto no hay ninguna duda» (Bg. 8.5). Recordar a Kṛṣṇa implica práctica, y esto se hace más que nada cantando el mantra Hare Kṛṣṇa.
Carta a Gandharva dāsa (11 junio 1974)
Al respecto del accidente de automóvil, organiza una reunión de pésame por Rāghava dāsa Brahmacārī y ora por su alma a Kṛṣṇa para darle una buena oportunidad de avanzar en conciencia de Kṛṣṇa. En verdad, Kṛṣṇa le va a dar un buen lugar donde nacer en el que de nuevo pueda empezar sus actividades de conciencia de Kṛṣṇa. Esto es seguro. Pero, ofrecemos nuestros pésames a un alma que se ha ido, separándose de los vaiṣṇavas. ¿Sabes que se debe distribuir prasāda? Tres días tras la partida de unvaiṣṇava, hay que celebrar una reunión para ofrecer kṛṣṇa-prasāda al alma partida y a todos los demás. Ese es el sistema.
Carta a Revatī-nandana Swami (14 noviembre 1973)
37. Historias del bufón Gopāla Bhan
Prabhupāda dio a conocer a sus discípulos las historias del bufón Gopāla Bhan, que fue famoso en Bengala por su inteligencia, ingenio y agilidad mental en la corte del rey Kṛṣṇacandra. Prabhupāda dijo que nadie, ni siquiera un emperador, puede estar todo el tiempo serio, sin ningún desahogo. Pero, como todos tienen que tratar al rey muy respetuosamente, tenía que haber una persona a la que se le permitía bromear con el rey. El rey también tenía que ser capaz de bromear con él, porque si el rey fuera a hacer esto con su primer ministro, el prestigio del primer ministro se vería reducido. Así pues, el rey Kṛṣṇacandra siempre se entretenía en una batalla de agudezas con su arlequín Gopāla Bhan.
Una vez Gopāla caminaba en la corte del rey, y el rey dijo: —Gopāla, eres un asno.
—Mi señor —dijo Gopāla— yo no soy un asno. Hay una diferencia entre un asno y yo.
Entonces Gopāla midió la distancia entre el rey y él, y dijo: —Metro y medio.
Cuando Prabhupāda contó esta historia riéndose, sus devotos estaban no sólo divertidos, sino también asombrados de que Prabhupāda los invitase a oír y reír con el ingenio de Gopāla.
Prabhupāda contó entonces otra historia. Gopāla se construía una casa, y de acuerdo a la costumbre védica, antes de abrir una casa se debe hacer un sacrificio llamado gṛha-praveśana. Esto es, un yajña en que la casa se purifica y se ofrece a Dios. No se permite a nadie defecar en la casa, o se consideraría contaminada. Nadie usa nada hasta que entran los brāhmaṇas haciendo saṅkīrtana-yajña, recitando mantras y rociando agua del Ganges. De esta forma, en la cultura védica todo, incluyendo construir una casa y concebir un niño, se regula de modo que en todo momento la persona sea consciente de Kṛṣṇa. Pero, explicó Prabhupāda, el rey quería derrotar a Gopāla, y para ello ofreció una gran recompensa de monedas de oro a aquel que pudiese ser más listo que Gopāla y evacuar en su casa recién construida.
Un día Gopāla inspeccionaba su casa, cuando llegó un hombre enviado por el rey que pretendía estar sufriendo de un urgente llamado de la naturaleza.
—Gopāla —dijo—, tengo que defecar inmediatamente. Por favor, indícame tu cuarto de baño. No me puedo contener.
—De acuerdo —dijo Gopāla—. Sube—. Lo llevó al cuarto de baño de la casa recién construida y le permitió ponerse en cuclillas dentro. Pero cuando el hombre intentó cerrar la puerta por cuestión de reserva, Gopāla se quedó allí con la puerta abierta.
—Gopāla, ¿por qué no me dejas cerrar la puerta y te quedas ahí parado? ¿Para qué tienes ese bastón tan grande en la mano?
Gopāla dijo: —No, te dejo pasar excremento en mi cuarto de baño, pero si sueltas un gota de orina te aplastaré la cabeza—. Entonces el hombre se rió y confesó: —Eres muy listo—, y se fue corriendo, derrotado.
Prabhupāda rió también tras esta historia, aunque los devotos estaban algo perplejos. Prabhupāda admitió que el humor védico era en cierto modo sutil. Dijo que el humor estaba inseparablemente ligado a la cultura, y que si no se conoce bien la cultura, no se puede entender el humor. Pero en la cultura védica, religión, humor, arte, música, todo estaba interconectado.
Entrevista con Jayapatākā Swami
La historia en que Gopāla Bhan fue más listo que el que intentó defecar en su casa recién construida, contiene lecciones que se pueden aplicar en temas más elevados. Prabhupāda la usó para ilustrar la mentalidad engañosa de la gente que parece decir una cosa pero que en secreto pone condiciones para hacer que lo que ha dicho sea imposible de poner en práctica. Es muy difícil evacuar sin derramar al menos una gota de orina. De manera que Gopāla estaba dando al hombre permiso de palabra, pero lo que proponía era prácticamente imposible. Además, Gopāla estaba listo para castigar al hombre si éste no era capaz de hacer lo imposible. Debemos ser cuidadosos de no presentar dobleces en nuestro trato con los demás, de modo de pedirles cosas imposibles de conseguir. También, un devoto que predica en el mundo de los sagaces materialistas, debe tener cuidado de no ser engañado por las tentadoras propuestas de hombres de negocios, políticos y otros disfrutadores. Si, con una inteligencia clara, podemos cruzar a través de esos desorientadores malabarismos de palabras, podremos ser capaces de hacer valer la conciencia de Kṛṣṇa pura y exponer los intentos engañosos de otros. Las historias de cómo Gopāla engañaba al rey y sus amigos pueden servir para que nos divirtamos al oírlas, pero también pueden ser un tema más serio cuando pasamos una prueba en la vida, con problemas difíciles de solucionar. En el Śrīmad-Bhāgavatam, leemos cómo Bhīma y Śrī Kṛṣṇa aconsejaron a Arjuna que matase a Aśvatthāmā, mientras Yudhiṣthira, Draupadī y otros le pidieron que lo perdonase. Era imposible satisfacer los deseos de todas esas exaltadas personas, pero, por la gracia de Kṛṣṇa, Arjuna obtuvo una brillante solución. Hay casos parecidos de vaiṣṇavas que tienen que pasar pruebas difíciles, aparentemente imposibles de superar, y que a pesar de todo fueron capaces de solucionar la contradicción. Cuando unvaiṣṇava, valiéndose de su inteligencia consciente de Kṛṣṇa, salva las trampas de los materialistas o los derrota con una lógica superior consciente de Kṛṣṇa, su acción va más allá de la simple diversión, es una maravillosa victoria.
38. El bufón Gopāla Bhan disgusta al rey
Un día, la esposa del rey dio a luz un hijo varón, y el rey se regocijaba. En aquel momento Gopāla Bhan entró en la habitación, y el rey le dijo: —Gopāla, en esta muy, muy feliz ocasión, dime por favor, ¿qué se te ocurre decir? Dime exactamente cómo te sientes en este momento.
Gopāla contestó: —Francamente, en este momento, me siento muy feliz después de defecar.
—¡Gopāla! ¿Cómo puedes decir semejante cosa? —El rey estaba humillado—. ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir en este afortunado momento? Estoy disgustado por completo. No tiene la menor gracia, y no aprecio tu humor en absoluto.
Tras eso, las relaciones entre el rey y Gopāla fueron tirantes por algún tiempo. Pero un día Gopāla remaba río abajo llevando al rey, cuando el rey repentinamente sintió que la naturaleza lo llamaba urgentemente.
Gopāla dijo: —A este lado hay una zona de selva muy densa. No es lo mejor. Sigamos un poco más río abajo y llegaremos a un lugar mejor.
El rey exclamó: —¡No, dirígete a la orilla!
Gopāla replicó: —No, aquí no. Hay peligro: ladrones y bandoleros. Su vida puede peligrar. Más adelante hay un sitio.
El rey dijo: —Gopāla, ¡ya no aguanto más, ve allí inmediatamente!—. Gopāla tuvo que dirigirse allí y el rey saltó fuera. Apenas podía contenerse. Cuando volvió, Gopāla le preguntó: —¿Cómo se siente?
El rey contestó: —Me siento muy feliz después de defecar.
Entonces Gopāla dijo: —¿Se acuerda? Exactamente ésta era la situación en que estaba yo cuando acababa de nacer su niño. Cuando usted me preguntó en aquel momento qué estaba sintiendo exactamente, yo estaba en la misma situación que usted ahora. Yo le dije como me sentía, pero usted pensó que estaba insultando a su hijo y nunca lo apreció. ¿Lo entiende ahora?
Jayapatākā Swami
39. Personal: Su horario normal
Personal
Su horario normal
Prabhupāda seguía su propio horario y sólo en ocasiones se desviaba de él. A las once o las once y media de la mañana era la hora de su masaje, pero si tenía invitados y estaba predicando, no se paraba para respetar su horario. O por la noche, seguía hablando, especialmente en Bombay, con algún miembro vitalicio o abogado. Pero nunca fue caprichoso en cuestiones de tiempo, o sobre dónde estar para servir a Kṛṣṇa. Una vez, tras pasear media hora a lo largo de la playa de Juhu, el Dr. Patel (uno de sus amigos, que se había unido a nuestra caminata) sugirió que regresáramos. Prabhupāda miró su reloj y dijo que era demasiado pronto, la Deidad de Rādhā-Rāsavihārī no daría su darśana hasta que pasase otra hora. El Dr. Patel dijo: —Si usted regresa temprano, como es un devoto puro, Kṛṣṇa puede dar Su darśana más temprano—. Prabhupāda dijo que no había que considerar eso; no podemos cambiar el horario de las Deidades para que sigan el nuestro.
Él nunca se iba solo, sin devotos acompañándole. Nunca se le oyó decir: «Me voy unos cuantos días» o «Me voy a resolver un asunto privado que tengo» o «Voy a tomarme unas vacaciones». Todo se hacía en el mejor momento consciente de Kṛṣṇa. Incluso en su soledad se le podía oír cuando traducía el Bhāgavatam, o cuando cantaba el mantra Hare Kṛṣṇa en sus cuentas de japa. El silencio de su conciencia pura no podíamos entenderlo nosotros, pero había vislumbres de ello cuando a veces nos contaba un sueño que había tenido, o nos revelaba algo que hubiera estado pensando en soledad.
En 1968, en Nueva York, tras quedarse hasta muy tarde por la noche, Prabhupāda se levantó y viajó por la madrugada temprano a Boston. Allí escribió una carta a su presidente de templo en Nueva York, que no había sido capaz de levantarse la mañana en que Prabhupāda partió hacia Boston. —No me alabes solamente —escribió Prabhupāda—: también haz lo que yo hago—. Prabhupāda siguió su horario de un modo considerablemente estricto. Podían golpearle los acontecimientos, noticias del ataque de algún demonio podían hacer que se pusiera muy serio, pero aún así, con gran seriedad, iría a bañarse, o tomaría prasāda; a menos que el hecho fuese excesivo y entonces, por la ansiedad, no iría a comer; o como en una ocasión en que se quedó toda la noche preocupado por un discípulo líder que daba señales de desviación seria. Una vez le enseñaron las fotos en color del primer Ratha-yātrā en Los Ángeles, las miró con placer trascendental durante horas y no recibió su masaje. La puntualidad era su factor fijo, con esas pequeñas excepciones que nos enseñaban algo más allá del horario, pero lo común era que se cuidaba de su programa de rutina.
No daba la imagen estereotipada del hindú que siempre llega dos horas tarde a cada encuentro. Prabhupāda tenía la costumbre de mirar su reloj, y a veces, cuando sus sirvientes no estaban listos para partir, salía de la habitación y se dirigía al automóvil que esperaba, dispuesto a dejarlos atrás. Pero no tenía la apariencia del karmī, pies y manos encadenados a seguir un horario impuesto que no le deja libertad.
El Bhagavad-gītā describe los «principios regulados de la libertad», y Prabhupāda estaba liberado, pero para enseñarnos a nosotros, y para vivir del modo que era más eficaz para cumplir su servicio, organizó cada minuto de sus veinticuatro horas. Había un momento en la madrugada, cuando el aire era más fresco y el vecindario estaba más tranquilo, que era mejor para darse un paseo para cantar japa. Había un momento —de acuerdo al horario de Sus Señorías— que era mejor para saludar a las Deidades. Había un tiempo que era mejor para que los devotos se reunieran, un tiempo apropiado para comer y mantener la salud, y un tiempo razonable para responder cartas. Para reglamentar a sus hombres a que se levantasen temprano, él se levantó temprano. Predicó a sus invitados en los momentos que más les convenían a ellos. De esta manera marcó un horario a sus actos trascendentales, no por el mero hecho de poner normas sino para llevar a cabo su servicio a Kṛṣṇa, el mejor, el más constante, para extender y solidificar su movimiento ISKCON en este mundo.
Satsvarūpa dāsa Goswami
40. Predicar significa describir a Kṛṣṇa
Uno de los discípulos artistas de Prabhupāda, Bharadvāja dāsa, tenía su propias ideas acerca de cómo debía predicar, hasta que Prabhupāda imprimió en él su propio deseo y definición de cómo predicar. Cuando recibió su mantra gāyatrī, Bharadvāja preguntó: —Prabhupāda, ¿puedo hacerle una pregunta?—. Prabhupāda asintió y Bharadvāja prosiguió: —Me gustaría ir a predicar—. Iba a decir algo más, pero Prabhupāda lo cortó.
—¿Qué sabes tú de predicar? —desafió Prabhupāda, y su discípulo se quedó sin habla.
—Predicar significa describir a Kṛṣṇa —dijo Prabhupāda—. Tú lo estás haciendo con tus pinturas—.
Prabhupāda se echó hacia delante por encima de la mesa y miró a los ojos de su discípulo. --
Trata de entender, por favor —dijo Prabhupāda—. Si tú no haces este importante servicio, ¿quién lo va a hacer? Sigue pintando.
Bharadvāja dejó el cuarto, meditando en lo que Prabhupāda había dicho. Pensó cómo había querido decirle a Prabhupāda: «Quiero ir a Rusia». Quizá si lo hubiese dicho habría sido diferente. Pero entonces retumbaron en su mente las propias palabras de Prabhupāda, y por último empezó a entenderlas. Se empezó a dar cuenta de que el mero hecho de conocer otra lengua no era una gran cualificación para predicar. En cambio pintando un cuadro con el nombre, la fama y los pasatiempos de Kṛṣṇa, podía predicar en todas partes muy directamente, en un lenguaje universal que no exige traducción. Cuanto más pensó en ello, más feliz se sintió de seguir la orden de Prabhupāda.
Al día siguiente, Prabhupāda se reunió de nuevo con los artistas de ISKCON y Bharadvāja estaba ansioso de demostrar a Prabhupāda que había entendido sus enseñanzas. Prabhupāda hablaba del significado desannyāsa, que dijo que era predicar sirviendo a Kṛṣṇa con cuerpo, mente y palabras. Servicio con la mente, dijo Prabhupāda, quiere decir la inteligencia. El trabajo especial de los artistas era servir a Kṛṣṇa con la inteligencia. Debían servirle con la inteligencia y no distraerse con variedad de cosas. Pensando que, por último, había entendido el punto claramente, Bharadvāja habló.
—Prabhupāda —dijo— el otro día usted dijo que predicar es describir a Kṛṣṇa.
—Sí —dijo Prabhupāda— hay que ofrecer las palabras a Kṛṣṇa valiéndose del habla.
Bharadvāja quedó confundido otra vez, y el deseo que antes tenía de predicar viajando y pronunciando palabras, no pintando, volvió a su mente. Pensó que había entendido a Prabhupāda, pero ahora Prabhupāda amplió su explicación. Bharadvāja se sorprendió.
—El artista también puede predicar —dijo Prabhupāda—. En el templo, a los devotos. Pero continuó insistiendo en que los artistas más que nada se sentasen y pintasen, ésa era su mejor prédica. Al ver la confusión de Bharadvāja, Prabhupāda se volvió a él.
—Dime Bharadvāja, ¿adónde querías ir?
Bharadvāja sintió que había caído en una trampa, pero no pudo resistirse. —A Rusia —dijo.
Prabhupāda echó la cabeza hacia atrás, lleno de sorpresa: —¡¿Rusia?! —exclamó, y se rió. Con esta nota, Śrīla Prabhupāda dio fin a su conversación con los artistas.
«Ahora me he portado como un tonto dos veces delante de Śrīla Prabhupāda», pensó Bharadvāja, y decidió no volver a exhibir nunca más su inestabilidad mental frente a Prabhupāda. «¿Cuándo aprenderé? —pensó—; Prabhupāda quiere que me dedique a pintar.»
Entrevista con Bharadvāja dāsa
41. Intercambios con sus devotos
Śrīla Prabhupāda dijo una vez que para poder amar a Kṛṣṇa primero hay que conocerlo. Como representante de Kṛṣṇa, Prabhupāda hizo que sus devotos se apegasen a él, y después, que se apegasen al servicio de Kṛṣṇa. Así se establece en los śāstras védicos, que la infinita Personalidad de Dios se revela a la diminuta alma espiritual por intermedio del maestro espiritual. Śrīla Prabhupāda atrajo devotos valiéndose de sus libros, clases y muchos otros métodos directos del bhakti-yoga. También desarrolló relaciones individuales con sus discípulos, a veces basadas en asuntos aparentemente ordinarios. Por supuesto, la relación principal que tenía con cada discípulo se basaba en su servicio regular, pero a veces tenía intercambios con ellos en base a cosas sin importancia. Si se encontraba a los padres de un devoto, a veces preguntaba al devoto por el bienestar de sus padre y madre, o aceptaba un mango diario como regalo, o una ramita para limpiarse los dientes, o tal vez llamaba a un devoto en particular para tener un oponente en debates fingidos. Śrīla Prabhupāda fue desarrollando una creciente amistad con su discípulo Candanācārya dāsa, basada en sus tratos mutuos con respecto a un reloj Omega.
Cuando Candanācārya estaba recibiendo la iniciación harināma de manos de Śrīla Prabhupāda en Boston, le regaló como guru-dakṣiṇā un reloj de oro Omega.
—¿No necesitas este reloj? —le preguntó Śrīla Prabhupāda.
—Bueno, como usted me ha dado algo muy querido para mí, ahora yo le doy a usted lo más querido que poseo.
A Candana el reloj se lo había regalado su padre, y él lo consideraba su más valiosa posesión. Prabhupāda quedó complacido con el regalo y explicó a Candana que dar regalos y aceptar regalos era uno de los seis tipos de intercambios amorosos en conciencia de Kṛṣṇa. El reloj pasó a ser el factor común de una serie de conversaciones que tuvieron lugar a lo largo de un año entre Śrīla Prabhupāda y su nuevo discípulo.
Como el reloj atrasaba un poco, Candanācārya le preguntó a Prabhupāda si primero podía ajustarlo y limpiarlo antes de entregárselo. Prabhupāda consintió, pero después se molestó cuando supo que Candana había dejado el reloj en una joyería sin pedir recibo.
Meses más tarde, cuando Śrīla Prabhupāda fue a Nueva Vṛndāvana, Candana, entre otros cientos, viajó también para ver a su maestro espiritual, y Śrīla Prabhupāda lo recibió afectuosamente. Prabhupāda llevaba el reloj Omega, y al ver a Candana, le dijo: —Este reloj es muy bueno. ¿Tú tienes reloj?—. Prabhupāda mandó a su sirviente que le diese su reloj viejo a Candanācārya. Prabhupāda dijo que le había cambiado la pulsera original por una elástica de metal, «porque es mucho más fácil de poner y quitar». A Candana le gustó recibir de Prabhupāda la pulsera original, que ahora tenía un dulce aroma a sándalo, al haberla llevado Prabhupāda en su muñeca. Puso la vieja pulsera en el reloj que Prabhupāda le regaló. Prabhupāda admiró su reloj Omega cuando se sentaron juntos en su pequeña habitación encima de la sala del templo de Nueva Vṛndāvana. —Lo único diferente en este reloj —dijo Prabhupāda— es que no me dice el día ni la fecha. Ese viejo reloj sí lo hacía.
—Prabhupāda —dijo Candanācārya—, yo le puedo dar un calendario pequeño que se adapta a la pulsera del reloj y se puede cambiar cada mes—. Prabhupāda dijo que sería bueno, y en los meses siguientes hubo más intercambios, pues Candana remitía a Prabhupāda los calendarios de pulsera, y Prabhupāda le escribía dándole gracias.
Meses después, volvieron a encontrarse otra vez en Nueva York, y hablaron más sobre relojes.
—¿Cómo está tu reloj? —preguntó Prabhupāda.
—Está bien, Śrīla Prabhupāda. ¿Y el suyo?
—Se retrasa —replicó Prabhupāda—. ¿Por qué engañan de esta manera? Un reloj tan caro, que piensas que estará en hora, pero que cada día atrasa un minuto o dos.
—Sí —dijo Candana, desabrochando la pulsera y enseñando el reloj que Prabhupāda le había dado— este mío adelanta casi cinco minutos al día.
—Bueno, al menos tiene una buena cualidad —afirmó Prabhupāda—: que adelanta.
Candanācārya y los demás devotos presentes se rieron con Prabhupāda de los engañosos defectos de los relojes. Kīrtanānanda Swami también estaba presente y le llevó a Prabhupāda un plato de prasāda. Prabhupāda lo probó, y luego distribuyó el resto entre todos.
—Śrīla Prabhupāda —dijo Kīrtanānanda Mahārāja—. Lo único que yo quería es hacer el sandeśa del modo que usted me dijo, pero nunca me sale como a usted. Y he hecho todo tal como usted me lo enseñó.
Prabhupāda volvió de lado su cabeza y dijo: —Habilidad.
Así, en tantas maneras diferentes como discípulos diferentes, Śrīla Prabhupāda tenía intercambios con ellos y los conducía a tener una atadura amorosa con Kṛṣṇa, incluso hablando de relojes o de cocina.
Entrevista con Candanācārya dāsa
42. El cometa es un mal presagio
En enero de 1974, cuando los devotos vieron el cometa Kohoutek y lo dijeron a Śrīla Prabhupāda, el calificó al cometa de mal presagio. —En nuestra infancia —dijo— vimos un cometa y se declaró la primera guerra mundial.
Los devotos testigos del cometa Kohoutek dijeron a Prabhupāda que había llenado el cielo cercano al avión en que iban con relámpagos de luz.
—Dicen que va muy rápido, y que emite una cola de gases de cinco millones de kilómetros de longitud.
—¿Y quién le da los gases? —preguntó Prabhupāda—, ¿los árabes?
Dijo que el cometa era como un policía que de súbito se presenta ante nosotros. Por su presencia, podemos entender que hay algún criminal presente y que el policía lo busca. Dijo que ocurrirían desastres.
Grabación en cinta (1º enero 1974)
En América, la Cruzada Antisectas no empezó a actuar hasta muy al final de los años de Śrīla Prabhupāda. Pero Prabhupāda dio buenos consejos acerca de cómo los devotos podían combatirla y cómo podían entender que Kṛṣṇa los estaba protegiendo.
Durante una visita de Śrīla Prabhupāda a la India, Rāmeśvara Swami le explicó a Śrīla Prabhupāda las actividades de estos grupos.
—Estamos consiguiendo mucha propaganda gratis en radio y televisión —dijo Rameśvara Swami—, y en cada ocasión la gente puede ver que somos muy inteligentes, religiosos y buenos, y los desprogramadores acaban pareciendo fanáticos e intolerantes. Así, la gente está obteniendo una buena imagen nuestra por la publicidad de la radio y la televisión.
—Sí —dijo Śrīla Prabhupāda—. Tal como a Sītā-devī la metieron en el fuego y salió sin haberse quemado. Sītā fue calumniada. Decían: «A esta mujer la raptó Rāvaṇa y Rāmacandra está tan dominado por Su mujer que la ha vuelto a aceptar y vive con ella». Entonces Rāmacandra la puso en el fuego y ella salió sin quemarse.
Grabación en cinta (1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
44. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre un programa de templo equilibrado
Sobre un programa de templo equilibrado
En una carta del 12 de junio de 1974 a Śrī Govinda dāsa, en Chicago, Śrīla Prabhupāda insistió en distribuir libros, y afirmó que había que reducir los demás programas. Después de que se distribuyó esta carta a los demás templos, varios devotos le escribieron preguntándole si era cierto que tenían que cortar todos los demás programas, como la adoración de las Deidades y otras clases de prédica externa. Las respuestas de Prabhupāda recalcaron la naturaleza absoluta de cualquier servicio consciente de Kṛṣṇa.
Lo que ocurre es que hay que tener sentido común para todo. Se puede dar el ejemplo de las mujeres, que por naturaleza no olvidan vestirse muy bien aunque estén siempre ocupadas en sus asuntos domésticos. Adorar a las Deidades o dar conferencias en colegios son cosas tan importantes como distribuir libros. De modo que hay que hacer esto muy bien, y al mismo tiempo, hay que distribuir libros. No hay que pensar en hacer una cosa a costa de la otra. Hace falta un poco de sentido común. De hecho, tenemos que ocuparnos veinticuatro horas al día en el servicio a Kṛṣṇa, y tenemos que hacerlo todo muy bien y con perfección.
Carta a Ädi-keśava dāsa (2 enero 1975)
En cuanto a tu pregunta sobre las disputas que se están dando, este tipo de conversaciones no son apropiadas para mis estudiantes avanzados. Es infantil. En el servicio a Kṛṣṇa, no hay inferior o superior. Adorar a la Deidad es tan importante como distribuir libros. No es material... Tienes que entender la importancia de cada aspecto del servicio devocional. No provoques malentendidos devaluando cualquier actividad espiritual... El que hace diferencias entre tipos de servicio en particular como inferiores o superiores, no conoce el valor del servicio devocional. El servicio es trascendental. Todo lo que sea adecuado se acepta como muy elevado. Sirva el ejemplo de Mahārāja Parīkṣit. Lo único que hizo fue escuchar a Śukadeva Goswāmī. Eso es śravaṇam... Cualquier devoto llevando a la práctica cualquiera de los nueve aspectos del servicio devocional es glorioso trascendentalmente. Puede que un devoto esté orgulloso de que su proceso de servicio devocional sea el mejor. Eso no le resta mérito. Se llama competición trascendental. Todos deben sentirse orgullosos del tipo concreto de servicio devocional que lleven a cabo. Pero esto no quiere decir que otros tipos de servicio sean inferiores. Todos deben sentirse orgullosos de ser sinceros sirvientes de Kṛṣṇa, pero el devoto puro nunca minimiza la importancia de otros devotos. Kṛṣṇa es el disfrutador de las variedades de servicio. No hay que estar engreído por hacer determinado servicio devocional en particular.
Carta a Satsvarūpa dāsa Goswami (19 enero 1975)
Sobre instrucciones de instituciones ajenas.
En cuanto a los libros de otras Maths que circulan por ahí, ¿quién los está distribuyendo?, ¿quién los envía? Esas Maths no venden nuestros libros, así que ¿por qué nosotros tenemos que vender los suyos? Quiero enterarme. Esos libros no deben circular por nuestra Asociación. Nada de eso. Tú me dices que si yo hubiera escrito solamente un libro, tú leerías solamente ese libro; enséñales a los demás a actuar así. Tu determinación es muy buena.
Carta a Śukadeva dāsa (14 noviembre 1973)
Comprendo que en el pasado visitaste a L. y que ahora planeas seguir visitándolo cuando vuelvas a la India. Yo no lo apruebo, y te pido que no vayas a verlo más. Él le guarda rencor a mi Guru Mahārāja, y aunque esto sea trascendental, para tu visión gradualmente se volverá mundano. Todo lo que hay que aprender de las enseñanzas de Śrīla Bhaktivinoda Ṭhākura se puede aprender en nuestros libros. No hay ninguna necesidad de buscar instrucciones de fuera.
Carta a Guru-kṛpā Swami (25 diciembre 1973)
45. Śrīla Prabhupāda dijo: Métodos de prédica
Métodos de prédica
Si nuestros hombres se entrenan, cada hombre puede encargarse de un lugar. Un hombre experto puede sentarse en el piso de una choza, hablar de Kṛṣṇa y organizar a la gente del lugar. Así es cómo empecé en Nueva York, en la Segunda Avenida 26. Si hay prédica verdadera las personas se verán atraídas; mientras el predicador no tenga intereses personales sino que simplemente cante y predique.
Carta a Tejās dāsa (18 abril 1974)
No hay que hablar de templo grande o pequeño cuando se trata de complacerme a mí. Lo que importa es la sinceridad del intento. Cómo no, cuando Kṛṣṇa ve la sinceridad de nuestros corazones, da lo que haga falta. Mi ejemplo es que vine a vuestro país con 40 rupias, y ahora tengo esta gran institución. Puedes estar seguro de que Kṛṣṇa te dará de acuerdo con tu capacidad. Pienso que, si continúas trabajando sinceramente, obtendrás todos los medios que necesites para cumplir tus propósitos.
Carta a Śama dāsa (12 septiembre 1974)
Brahmānanda Swami parece que pensó que tú necesitas más hombres ahí. Su telegrama dice: «Trivikrama solo, necesidad urgente de más hombres». Yo no entiendo qué quiere decir con «solo». ¿Qué es esto de solo? Un vaiṣṇava nunca está solo. Cuando vine por vez primera a los Estados Unidos, aparentemente estuve solo durante un año. Pero nunca me sentí solo. Siempre sentí la presencia de mi Guru Mahārāja. Yo mismo cocinaba, imprimía libros, los vendía, todo solo en apariencia. Pero no perdí mi determinación. Esto tienes que saberlo bien, que nunca estás solo. Hombres del lugar vienen cada día. Con buena asociación, buena prédica, buen prasāda, etc., se pueden hacer devotos.
Carta a Trivikrama Swami (17 diciembre 1974)
Sobre enviar hombres a Bangkok [Tailandia], comprueba si sobra alguien o si alguien tiene problemas con el visado. Pero, como tú sabes, nuestro modo de hacer no es importar devotos, sino hacer devotos entre los que allí viven. Eso es mejor.
Carta a Pañcadraviḍa Swami (19 abril 1975).
Śrīla Prabhupāda remarca un punto análogo en una carta a Hṛdayānanda dāsa Goswami (4 junio 1974):
Queremos establecer firmemente centros en Sudamérica. Estoy de acuerdo completamente en que los centros deben estar compuestos, tanto como sea posible, por personas nativas del país; esto hará nuestra posición aun más fuerte, tal como en EE.UU: ustedes, todos hombres y mujeres jóvenes, lo están dirigiendo todo.
El principio de que el maestro espiritual atribuya a determinados devotos un cierto campo de servicio para que allí trabajen, se llama prabhu-datta-deśa. Podría parecer que una misión en un país extranjero se desarrollaría más rápidamente si se importaran hombres de países como Estados Unidos, pero a la larga no se puede evitar que acabe por ocurrir que un país va a florecer seriamente sólo cuando los que han nacido allí acepten la conciencia de Kṛṣṇa y se hagan predicadores dirigentes de sus compatriotas. Prabhupāda, en la misma carta a Hṛdayānanda dāsa Goswami, escribe que «...nuestro progreso es lento pero seguro. Cuando vamos por la calle, primero ponemos un pie, y cuando vemos que está firme, damos el otro paso».
Cuando en todas las naciones los devotos locales acepten responsabilidades en conciencia de Kṛṣṇa y dirijan sus propios centros, entonces será verdad la frase de Śrīla Prabhupāda de que ISKCON es «las Naciones Unidas» a nivel espiritual. De esta manera se cumple la visión de Bhaktivinoda Ṭhākura, que predijo que los devotos de todas partes del mundo, que están desarrollando seriamente su prabhu-datta-deśa, se reunirán en el lugar de nacimiento de Śrī Caitanya en Māyāpura y cantarán juntos: «¡Jaya Śacīnandana! ¡Hare Kṛṣṇa, Hare Kṛṣṇa!».
Hay que entregarle una copia de nuestro libro Śrī Caitanya en Cinco Aspectos a Swami Chinmayananda como nuestra humilde presentación. Si alguien (o tú mismo) lo ve personalmente, denle las gracias por su carta recomendando nuestra admisión en los templos, y preséntenle este libro. Esto será muy bueno. En lo posible, todos los grandes sannyāsīs māyāvādīs deben recibir este libro como presentación.
Carta a Girirāja dāsa Brahmacārī (4 febrero 1975)
46. Tienes que seguir el método
Uno de los discípulos sannyāsīs de Prabhupāda poco a poco se había desviado, había dejado de seguir estrictamente los principios, se dejó crecer el cabello, y ya no usaba dhotī. A pesar de todos estos cambios, el devoto aún imaginaba que podía seguir siendo un líder espiritual. Pero cuando fue a visitar a Śrīla Prabhupāda a Melbourne, Australia, Prabhupāda le dijo que nunca lograría el éxito a no ser que siguiera las prácticas establecidas. Para ilustrar esto, Prabhupāda contó una historia.
El sirviente de un hombre muy rico se presentó ante su amo un día y le dijo que había visto en el río a unyogī muy interesante. El sirviente dijo que este yogī afirmaba que podía pasar metido en las frías aguas del río toda la noche en pleno invierno sin ningún calor exterior. El yogī quería apostar con alguien para probar que podía hacerlo. Cuando el hombre rico oyó esto, decidió apostar contra el yogī. Se hizo una apuesta para ver si el yogī podía quedarse en el agua toda la noche. El yogī se metió en el agua, y el hombre rico y su sirviente se fueron a casa. Al día siguiente les llegó la noticia de que el yogī había tenido éxito, pasando toda la noche en el agua. El rico se dirigió allí para ver al yogī, y lo cierto era que aún estaba dentro del agua. Por eso, según toda norma, el rico había perdido la apuesta. Pero un amigo del rico dijo:
—¡Espera! ¿Ves aquella luz?—. Señaló a una lucecita muy lejos, en la torre de un templo. El amigo continuó: —Usando su poder místico, este yogī se ha valido del calor de aquella luz para tener calor en el agua. No hay que pagarle, porque la apuesta era que se mantendría en el agua sin recibir ningún calor.
Apoyándose en este malabarismo de palabras, el rico dijo: —Sí, no te voy a pagar. Me has hecho trampa.
Entonces el rico y su sirviente regresaron a su casa. El rico le pidió a su sirviente que se pusiera a cocinarle rápidamente un buen desayuno pero, después de algún tiempo, el sirviente no tenía nada hecho todavía. El rico expresó su impaciencia, y el sirviente contestó: —Espere por favor, estoy cocinando—. El rico esperó, pero se fue haciendo más y más tarde y no se le llevó ningún alimento. Cuando preguntó al sirviente, éste contestó: 48. La muerte de Sargal Singh
En Washington D.C., los devotos enseñaron a Śrīla Prabhupāda nuevas fotos del planeta Marte recientemente tomadas por una nave espacial que, al parecer, había pasado cerca del planeta. El artículo periodístico describía cómo el paisaje marciano se parecía al del Gran Cañón de Arizona (EE.UU). Prabhupāda rió al oír esto, y contó una historia de Bengala.
Había un hombre que estaba durmiendo en su dormitorio por la noche, cuando de súbito oyó un ruido. Se irguió en la cama y gritó: —¡¿Quién anda ahí?!
—¡Oh! —susurró una voz—. ¡No estoy robando!
Prabhupāda dijo: —Eso es psicología. Nadie le preguntó si estaba robando, pero como eso era lo que estaba haciendo, se descubrió sin que nadie le preguntase. Igualmente, nadie les ha pedido a los científicos que comparen Marte con Arizona, pero lo han hecho porque eso es lo que están haciendo. Nunca han estado cerca de Marte con su nave espacial: están trabajando en Arizona.
Diario de Hari-śauri
Cuando un discípulo de Prabhupāda se fue sin autorización de Hong-Kong, su área de prédica, Śrīla Prabhupāda se disgustó. Encontrándose con él en otro país, lo regañó: —¿Por qué te has ido, sinvergüenza? —dijo Prabhupāda. Y contó entonces una historia, tal como la dio el poeta Kālīdāsa.
Un hombre estaba sentado en el extremo de una rama de un árbol aserrando la parte de la rama que había entre él y el tronco del árbol. Viendo el peligro, uno que por allí pasaba, gritó: —¡Si sigues cortando te vas a caer!
—Largo de aquí —dijo el hombre sobre la rama— no quiero tener nada que ver contigo. No te quiero ni oír.
El hombre continuó aserrando hasta que la rama se rompió y él cayó al suelo. Entonces fue corriendo tras el hombre que lo había prevenido. —Usted debe ser astrólogo: ¡puede predecir el futuro!
Prabhupāda dijo: —Esta es la definición de caradura. Alguien que está yendo pero no sabe adónde. Exactamente como tú —le dijo al discípulo—. Dejaste Hong-Kong pero no sabías qué ibas a hacer después.
Entrevista con Bhūrijana dāsa
Ilustrando la necedad de convertirse en un seguidor ciego, Prabhupāda contó una historia sobre la muerte de Sargal Singh.
Un comerciante quería mucho a Sargal Singh, y, cuando éste murió, el hombre se rapó la cabeza y se puso ropas negras. Cuando otro hombre fue a la tienda del mercader, le preguntó quién había muerto.
—Ha muerto Sargal Singh —dijo el comerciante. El visitante no quería parecer ignorante, de modo que no le preguntó quién era Sargal Singh, sino que también se rapó y vistió ropas negras. Otros en la población hicieron lo mismo, no queriendo parecer ignorantes. Cuando alguien preguntaba quién había muerto, la respuesta era: —Sargal Singh ha muerto.
Cuando un ministro del rey vio tantos ciudadanos de luto, se rapó y se puso ropa negra también. Pero cuando el rey lo vio, le preguntó: —¿Por quién estás de luto?
—Por Sargal Singh, Su Majestad —contestó el ministro.
El rey preguntó: —¿Y quién es Sargal Singh?
Cuando el ministro no pudo responder, el rey le dijo que se enterara. El ministro empezó entonces a preguntar y preguntar, hasta que por último dio con el mercader.
—¿Quién es Sargal Singh? —preguntó el ministro
El comerciante contestó: —Sargal Singh era mi burro, y yo lo quería mucho.
Satsvarūpa dāsa Goswami
—Estoy cocinando. Pronto estará listo—. Por último, el rico se enfadó y fue hasta la cocina. —¿Qué forma de cocinar es ésta? —preguntó. Y allí vio que el sirviente tenía un dispositivo muy extraño para cocinar. En el suelo había puesto un fuego muy pequeño, y un trípode de bambú muy alto sostenía la olla a la altura del techo. Obviamente, la llamita nunca llegaría a alcanzar el pote para calentarlo. —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó el rico.
—Bueno —dijo el sirviente— como usted dijo que el yogī se mantenía caliente dentro del agua con aquella luz, pues yo también cocino así—. El hombre pudo darse cuenta de que su sirviente no estaba satisfecho con el resultado final de su apuesta con el yogī. Entonces salió y pagó al yogī la apuesta.
Cuando Prabhupāda contó esta historia, los devotos quedaron esperando una moraleja o conclusión final. No parecía muy clara. Entonces, Prabhupāda la explicó: —Si quieres cocinar, tienes que cocinar de acuerdo al método. Puede que tengas una olla y una llama, pero si no cocinas según el método, nunca tendrás alimento. Nunca va a funcionar. Así, él puede estar cantando Hare Kṛṣṇa —y Prabhupāda miró ahora a su discípulosannyāsī caído—, pero si no sigues el proceso, ¿qué tiene de bueno tu canto? Si quieres obtener el resultado, tienes que seguir el método.
Entrevistas con Bhūrijana dāsa y Amogha dāsa
47. La protección para una mujer es el recato
Prabhupāda dijo que cuando su maestro espiritual Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī estaba abriendo un centro de conciencia de Kṛṣṇa en Birmania, acostumbraba a cocinar muy buenos purīs en ghī, pero todos los inquilinos del edificio salían tapándose la nariz con la ropa. Se quejaban: —¿Qué es lo que cocina? ¡Qué olor tan insoportable!—. Pero estos mismos habitantes tenían un preparado culinario favorito llamado nakil. En cada puerta ponían un pote muy grande tapado, y todo animal que moría en el pueblo: perros, gatos, ratas, lo que fuera, lo metían dentro del gran pote. Después de dos o tres años, los cuerpos se habrían descompuesto, dejando una sustancia líquida. Colaban el líquido, lo guardaban en una botella, y rociaban un poquito sobre los alimentos en las ocasiones festivas. Cada vez que abrían uno de aquellos potes, todo el vecindario se llenaba por días del hedor más insoportable. A pesar de todo, preferían esto al olor del ghī puro.
—Así pueden ver —dijo Prabhupāda— cómo trabaja la naturaleza material. Ella los toma de la oreja y los castiga. A ellos no se les permite comer alimentos buenos. La naturaleza ordena: «Come toda clase de porquerías, como un cerdo». Tales personas no pueden comer alimentos apetitosos como rasagullās y sandeśas. Prefieren excremento.
Entrevista con Govinda dāsī
Śrīla Prabhupāda dijo que la única protección para una mujer es el recato. En la era moderna las mujeres abandonan esta timidez, y eso tiene un efecto devastador en la sociedad. Śrīla Prabhupāda recordó una experiencia personal en la que una muchacha casta defendía su modestia contra las burlas de otra muchacha.
En 1945 Prabhupāda fue testigo de la siguiente escena mientras viajaba en tren: Una joven se había subido al tren y viajaba para visitar por vez primera la casa de su esposo. Llevaba el rostro cubierto con un velo, pues seguía la ceremonia que establece que tras la pubertad y tras el compromiso, la muchacha va a la casa de su marido llevando regalos de su madre y su padre. Pero una chica modernizada se burlaba de la muchacha de pueblo; se sentó cerca de ella y le tiraba del velo. La chica de ciudad hizo esto una vez, y después lo repitió. Pero cuando lo quiso hacer por tercera vez, la muchacha de pueblo le dio un bofetón en la cara. —Eso es, has hecho muy bien —dijo Śrīla Prabhupāda, que estaba sentado cerca en el mismo vagón del tren.
Años más tarde, contando esta historia, Prabhupāda la explicó: —La chica de ciudad pensaba: «¿Qué tontería es ésta?», y quería criticar. Pero cuando la otra muchacha le dio un buen bofetón, todo el tren se rió. El recato es la única protección para ellas. Pero ahora no queda modestia. Ésa es la belleza de la mujer, pero estamos rompiendo con ello; de este modo no hay belleza, no hay atractivo.
Clase grabada (29 febrero 1976)
49. Personal: Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
Śrīla Prabhupāda era leal. Siempre vistió el dhotī azafrán de sannyāsī, siempre llevó la cabeza afeitada, y siempre se comportó como un vaiṣṇava perfecto allí a donde fue. Era el hijo más leal de su Guru Mahārāja; por eso cumplió las instrucciones de Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī de venir a Occidente. Cuando Śrīla Prabhupāda llegó por primera vez a Nueva York, algunos svāmīs hindúes de allí le aconsejaron que abandonase su estricto vegetarianismo y sus prácticas de sannyāsī, pero Śrīla Prabhupāda era leal. Y en sus significados Bhaktivedanta, siempre es leal a la conclusión de los ācāryas anteriores.
Al menos cuando alguien se hacía discípulo suyo, Prabhupāda le pedía lealtad completa. El conocimiento de la conciencia de Kṛṣṇa es muy exclusivo; hay que entender que Kṛṣṇa en Goloka Vṛndāvana es la Verdad Absoluta. Lealtad a Śrīla Prabhupāda quiere decir no seguir otras versiones del Absoluto. Si a pesar de todo hay que leer otras versiones, se hace sólo para conocer su filosofía. Incluso la herencia vaiṣṇava se debe recibir por intermedio de él. Un discípulo dijo una vez a Prabhupāda que Bhaktivinoda Ṭhākura era su escritor favorito. Śrīla Prabhupāda corrigió a su discípulo y dijo: —Tu segundo escritor favorito.
Prabhupāda pidió lealtad también para nuestro propio beneficio, porque sus hermanos espirituales estaban en contra. No dieron mérito a lo que Śrīla Prabhupāda había hecho al venir a Occidente a predicar.
No ser leal a Prabhupāda quiere decir crear una erosión muy seria en el punto clave: dedicación al guru. Prabhupāda dijo una vez que si pierdes tu fe en el guru, es como una rotura en los mismos cimientos de tu conciencia de Kṛṣṇa.
Su exigencia de lealtad no era algo que tuviese por costumbre pedir; era amor entre él y sus discípulos, y era algo que se suponía. Refiriéndose a todos sus seguidores, él decía «nuestros hombres» o «los Hare Kṛṣṇa» [«the Hare Krishna people»], y aun así, aunque pedía su apego y afecto, lo hacía sin falso prestigio.
Śrīla Prabhupāda aceptó humildemente que él era la persona autorizada para continuar el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa a nivel mundial. En los comentarios a sus libros expresa que no está bien que supuestosvaiṣṇavas no respeten a un vaiṣṇava apoderado que está expandiendo por todo el mundo la conciencia de Kṛṣṇa. Por eso, para los seguidores de Śrīla Prabhupāda, el verdadero avance espiritual de una persona se puede ver en la medida en que acepta a Śrīla Prabhupāda. Buenos modales ecuménicos, y participación sincera en diálogos con otras sectas religiosas es parte de la difusión de la conciencia de Kṛṣṇa, pero en última instancia, un seguidor de Śrīla Prabhupāda tiene que apreciar que Prabhupāda está por encima de todos. Y las razones de que él esté por encima de todos están dentro de las conclusiones del Bhagavad-gītā y el Śrīmad-Bhāgavatam. Śrīla Prabhupāda siempre dijo que no debemos menospreciar a otras religiones u otros maestros conscientes de Dios, sino reconocer y ser leales a la Verdad más elevada en Su manifestación más completa, la adoración de Rādhā-Kṛṣṇa, el precioso regalo de Śrīla Prabhupāda a sus seguidores. Y no podemos seguir a Rādhā-Kṛṣṇa sin seguir a Śrīla Prabhupāda.
El afecto y lealtad exclusivos a Śrīla Prabhupāda se expresan de diferentes maneras. Se expresan cuando un seguidor se mantiene en el lugar al que Śrīla Prabhupāda lo envió y en el servicio que Prabhupāda le dio. Por lealtad personal a Śrīla Prabhupāda, rehusamos romper los principios regulativos, porque un discípulo promete a Prabhupāda que siempre los seguirá.
Cuando un devoto se lamentaba de lo duro que era trabajar con otro devoto que le causaba problemas, Prabhupāda dijo: —Esa es tu austeridad—. De esta manera, la determinación en continuar trabajando con los hermanos espirituales es otra expresión de lealtad a Śrīla Prabhupāda.
Ser leal a la Asociación Internacional para la Conciencia de Kṛṣṇa es otra expresión. Lealtad a Śrīla Prabhupāda sin lealtad a ISKCON es imposible. La lealtad no es sólo teórica, se expresa en la práctica de acuerdo al grado de rendición de cada uno: haré lo necesario, como un hijo fiel.
La lealtad se expresa en cualidades vivas, personales. Por nuestro apego, no olvidamos a Śrīla Prabhupāda, y asumimos prácticas que nos ayudan a recordarlo. Lealtad también quiere decir que sentimos una gran repugnancia y culpa si, en cualquier contexto, nos descubrimos aceptando a algún otro como guru. Mientras duró la presencia de Śrīla Prabhupāda, cuando los maestros de su gurukula empezaron a seguir seriamente las enseñanzas de María Montessori, Kīrtanānanda Swami hizo notar: «Han tomado un nuevo guru». Esta fue la opinión más clara, y un signo de que los maestros del gurukula tenían que ajustar inmediatamente sus prioridades y decidir quién era su guru.
Cuanto más podamos retener los hábitos que hemos aprendido de él, la forma de comer, el modo de vestir, más podremos mantener su recuerdo y una lealtad real, siempre y cuando hagamos esto de un modo inteligente.
Un discípulo de Śrīla Prabhupāda es leal a su filosofía, incluso si se encuentra con oposición. Śrīla Prabhupāda dice que la vida viene de la vida, que los científicos no pueden crear vida. También dice que no han ido a la Luna, y que no pueden. Los semidioses y Dios mismo son personas reales. Hay que leer regularmente los libros de Śrīla Prabhupāda (esto, en sí mismo, es otro aspecto de la lealtad), sin modificar o cambiar sus conclusiones. Mantener lo que él nos ha dado, vivir en la asociación de devotos, cantar siempre elmahā-mantra, estas son respuestas leales. Y este mismo concepto de ser leal a Śrīla Prabhupāda es, en sí mismo, otro de los incomparables regalos de Prabhupāda. Nos dio abundancia de motivos e inspiración para ser leales.
Satsvarūpa dāsa Goswami
50. ¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!
«Una mañana caminábamos con Śrīla Prabhupāda por el Battery Park de Nueva York. En aquella mañana en particular, Śrīla Prabhupāda no hablaba. Sólo nos dijo:
—Canten Hare Kṛṣṇa—. Quiso que cantásemos japa, y él también cantó japa. Por un golpe de buena fortuna, mi japa aquel día empezó a salir bien. Así que estaba cantando mi japa con mucho entusiasmo, y Prabhupāda lo apreció. Con sus miradas me animaba. Era una cosa íntima, confidencial. Yo me sentía extático, y Prabhupāda me estaba mirando, reconociendo mi éxtasis. Como maestro espiritual mío, él me animaba, y yo también lo miraba con gran gratitud y reverencia al entender que todo mi éxtasis en realidad venía de sus pies de loto. Entonces, caminando por el parque, de pronto comprendí que estábamos en Vṛndāvana. Por misericordia de Prabhupāda, todo el parque se había transformado en el mundo espiritual. Sentí que estaba en Vṛndāvana, y a medida que caminaba y cantaba más entusiastamente, entendí que Prabhupāda, por su misericordia sin causa hacia mí, había manifestado el mundo espiritual dentro de aquel parque de Brooklyn. Mi éxtasis aumentó al darme cuenta de que Rādhā y Kṛṣṇa y Śrī Balarāma y los pastorcillos de vacas y todo estaba de algún modo en aquel parque. Cuando me estaba dando cuenta de esto, Prabhupāda me miró, y comprendí que me estaba dando su misericordia especial. De alguna manera tuve esa visión maravillosa, mirándolo con gratitud cuando él, aprobando mi canto entusiasta, me miró. Por supuesto, mi entendimiento fue completamente insignificante comparado al entendimiento de Prabhupāda, pero aún así yo era como su niño, y él me estaba animando en mi éxtasis.»
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
«—¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!—. Todos corrían fuera del templo y me uní a ellos. El automóvil acababa de entrar y la puerta se abrió y salió Prabhupāda. Tan pronto como lo vi por primera vez, allí mismo pensé «me quiero rendir» Vi a la persona que era todo lo que yo había estado buscando. Tenía un gusto perfecto, un porte perfecto, todo en él era perfecto. Yo siempre había estado buscando aquella perfección. Una vez pensé que la encontraría en el duque de Windsor. Cuando lo vi personalmente, vi que no la tenía. Pensé que la encontraría en John Kennedy. Fue asesinado. Resultó que no era tan perfecto. Pensé que encontraría la perfección en Martin Luther King. Estaba entrando en su movimiento, y entonces lo mataron. Pensé que la encontraría en Bobby Kennedy. Lo mataron. Todos aquellos que yo pensaba que tenían la respuesta morían asesinados. Era descorazonador. Siempre pensaba si esta estrella de cine o este actor o escritor o líder social, alguno de estos héroes, daría la talla. Pero ninguno lo hizo. Pero tan pronto como vi a Prabhupāda, tan pronto como salió del coche, el modo en que estaba vestido, el modo en que caminaba por la acera y entró al templo con un gesto especial en su mano, era completamente aristocrático. Y yo supe que él era la persona a la que yo podía rendirme.»
Entrevista con Bhāvānanda Goswami
«Estaba hablando con Śrīla Prabhupāda cuando otro devoto me trajo un vaso grande con infusión. Yo la acepté, pero Prabhupāda preguntó: —¿Por qué tomas una infusión?—. Usó un tono de suave reproche. Contesté que la tomaba porque el devoto me la había ofrecido. Prabhupāda dijo que hay que tomar infusión si uno está resfriado; de otro modo no se toma. Yo sostenía el vaso de infusión en la mano, y en vez de dejarlo, miré a Prabhupāda y le pregunté:
—¿Entonces? ¿No lo tomo?—. Yo estaba pensando que no era una cosa verdaderamente seria, y que a menos que Prabhupāda insistiese de verdad, yo podía tomarla de todos modos. Prabhupāda entendió mi talante, que yo no me estaba tomando el asunto muy en serio, así que prefirió ser indulgente y dijo que por esta vez podía tomar, pero no más. Yo no quería seguir sentado allí y beber despacio frente a Śrīla Prabhupāda, de modo que bebí el vaso entero muy rápido. Pero entonces empecé a sentirme culpable.
»Encima, mientras hablaba a Prabhupāda, mi rostro empezó a transpirar profusamente debido a la infusión caliente, y me sentí incómodo también por esto. Pero Prabhupāda parecía fluir junto con todo, y yo tuve la fuerte impresión de que él simplemente me estaba tolerando. Yo sabía que él nunca comprometía sus principios, y aun así sentí que era muy maravilloso que él quisiera experimentar nuevas cosas, diferentes cosas, en gente diferente, y que era una persona muy indulgente y flexible. Consideré que esto era parte de su grandeza, y creo que esto era principalmente porque yo sabía que él en realidad, interiormente, no estaba comprometiéndose de ninguna manera. Pero todos nos sentimos muy agradecidos y aliviados con el modo en que Prabhupāda se relacionaba con nosotros.»
Entrevista con Mukunda Goswami
«Mi impresión más fuerte era que toda la vida de Prabhupāda era prédica. Cada centímetro de su cuerpo y cada pizca de su pensamiento estaba dedicado a predicar conciencia de Kṛṣṇa. Antes de irse a la cama predicaba, y descansaba pensando en predicar. Tan pronto como despertaba por la mañana temprano, tenía alguna idea trascendental sobre la prédica. Su vida entera era predicar. Y por su ardiente deseo de difundir la conciencia de Kṛṣṇa, Prabhupāda manifestó una personalidad perfecta, porque un predicador tiene que ser muy cuidadoso.»
Entrevista con Yaśomatīnandana dāsa
«Yo no sé cómo pude cocinar para Prabhupāda bajo condiciones tan austeras. En Bhubaneswar, en diferentes lugares, me ponía a cocinar en una pequeña choza en el campo. Yo estaba cubierta de hollín, del humo de la leña, estaba llena de humo, y mis ojos estaban inyectados en sangre, lloraba constantemente, y no podía abrir la puerta porque toda clase de hindúes se metían a mirar. Si abría la puerta, se quedarían allí parados y me verían cocinar, y esto yo no podía hacerlo: era la ofrenda de Prabhupāda. Así que de vez en cuando, de improviso me ponía de pie, cuando ya no podía respirar ni con dificultad, y de repente me oías porque prácticamente arrancaba la puerta. La puerta volaba, abierta, y yo me ponía de pie allí y jadeaba, jadeaba. Intentaba tomar aire, justo lo bastante para ir adentro a cocinar de nuevo. Kṛṣṇa me dio el poder para hacer aquello en aquella época, porque yo no creo que nunca haría de nuevo una cosa semejante, y no sé cómo pude haberlo hecho alguna vez.
»Iba a cualquier lugar donde estuviese Prabhupāda, incluso si no había medios, y lo preparaba todo y cocinaba para él. Se trata de la asociación con Prabhupāda. Era algo que está completamente más allá de este mundo material. Yo no lo pensaba, yo quería esto todo el día. Seguía así, cocinando para él a todo lo largo de la mañana. Cuando era el momento de servirle, mi sārī blanco ya estaba negro. En mi rostro había hollín, tenía los ojos rojos, hinchados y abultados de tanto llorar. Pero cuando iba a la habitación de Prabhupāda con su plato, él ni siquiera movía una ceja. Era como si pensase que yo llevaba el mejor de lossārīs de seda o algo así. No importaba qué estuviese ocurriendo, Prabhupāda se mantendría en su posición trascendental, equilibrado.»
Entrevista con Pālikā-devī dāsī
2. Cómo ahuyentar perros: «¡Hat!»
3. Yo no quiero una casa. Viviré en una choza simple.
4. No inventen
5. Primer encuentro con Prabhupāda
6. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre cómo ser un dirigente
7. Śrīla Prabhupāda cuenta una historia
8. Personal: Los remanentes de su alimento
9. Ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa
10. ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?
11. Una gota de sándalo sobre el Bhāgavatam
12. Śrīla Prabhupāda cantando bhajanas
13. Éste ya es nuestro aeropuerto
14. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre predicar
15. Śrīla Prabhupāda cuenta historias: Sobre los perezosos
16. Imágenes personales: Su baile
17. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida
18. ¡El mono me robó los zapatos!
19. Casera japonesa
20. Solamente eres un poquito ladrón
21. Madre violenta
22. Esto es muy enojoso para mí
23. Ratha-yātrās en muchos países
24. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la adoración de la Deidad
25. Śrīla Prabhupāda cuenta historias cortas: Cuchilllo o tijeras
26. Más historias cortas: ¡Me he vuelto fantasma!
27. Personal: Prabhupāda y las Deidades
28. Hacer lo que quiere el maestro espiritual
29. Con qué maestría resolvía los problemas
30. Kṛṣṇa con dolor de cabeza
31. La humilde afirmación de Prabhupāda
32. ¿Qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
33. Inteligencia mal utilizada
34. «Yo quiero», eso es complacencia de los sentidos
35. Bhavatāriṇī, la hermana de Śrīla Prabhupāda
36. Śrīla Prabhupāda dijo: sobre la salud y la enfermedad
37. Historias del bufón Gopāla Bhan
38. El bufón Gopāla Bhan disgusta al rey
39. Personal: Su horario normal
40. Predicar significa describir a Kṛṣṇa
41. Intercambios con sus devotos
42. El cometa es un mal presagio
43. Los hindúes solo dan consejos
44. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre un programa de templo equilibrado
45. Śrīla Prabhupāda dijo: Métodos de prédica
46. Tienes que seguir el método
47. La protección para una mujer es el recato
48. La muerte de Sargal Singh
49. Personal: Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
50. ¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!
1. ¡Tú siempre estás en māyā!
Aunque Śrīla Prabhupāda enseñaba a sus discípulos mediante un estímulo constante, también podía enseñarles humillándolos, y así muy rápidamente llevarlos a una mejor autoconciencia. Muchos devotos dan testimonio de esos breves pero poderosos momentos con Śrīla Prabhupāda. En cierta ocasión, en un paseo con Śrīla Prabhupāda por la playa Juhu (Bombay, India) Girirāja describía cómo les había predicado a unos periodistas.
—Sí, eres muy bueno en relaciones públicas—dijo Śrīla Prabhupāda, lo cual hizo que Girirāja se sintiese muy jubiloso. Pero poco después la conversación volvió sobre la humildad. Girirāja dijo que a veces sentía que en realidad no estaba haciendo nada por Kṛṣṇa ni por el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa.
—Eso es bueno —dijo Prabhupāda— Ese sentimiento es humildad.
—Pero a veces —dijo Girirāja— ese sentimiento se convierte en māyā.
Śrīla Prabhupāda dejó de caminar y miró bruscamente a su discípulo. —¿Que se «convierte» en māyā? —exclamó Prabhupāda—. ¡Tú siempre estás en māyā!
Estas palabras golpearon a Girirāja tan fuertemente que de inmediato le ofreció reverencias a Śrīla Prabhupāda. Instantáneamente había entendido su verdadera posición y había conseguido entrever la posición de Śrīla Prabhupāda como su maestro espiritual.
Entrevista con Girirāja Swami
En otra ocasión, Nava-yogendra tuvo una dosis de la misma medicina. Estaba cantando en una habitación con Śrīla Prabhupāda, quien señaló que la bolsa de japa de Nava-yogendra estaba tocando el suelo.
—No, Prabhupāda —replicó Nava-yogendra—, está sobre mi cādar.
—Pero tú has caminado sobre ese cādar --reclamó Prabhupāda—. ¿No tienes respeto por tu bolsa de japa?
Nava-yogendra aceptó la crítica, pero se lo tomó a pecho y empezó a cantar muy fuerte. Entonces Prabhupāda le recalcó: —No cantes tan fuerte—. Y Nava-yogendra empezó a cantar más suave. Pero Prabhupāda dijo: —Cuando cantas no debes molestar al maestro espiritual.
Entrevista con Nava-yogendra dāsa
En los campos próximos al Bhaktivedanta Manor (Inglaterra), durante un paseo de la mañana, Rohiṇī-nandana dāsa recibió un trato parecido. (Era la primera vez que trataba en persona a Śrīla Prabhupāda.) Prabhupāda y los devotos estaban caminando por un estrecho y tortuoso camino campestre, cuando llegaron a un cartel que decía: «Festival de horticultura». Prabhupāda apuntó al cartel con su bastón y preguntó: —¿Qué es horticultura?—. Los devotos dejaron de caminar pero nadie dijo nada, hasta que Rohiṇī-nandana habló desde la parte de atrás del grupo. —Śrīla Prabhupāda —dijo— yo creo que quiere decir un cultivo de verduras, frutas y flores—. Prabhupāda se volvió y miró a Rohiṇī-nandana.
—¿Tú crees? ¡Tú no lo sabes! ¡Tú crees!—. Rohiṇī-nandana, avergonzado, dejó caer su cabeza y se quedó sin palabras, mientras todos los demás se agruparon alrededor, mirando de Rohiṇī-nandana a Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda pegó en la tierra con su bastón y repitió: —¿Tú crees? ¿No lo sabes? Rohiṇī-nandana no tomó la reprimenda a la ligera; sintió que Śrīla Prabhupāda había hecho añicos todo el orgullo de una vida entera de «yo creo».
Entrevista con Rohiṇīnandana dāsa
2. Cómo ahuyentar perros: «¡Hat!»
Muchos devotos vieron a Śrīla Prabhupāda ahuyentar perros grandes y pequeños levantando su bastón de caña y gritando:«¡Hat!». Cuando Nanda-kumāra estaba viajando con Śrīla Prabhupāda, lo vio usar esa técnica en una situación peligrosa, y más tarde tuvo oportunidad de ponerla en práctica por sí mismo.
Mientras Prabhupāda y los devotos paseaban por una playa de California, un gran doberman se les acercó gruñendo y mostrando los dientes. Prabhupāda continuó caminando pacíficamente, pero Nanda-kumāra se paró y, lleno de tensión, se le enfrentó. Este desafío lo único que hizo fue provocar al perro, que cada vez se mostraba más amenazante, hasta que Nanda-kumāra se dio la vuelta y corrió para alcanzar a Prabhupāda. Pero nada más empezar a correr, el doberman lo persiguió, ladrando y a punto de atacar. Repentinamente, antes de que el perro los alcanzase, Prabhupāda se dio la vuelta. De algún modo se agachó apartando los pies, levantó el bastón de caña muy por encima de su cabeza, emitió un sonoro«¡Hat!», y gruñó. Ante todo este despliegue de Śrīla Prabhupāda, el perro se dio la vuelta y se retiró con rapidez de regreso a su casa.
Meses después Nanda-kumāra recordó el método de Prabhupāda y lo probó con un gran mono en Jaipur. Mientras Śrīla Prabhupāda se alojaba en el templo de Rādhā-Govinda en Jaipur, tanto él como el grupo que lo acompañaba eran hostigados por los monos de allí, que les robaban alimentos y ropa. Estos monos, al tiempo que los devotos cocinaban, se descolgaban de los árboles y robaban capātīs del hornillo. Prabhupāda había aconsejado a los devotos que mantuviesen una actitud neutral hacia las travesuras de los monos. Pero, una vez, estando con los devotos en la habitación de Prabhupāda, Nanda-kumāra oyó a un mono golpeteando la puerta de la cocina. Al momento, recordó la técnica que Prabhupāda había usado con el gran doberman en la playa, y decidió practicarla con el mono que estaba robando. Dispensándose silenciosamente, salió de la habitación, tomó una porra que estaba fuera de la habitación de Prabhupāda y caminó hacia un gran mono gris, que justo en ese momento, estaba abriendo la puerta de la cocina. Nanda-kumāra levantó la porra por encima de su cabeza, se agachó y gruñó. Pero el mono, que tenía unos bíceps notoriamente grandes, gruñó a su vez, y —mostrando los dientes— se abalanzó contra él. Nanda-kumāra se dio la vuelta y corrió de nuevo a la habitación de Prabhupāda, cerrando violentamente la puerta. Prabhupāda había visto todo el incidente por la ventana, y se echó a reír:
—¡Tú no sabes cómo funciona!
Nanda-kumāra se sentó, azorado. Su imitación había fallado. —Prabhupāda —dijo—, usted tiene una potencia especial.
Entrevista con Nanda-kumāra dāsa
3. Yo no quiero una casa. Viviré en una simple choza.
En 1971, cuando el proyecto de ISKCON en Māyāpura atravesaba sus fases iniciales, Prabhupāda se reunió con un grupo de devotos arquitectos para concretar los planos de los primeros edificios. En estos planos se incluía un edificio residencial para Śrīla Prabhupāda, que a los devotos les proporcionaba placer especial el comentar: sería un hogar maravilloso para su maestro espiritual. Śrīla Prabhupāda había estado también de acuerdo en que la residencia del maestro espiritual debía construirse incluso antes de la construcción del magnífico templo de Rādhā-Kṛṣṇa. Pero, una vez que fueron ante Prabhupāda para hablar de su residencia, se quedaron sorprendidos al descubrir que a él no le interesaba.
—No necesito una casa —dijo Prabhupāda. Los devotos estaban desconcertados.
—Pero... en todo momento ha formado parte de los planos.
Él repitió: —Yo no quiero una casa.
—Pero usted tendrá que vivir en alguna parte.
—Viviré en una simple choza.
Los arquitectos salieron de esta conversación confundidos. ¿Cómo construir la ciudad de Māyāpura sin un lugar para Śrīla Prabhupāda? Pero tras deliberar entre ellos, se dieron cuenta de que el defecto estaba en cómo habían presentado la idea a Śrīla Prabhupāda. De modo que regresaron y lo intentaron de nuevo.
—Śrīla Prabhupāda, Māyāpura es el lugar más importante de nuestro movimiento, y aquí la gente debe aprender a adorar al guru. Nos gustaría mostrarle los planes para el edificio que será su residencia. De esta manera, construyéndole un buen lugar, será honrada la sampradāya vaiṣṇava en su totalidad.
—Sí, es verdad —accedió Prabhupāda, y las conversaciones sobre su residencia siguieron de modo positivo. Mientras las discusiones trataban acerca de si a Prabhupāda le gustaría una gran casa, él no había mostrado entusiasmo. Pero cuando se le presentó el plan como un servicio a Kṛṣṇa, el interés de Prabhupāda fue intenso.
Entrevista con Nara-Nārāyaṇa dāsa
4. No inventen
Śrīla Prabhupāda percibió síntomas de prākṛta-sahajiyā (la tendencia de abaratar la práctica del servicio devocional y de imitar las comprensiones íntimas de devotos muy avanzados) en uno de sus discípulos artistas, y antes de que fuera a más le previno del peligro.
En Vṛndāvana ocurrió que el artista llevó un boceto ante Śrīla Prabhupāda para que lo aprobase antes de empezar en serio la pintura.
Lo primero que Śrīla Prabhupāda observó fue:
—¿Son Śiva y Pārvatī?
—No, Śrīla Prabhupāda, se trata de Rādhā-Kṛṣṇa.
—Representan demasiada edad —dijo Śrīla Prabhupāda—. No tienen que mostrar más de dieciséis años, la flor de la juventud.
El artista se puso a pintar de nuevo y rehizo el boceto. Pero cuando Śrīla Prabhupāda lo vio por segunda vez, otra vez dijo que la pareja aparentaba demasiada edad. Entonces mostró a su discípulo, sobre un pupitre, una fotografía de Rādhā-Govinda, las Deidades del templo de Calcuta, y dijo: —Tienes que pintarlos como aquí. Kṛṣṇa es un dulce adolescente.
Por tercera vez el artista trazó el boceto, y de nuevo lo mostró a Śrīla Prabhupāda. Śrīla Prabhupāda seguía sin mostrar entusiasmo. Pero como expresamente no prohibió el trabajo, el artista entendió que tenía su permiso y empezó la obra en un gran lienzo. Tras semanas de trabajo, llevó su opus ante Śrīla Prabhupāda. La pintura mostraba a Rādhā y Kṛṣṇa en un columpio. Kṛṣṇa levantaba el velo de Rādhārāṇī y miraba Su rostro de un modo muy íntimo, conyugal. Los elementos más tradicionales de Rādhā y Kṛṣṇa juntos, que aparecían en los bosquejos preliminares del artista, habían evolucionado a una escena imaginada por el artista.
—Esto es un invento —dijo Śrīla Prabhupāda. A pesar de todo el esfuerzo que el artista había puesto en la obra, Śrīla Prabhupāda no podía pasar por alto los sentimientos en un tema tan importante, lleno de responsabilidad, como el retrato de Rādhā y Kṛṣṇa. Mostrando su orgullo herido, el artista se llevó la pintura y no preguntó más sobre qué estaba mal o qué debía hacer para rectificar.
En otra ocasión, en Māyāpura, Prabhupāda alertó al mismo artista de que su expresión espontánea no era aprobada. Mientras pintaba grandes retratos del Caitanya-caritāmṛta en el muro que rodea ISKCON-Māyāpura, el artista había creado un verso original suyo en bengalí y lo había pintado como un gran rótulo. Cuando Śrīla Prabhupāda se dio cuenta durante un paseo matutino, se molestó.
—No deberías haberte atrevido —dijo. El verso empleaba una metáfora alabando al Señor Caitanya y al Señor Nityānanda. Prabhupāda dijo que el sentimiento no era malo, aunque el bengalí no era perfecto pero la objeción principal era que su discípulo se había atrevido a poner su propio verso en el muro, antes que uno que nos hubieran legado los ācāryasanteriores, como Narottama dāsa Ṭhākura. Śrīla Prabhupāda llegó incluso a mencionar el incidente en la clase deBhāgavatam de esa mañana.
—No inventen —dijo—. La tendencia sahajiyā es a tomarlo todo barato. No hagan eso —dijo Prabhupāda— o se volveránsahajiyās y todo se arruinará.
Entrevista con Ānakadundubhi dāsa
Este incidente tuvo una continuación desastrosa pero instructiva. Aunque los avisos de Prabhupāda habían señalado peligro en el comportamiento del discípulo, el devoto artista se desvió de las instrucciones de Prabhupāda y se hizo discípulo de un bābājī de Vṛndāvana.
5. Primer encuentro con Prabhupāda
Cuando Prabhupāda vivía en Los Ángeles en 1969, recibió una carta de un pariente que le notificaba la muerte de uno de sus hermanos. Prabhupāda recibió esta información en presencia de algunos devotos y les informó: —Acabo de recibir esta carta que dice que mi hermano ha muerto. Antes de esto, mi otro hermano murió. Estos dos hermanos eran muy buenos. Querían vivir vidas largas y llenas de salud, pero no se preocuparon tanto por la conciencia de Kṛṣṇa. En cambio mi hermana y yo —Prabhupāda dejó ver una calmada risa— no queríamos vivir vidas largas, plenas de salud. Sólo queríamos hacer algún servicio y que, cuando Kṛṣṇa así lo quisiese, nos llevase con Él. Pero ahora veo que mis dos hermanos están muertos, y mi hermana y yo estamos viviendo vidas largas y felices.
Entrevista con Nandarāṇī-devī dāsī
Al depender de Kṛṣṇa, Prabhupāda no obtuvo solamente una larga vida, sino todo material y espiritualmente hablando, lo cual los miembros de su familia no pudieron conseguir nunca a pesar de todos sus esfuerzos en el mundo material.
Śrīla Prabhupāda era muy afectuoso con el Sr. Panilal Pithi, un amigo de Hyderabad. En cierta ocasión, el Sr. Pithi fue a Bombay y visitó inesperadamente a Prabhupāda. Prabhupāda acababa de empezar su almuerzo. Pero estaba contento de ver a su amigo, y le pidió que se sentara y almorzase con él. Prabhupāda le dijo a su cocinera, Pālikā, que preparase un plato para el Sr. Pithi. Ella se quedó mirando a Śrīla Prabhupāda en silencio, porque difícilmente iba a tener algo más de alimento como para servir a otra persona. Pero Prabhupāda siguió mirándola, y de nuevo le pidió que sirviera un plato extra. Pālikā vino con lo mejor que pudo preparar para el Sr. Pithi. Éste entonces se levantó para ir a otra habitación a lavarse las manos. Pero tan pronto como dejó la sala, Śrīla Prabhupāda, con la actitud de un niño, disimuladamente, tomó el cuenco de yogur de su plato y, muy rápido, lo puso en el del Sr. Pithi antes de que éste tuviera tiempo de regresar y ver.
Entrevista con Pālikā-devī dāsī
Subhaga, el discípulo de Prabhupāda, relata su primer encuentro con su maestro espiritual. Prabhupāda lo vio en la sala del templo y le preguntó su nombre. Subhaga le contestó con unas palabras en bengalí.
—Oh, ¿eres bengalí? —dijo Prabhupāda—. Ven a mi habitación.
Subhaga siguió a Śrīla Prabhupāda cuando entró en su habitación. Allí, Prabhupāda empezó a cambiarse de ropa. Sin dejar nunca de tener el cuerpo cubierto, se quitó el dhotī mientras se ponía su gāmchā preparándose para el masaje. Prabhupāda continuó hablando afectuosamente, preguntando a Subhaga sobre su vida. Subhaga empezó a sentir que estaba hablando con un pariente familiar cercano y querido, un abuelo afectuoso y respetado. Era como si hubiera conocido a Śrīla Prabhupāda desde mucho antes, aunque llevaba en compañía de Prabhupāda sólo un momento. Mientras el sirviente de Prabhupāda se ponía de rodillas detrás de Prabhupāda y empezaba a masajear su cabeza, Prabhupāda empezó a explicar la conciencia de Kṛṣṇa al recién llegado.
Entrevista con Subhaga dāsa
6. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre cómo ser un dirigente
Prabhupāda aconsejó que los que son líderes en ISKCON tienen que saber como encauzar a los hombres sin romperlos o enojarlos. Después de todo —dijo— todo es servicio voluntario.
Satsvarūpa dāsa Goswami
George Harrison una vez dijo: —En el futuro, ISKCON será tan grande que necesitará de una administración ejecutiva profesional.
Prabhupāda contestó: —He dividido el mundo en zonas y representantes. Mientras sigan los principios espirituales, Kṛṣṇa los ayudará.
Satsvarūpa dāsa Goswami
Un discípulo que tenía responsabilidades directivas se acercó a Prabhupāda y le expresó su deseo de irse de la India. Prabhupāda le pidió que se quedara, pero el devoto estaba resuelto a irse, y al final Prabhupāda se lo concedió. Pero en un momento de la conversación, Prabhupāda dijo: —Tú puedes renunciar a la administración. Yo no. Yo me tengo que quedar a dirigir.
Entrevista con Girirāja Swami
Una vez, visitando Boston, Śrīla Prabhupāda tuvo una reunión con sus trabajadores de la imprenta de ISKCON. Satsvarūpa se quejó a Prabhupāda de que tenía tantos deberes en el templo que se distraía intentando hacerlos todos y al mismo tiempo también el trabajo de impresión. Prabhupāda dijo: —Administración real quiere decir delegar en otros. Aquí tienes muchos devotos responsables, así que puedes delegar responsabilidad en ellos.
Satsvarūpa dāsa Goswami, memorias
Subiendo las escaleras una mañana en Māyāpura, Prabhupāda empezó a felicitar a Bhavānanda. —Eres un buen dirigente porque mantienes las cosas limpias. Si lo puedes mantener todo limpio, es que eres un buen dirigente. Esto es todo lo que hay que saber sobre el tema—. Subiendo las escaleras, Prabhupāda pudo ver que todo estaba limpio y brillante: los muros, las escenas pictóricas de los muros, los pisos de mármol, todo estaba limpio. Pero cuando llegaron a la azotea, en una esquina Śrīla Prabhupāda descubrió polvo y un trozo de papel y empezó a criticar a todos por descuidados.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
En la India ocurrió que Prabhupāda se había reunido con sus discípulos más antiguos: Girirāja, Brahmānanda y Bhagavān. —Ustedes son la esperanza de futuro para el mundo —dijo Śrīla Prabhupāda y empezó a instruirlos sobre la importancia de una dirección atenta. —Tal como la corporación American Express —dijo—. ¿Qué han hecho? Nada más que manejar trozos de papel, y por esos trozos de papel, tienes que pagar tu buen dinero. ¿Pero qué han hecho en realidad? En realidad no han hecho nada. No es más que una cuestión administrativa. Les pagas algún dinero y ellos te dan un pedazo de papel, y si pierdes ese pedazo de papel, te dicen: «No se preocupe, le daremos otro pedazo de papel». Eso es organización. Sin servirse de nada más que de la administración, han hecho millones de dólares.
Entrevista con Girirāja Swami
En la época en que Abhirāma dāsa presidía el templo de Calcuta, un día se presentó ante Śrīla Prabhupāda y le expuso que atravesaba dificultades en su matrimonio. Prabhupāda le preguntó cuál era la dificultad. —Ella quiere que me ocupe más como pūjārī y en cantar, y menos en cuestiones administrativas.
Śrīla Prabhupāda replicó: —A ella le falta inteligencia. Administrar es una actividad espiritual. Tal como Arjuna, que se ocupó en luchar.
Entrevista con Abhirāma dāsa
No hay diferencia entre cantar Hare Kṛṣṇa, hacer saṅkīrtana o llevar a cabo el trabajo que se nos ha asignado en conciencia de Kṛṣṇa. A veces estamos muy ocupados en algúna labor administrativa o de oficina, pero Śrī Caitanya nos promete que, debido a que en Kali-yuga esto es algo necesario para poder cumplir con la misión de prédica, Él nos asegura que no seremos enredados por tales actividades. Cuando haya que hacer un trabajo, primero hazlo, y luego canta. Pero, como mínimo, debes completar al menos 16 rondas diarias. Si hace falta, duerme menos, pero tienes que completar tu número mínimo de rondas.
Carta a Kīrtirāja dāsa (2 enero 1972)
7. Śrīla Prabhupāda cuenta una historia
Śrīla Prabhupāda, al hablar, podía valerse de un amplio repertorio de historias tradicionales y aplicarlas de modos diferentes. El modo en que usa la historia del brāhmaṇa que perdió su casta es muy ilustrativa al respecto.
Hay una costumbre en la India que establece que los hindúes no pueden nunca comer en casa de un musulmán o de un cristiano o de cualquier otro que no sea un brāhmaṇa hindú. Pero había un brāhmaṇa que tenía mucha hambre y se acercó a un conocido, del cual no sabía mucho, y le pidió algo de comer. El hombre le dio al brāhmaṇa un poquito de alimento, pero no bastó para saciar su hambre. Cuando el brāhmaṇa pidió más comida, el hombre dijo que lo sentía pero que no tenía más.
—Oh —dijo el brāhmaṇa disgustado. Y preguntó: —Señor, ¿a qué casta pertenece usted?
El hombre contestó: —Soy musulmán.
Entonces el brāhmaṇa hambriento se lamentó: —¡Oh, he perdido mi casta y me he quedado con hambre!
En cierta ocasión Śrīla Prabhupāda le contó esta historia a una devota artista. Ella le había sugerido que le vendría bien perfeccionar su técnica artística pintando y vendiendo pinturas no devocionales, y así —tras adquirir talento y fama— podría pintar mejor para Kṛṣṇa. Śrīla Prabhupāda le dijo que convertirse en una artista de renombre le llevaría mucho tiempo, pero que el devoto tiene poco tiempo, y lo usa sólo para servir a Kṛṣṇa. Y en cuanto a fama —dijo Prabhupāda— de acuerdo al Caitanya-caritāmṛta un hombre es famoso si es reconocido como un gran devoto de Kṛṣṇa. Si ella insistía en volverse una gran artista, le ocurriría como albrāhmaṇa que perdió su casta y no consiguió llenar su estómago.
Carta a Jadurāṇī-devī dāsī (13 abril 1968)
Prabhupāda aplicó la misma historia en otra ocasión, cuando un devoto, por sugerencia suya, intentó obtener para Prabhupāda un puesto de enseñanza en un colegio universitario. El sueldo que le ofrecían era muy bajo y Prabhupāda lo rechazó. El devoto entonces pensó que, al haberle hecho semejante propuesta a Prabhupāda, lo había insultado. Prabhupāda volvió a escribirle, asegurándole que no había ofensa, pero que la oferta no tenía sentido. Le contó la historia de la casta del brāhmaṇa, y le comentó: —La idea es que si tenemos que pedir algún servicio, tiene que haber una remuneración apropiada. Pensé que, como me hace falta algún dinero para el BBT (el Fondo Editorial Bhaktivedanta), podría colectar algo de esa manera, pero esto no satisface mi hambre. Olvida el incidente.
Carta a Haṁsadūta dāsa (7 diciembre 1968)
8. Personal: Los remanentes de su alimento
Sus reliquias personales
Una vez, después de que fue rapado por su sirviente, Prabhupāda advirtió que éste se guardaba diminutos mechones de cabello gris. —¿Qué haces con eso? —le preguntó. El sirviente le contestó que los guardaba como remanentes. Prabhupāda dijo: —Eso es muci [sucio]. El pelo es muci—. Cuando el sirviente insistió en que los discípulos lo adoraban, Prabhupāda se rió y dijo: —Está bien.
Cuando recibía como regalo suéteres extra, los conservaba durante un rato en sus envoltorios y después, personalmente, los regalaba. Regaló anillos de oro, dando, en cierta ocasión, uno a su sirviente y otro a la esposa de éste cuando se casaron. Usaba relojes y bolsas de japa, y luego los regalaba. Poco a poco lo iba dando todo, y siempre recibió más. Lo que le diésemos lo convertía en su caridad para los demás, mientras los artículos de uso personal que tenía eran muy pocos.
Los remanentes de su alimento
Le gustaba dar prasāda de su propia mano, y a todos les gustaba recibirlo. No era alimento sin más; incluía las bendiciones del bhakti, la esencia del servicio devocional. Śrīla Prabhupāda daba prasāda feliz, calmadamente y sin discriminación. Cuando lo daba a los niños, estos apreciaban su sabor dulce, en forma de galletas o pasteles, pero también les gustaba como un trato especial de Prabhupāda, que se sentaba en el vyāsāsana inclinándose hacia ellos. A las madres les gustaba porque era una infrecuente oportunidad de acercarse y extender sus manos ante Prabhupāda. Se sentían satisfechas y castas. Y los fornidos hombres se adelantaban mirando como niños, a veces forcejeando unos con otros para conseguir la misericordia de Prabhupāda. Para Prabhupāda, esto era serio e importante, y solía supervisarlo personalmente, asegurándose siempre de que hubiese preparado un gran plato para que él lo distribuyera. En el Śrīmad-Bhāgavatamescribió: «Un sacrificio védico no está completo sin distribución de prasāda». Aunque hoy día la distribución de prasāda en el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa se hace a gran escala, tal como Prabhupāda lo deseaba, todo empezó de su propia mano, cuando él lo repartía pieza a pieza. «Vengan —decía— tomen prasāda». El afortunado receptor debía extender su mano derecha, la palma hacia arriba, y Prabhupāda le entregaba, a él o a ella, una porción de comida. Esto satisfacía completamente la mente, el cuerpo y el alma. Seleccionando las piezas del plato con sus hábiles manos y sus finos dedos, las repartía. En Bombay y Bhubaneswara, él sabía que los niños venían más que nada porque sus barrigas estaban hambrientas, y también tomó medidas para distribuir miles de platos llenos de kichrī en Māyāpura. En Estados Unidos introdujo deliciosas «fiestas del amor», enseñando a los occidentales el arte de cocinar y comer. De este modo, toda la distribución de prasāda se remonta al simple acto iniciado por Śrīla Prabhupāda de ofrecer sus remanentes. Ningún invitado podía dejar su habitación sin prasāda, incluso un espectador hostil. —Acérquese, por favor, tome.
Satsvarūpa dāsa Goswami
9. Ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa
Mientras viajaba en un tren por India, Prabhupāda pidió samosās, y los devotos compraron un bolsa llena. Una de las devotas empezó entonces a prepararlo todo para ofrecer el alimento como prasāda para Prabhupāda y los devotos. En presencia de Prabhupāda, ella se levantó y empezó a preparar un lugar para ofrecer. Extendió una tela y puso en ella una imagen de Kṛṣṇa, tomó un plato y se dispuso a preparar una ofrenda. Prabhupāda estaba mirando, pero antes de que hubiese situado el plato en el improvisado altar, la detuvo:
—No es adecuado ofrecer así frente a toda esta gente.
Prabhupāda citó un verso en sánscrito cuyo comienzo era dravya-mūlena śudhyati: cuando se paga el precio de algo, incluso si la fuente de donde viene no es pura, puede ser ofrecido a Kṛṣṇa. También afirmó que, a veces, en circunstancias difíciles, un devoto puede tener que ofrecer mentalmente el alimento a Kṛṣṇa, siempre y cuando no se trate de alimento prohibido.
Entrevista con Mahāṁśa Swami
La referencia al verso dravya-mūlena śudhyati también se encuentra en una carta a Brahmānanda dāsa (10 octubre 1968).
Estando en Teherán (Irán), Prabhupāda mostró parecida flexibilidad de acuerdo a tiempo y lugar. El secretario de Prabhupāda se había dado cuenta de que los devotos conservaban las verduras en el congelador. El secretario les dijo a los devotos que debían tirar todo aquello inmediatamente. Dijo que era una actitud ofensiva hacia el guru ofrecerle verduras que no estuviesen frescas, y que no entendían las instrucciones de Prabhupāda. —No saben lo furioso que se pondría —dijo el secretario— si viese estas verduras congeladas. ¡E incluso se las están dando para comer!
Nandarāṇī, que vivía en Teherán con su esposo Dayānanda, se afligió, porque usaba las verduras congeladas para cocinar a los invitados en sus cenas de prédica tres noches por semana. Fue a ver a Prabhupāda para preguntarle qué hacer. En aquel momento, ya su secretario había informado a Prabhupāda de las verduras congeladas.
—¿Por qué usas verduras congeladas? —preguntó.
—Porque celebramos cenas —contestó ella—, y tenemos que darles algo de comer. Esas cenas son nuestra única prédica en este país. Si no les podemos dar prasāda estamos prácticamente acabados.
—Está bien —dijo Śrīla Prabhupāda—. ¿No puedes conseguir otras verduras?
—No, Śrīla Prabhupāda, aquí no hay manera de conseguir nada. Quizá les podamos poner unas papas.
—Entonces está bien —dijo Prabhupāda—. Usa verduras congeladas. Es parte de nuestro saṅkīrtana.
[sin referencia]
10. ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?
Según un verso del Bhāgavatam, incluso el más breve contacto con un devoto puro puede hacer que la persona alcance la más elevada perfección de la vida humana. Śrīla Prabhupāda liberó de la ilusión a muchas almas condicionadas, a veces con una simple mirada misericordiosa. Para la persona que recibía su bendición, estos momentos se experimentaban de una manera muy personal e individual; con todo, Śrīla Prabhupāda era capaz de dar sus bendiciones incluso mientras atendía a muchas personas a la vez.
Jaya Mādhava dāsa estaba de pie entre una multitud de devotos mientras Prabhupāda subía a un coche. Al Prabhupāda mirar desde el asiento de atrás a los devotos, Jaya Mādhava sintió que la mirada de Prabhupāda caía sobre él. Fue como si Prabhupāda le estuviese diciendo: «¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué pierdes tu tiempo en el mundo material?». Ese intercambio fue una experiencia profundamente seria.
Entrevista con Jaya Mādhava dāsa
Otro devoto, Raṇcora dāsa, llevaba practicando conciencia de Kṛṣṇa varios años bajo la dirección de Śrīla Prabhupāda, pero en una determinada visita de Śrīla Prabhupāda a Londres, Raṇcora recibió un inolvidable impulso gracias a un breve pero profundo intercambio personal con su maestro espiritual. Se encontraba entre los muchos reunidos en la sala del templo. Al final de la clase, Raṇcora hizo una pregunta a Prabhupāda: —Cuando uno es iniciado por el maestro espiritual, ¿todo el karma se lo lleva él?... Incluso en el caso de que siga cometiendo actividades pecaminosas, ¿todo el sufrimiento que tendría que recibir uno se lo lleva él?
Prabhupāda contestó de un modo aplastante: —Tú lo único que tienes que hacer es dejarte guiar por tu maestro espiritual.
Estas palabras de Śrīla Prabhupāda entraron al corazón del discípulo, y su mirada le cortó todo impersonalismo.
Entrevista con Raṇcora dāsa
Lo mismo experimentaron muchos devotos, un momento, una ocasión con Śrīla Prabhupāda en que entendieron su relación eterna con él y en el que se regocijaron al saberlo. Durante una caminata matutina en los campos próximos a Bhaktivedanta Manor (Inglaterra), Prabhupāda hablaba a un grupo de discípulos. Sākṣī-gopāla dāsa estaba entre ellos, y recibió una comprensión especial. Prabhupāda explicaba cómo cada humilde criatura del universo recibía de Kṛṣṇa una pequeña dosis de Su propio poder místico, acintya-śakti. Prabhupāda explicó que las ranas pueden respirar bajo tierra, los árboles pueden comer con los pies, y la hierba puede soportar pisotones que los humanos no podrían. En ese punto, Prabhupāda empezó a criticar y a reírse de los científicos y su limitada visión. Por esta risa contagiosa, también los devotos empezaron a reír. Durante un momento, Prabhupāda miró directamente a Sākṣī-gopāla, a quien le pareció que el universo entero se reía con Prabhupāda de la estupidez de los engreídos materialistas. De este modo, otro discípulo se encontró repentinamente con Prabhupāda como por primera vez y se sintió inolvidablemente agradecido y convencido. Esto no le ocurrió solamente a uno o dos, sino que prácticamente cada discípulo lo supo y lo entendió de diferentes maneras.
Valiéndose de sus instrucciones, sus libros, su misión y de otros devotos, Prabhupāda constantemente evocaba la conciencia de la relación eterna del discípulo con el guru y Kṛṣṇa. Tras la desaparición de Prabhupāda, es posible tener su compañía del mismo modo, siempre y cuando el seguidor sea sumiso. Podemos verlo en la respuesta que Prabhupāda dio a un devoto cuando éste le preguntó si el maestro espiritual estaba en el corazón del discípulo:
—Sí, si me dejas entrar.
Entrevista con Sākṣī-gopāla dāsa
11. Una gota de sándalo sobre el Bhāgavatam
Mientras vivía en Māyāpura, la rutina de Śrīla Prabhupāda era interrumpida por visitas y noticias de los varios frentes de su campaña mundial contra māyā. Momentos particularmente bienvenidos se daban cuando Prabhupāda recibía copias por adelantado de sus libros. Pero, cuando recibió una copia del tercer volumen del Sexto Canto del Śrīmad-Bhāgavatam con su cubierta ilustrando a Śrī Saṅkarṣaṇa recibiendo adoración de Citraketu y los cuatro Kumāras, Prabhupāda la miró sólo brevemente y después siguió con su rutina. Subió a la azotea, donde se sentó al sol en una esterilla de paja. Su sirviente le dio masaje allí con aceite de mostaza; después Prabhupāda se bañó, tomó prasāda y descansó durante una hora en su habitación del piso superior. Siguiendo su hábito regular, bajó de su habitación a la azotea a las cuatro de la tarde, y recibió invitados en la sala de estar principal, en el segundo piso.
Änakadundubhi dāsa tenía un pequeño papel que jugar en la rutina diaria de Śrīla Prabhupāda, ya que cada tarde llevaba una guirnalda fresca de flores y aplicaba pasta de sándalo en la frente de Prabhupāda. El día que llegó el Sexto Canto del Bhāgavatam, Prabhupāda lo tomó de nuevo cuando bajó a su habitación. Mientras su discípulo esperaba de pie con la guirnalda y la pasta de sándalo, Prabhupāda empezó a examinar el libro como solía hacerlo, mirando primero las ilustraciones. Prabhupāda de pronto se percató de Anakadundubhi y le indicó con una mirada que podía acercarse y ponerle la guirnalda y la pasta. Y Prabhupāda continuó mirando el libro.
—¿Quién ha pintado esto? —preguntó Prabhupāda al ver la pintura de Śrī Saṅkarṣaṇa.
—Ésa la hizo Parīkṣit —dijo Anakadundubhi, que por encima del hombro de Prabhupāda miraba el libro abierto en sus manos. Prabhupāda entonces pasó la página. Una lámina reproducía a Mahā-Viṣṇu descansando en el Océano Causal, manifestando todos los universos de Su gigantesca forma.
—Y ésta ¿quién la pintó? —preguntó Prabhupāda.
—Ésa es de Raṇcora dāsa —dijo Anakadundubhi. Prabhupāda empezó entonces a citar de la Brahma-saṁhitā:
yasyaika-niśvasita kālam athāvalambya
jīvanti loma-vilajā jagad-aṇḍa-nāthāḥ
viṣṇur mahān sa iha yasya kalā-viśeṣo
govindam ādi-puruṣaṁ tam ahaṁ bhajāmi
Prabhupāda iba a pasar a la siguiente ilustración, cuando de improviso de su frente cayó una gota de pasta de sándalo en la página del Bhāgavatam. Anakadundubhi quedó espantado, esperando que Prabhupāda lo reprendiese por haber hecho la pasta tan diluida que había goteado en el libro. Pero Prabhupāda sólo la tocó con la uña del pulgar y preguntó: —¿Qué es esto?—. Anakadundubhi le explicó, pero Prabhupāda no dijo nada. Comúnmente, la pasta demasiado líquida hubiera sido bastante para provocar una palabra de reprimenda de Śrīla Prabhupāda, pero él estaba tan embebido en el Bhāgavatam que continuó su examen del libro, pasando por alto la mancha de sándalo que ahora adornaba la página.
Entrevista con Anakadundubhi dāsa
Un lector podría preguntar: «¿Qué sentido tiene esta anécdota?». El punto puede establecerse de la siguiente manera: Śrīla Prabhupāda estaba tan absorto en apreciar el volumen recién publicado delBhāgavatam que disculpó una discrepancia provocada por su sirviente, y disculpó también que el libro hubiera sido manchado; es un retrato de Prabhupāda en concentración extática. Pero, buscando justificar esta y otras anécdotas, me gustaría decir que el verdadero punto de la anécdota es su atractivo y el hecho de que nos da una imagen de la vida de Prabhupāda. Todo lo que nos permita introducirnos íntimamente en la presencia de Prabhupāda es de por sí completamente digno de ser oído; el mandamiento védico se mezcla con la presentación personal de Prabhupāda del mandamiento. En otras palabras, él corporifica el mandamiento védico con su propia actividad. Investigando en la literatura inglesa para encontrar precedentes de libros de anécdotas, encontré un interesante ensayo: Disertación sobre las Anécdotas de Isaac D’Israeli, un autor del siglo dieciocho. Su apreciación de la fuerza única de la anécdotas puede aplicarse perfectamente en el caso de los pasatiempos de Prabhupāda. D’Israeli escribe que aunque es posible que a veces los escritores de anécdotas relaten incidentes demasiado diminutos y triviales al describir a una persona histórica, si la persona es realmente grande, incluso muchos de sus mínimos actos son siempre muy iluminativos y dignos de atención.
«Por mi parte —escribe— estaré encantado de disponer de una buena vida de Homero, o Platón, Horacio o Virgilio, y sus iguales. En estos casos los detalles más pequeños no dejarán de interesarme». (Sin embargo dice que no está interesado ni siquiera en los hechos más importantes de las vidas de personas que en realidad carecen de grandeza.) En nuestro caso, escribiendo de Śrīla Prabhupāda, confiamos en que su estatura es de las más altas, ya sea considerado humana o espiritualmente, y de esta manera, debemos confiar que si contamos bien cualquier anécdota sobre Prabhupāda, esta será valiosa. Ya he dicho en el prefacio a la primera parte, sin embargo, que tales consideraciones de etiqueta deben aplicarse al describir al maestro espiritual. Y cuando he seguido adelante y he contado una anécdota que posiblemente esté mal construida, he intentado explicarla más completamente en estas notas. Antes de dejar el discurso de D’Israeli sobre las anécdotas, me gustaría exponer un poco más de sus citas para ayudarnos a apreciar más el beneficio de leer sobre Prabhupāda valiéndonos del medio anecdótico. Aunque estas reflexiones de un hombre de letras del siglo dieciocho no tenían la intención de referirse exclusivamente a las descripciones de un devoto puro del Señor, podemos felizmente valernos de ellas si a la hora de meditar pensamos en las anécdotas sobre Śrīla Prabhupāda.
«Un lector inteligente descubre frecuentemente (gracias a las anécdotas) trazos que parecían ocultos. No percibe estos toques casi imperceptibles en los amplios lienzos de la historia, sino en esos retratitos que a veces llegan a la posteridad. Adquiere más conocimiento de los individuos por medio de memorias que por la historia. En la historia hay majestuosidad, que nos mantiene distantes de los grandes hombres; en las memorias hay familiaridad, que nos invita a acercarnos a ellos. En la historia nos vemos sólo como uno que se añade a la multitud para verlos pasar; en las memorias somos como espías ocultos que se detienen en cada detallito y toman nota de cada pequeña expresión. Una anécdota bien elegida frecuentemente revela un carácter más felizmente que una elaborada delineación, tal como una simple ojeada a veces nos descubrirá lo que, a plena luz, se nos había escapado.
Por eso, no podemos acumular un número demasiado grande de tales hechos pequeños. Sólo mentes irreflexivas se lamentan de que recojamos tantas anécdotas. ¿Por qué el conocimiento humano es imperfecto, y no dispone de años suficientes para permitirnos estudiar la infinita naturaleza? La naturaleza humana, como una gran máquina, no se puede entender mirando su superficie, sino adentrándonos en sus diminutos resortes y ruedecitas. Que no se nos diga más que las anécdotas son objetos pequeños para mentes pequeñas».
12. Śrīla Prabhupāda cantando bhajanas
Siendo Hṛdayānanda Goswami el secretario de Prabhupāda en Māyāpura, se complacía en ver cómo a Prabhupāda le gustaba oírse cantando bhajanas en el cassette. Incluso mientras trabajaba, Prabhupāda ponía una cinta, y cuando la reproducción terminaba, pedía que pusiesen de nuevo la otra cara. Un día, muy jovial de humor mientras se escuchaba cantando haraye namaḥ kṛṣṇa, que llevaba un acompañamiento completo de armonio, mṛdaṅga y karatālas, y un fuerte ritmo, Prabhupāda empezó a hablar: —No tienen más que ir a cualquier parte, poner esta cinta y bailar—. Hizo un gesto moviendo las manos para mostrar cómo deben bailar los devotos: —Vayan por todo el mundo haciendo esto y la gente se verá tan atraída que harán un millón de dólares.
Como secretario del GBC responsable de Sudamérica, Hṛdayānanda Goswami casi siempre servía a Śrīla Prabhupāda sintiendo un humor de separación, pues trabajaba y viajaba constantemente para servir la causa de Prabhupāda. Pero, a menudo, realzaba su recuerdo de Śrīla Prabhupāda haciendo sonar las cintas de Śrīla Prabhupāda en todo lugar al que iba. Sirviendo en la distancia, se sentía intensamente próximo a Śrīla Prabhupāda, tanto o más que cuando estaba personalmente con él. A la noche, por muy tarde que fuese, tras cumplir todas las exigencias de viajar, predicar y administrar, Hṛdayānanda Goswami ponía una cinta de Śrīla Prabhupāda cantando y tocando el armonio, y a medida que en sus oídos entraba el trascendental sonido, Hṛdayānanda sentía cómo incrementaban todavía más los sentimientos de reciprocidad amorosa con Śrīla Prabhupāda. De esta manera, vāṇī (servicio a la orden de Śrīla Prabhupāda), realzaba vapu (servicio a la forma personal del maestro espiritual). Y al revés, vapu realzaba vāṇī.
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
13. Éste ya es nuestro aeropuerto
Cierta vez que salía de Australia, Śrīla Prabhupāda esperaba su avión. Los devotos le habían traído una simple silla y él se sentó en un jardín exterior, exactamente en la parte de fuera de la entrada del aeropuerto. Mirando mientras cientos de personas caminaban dentro y fuera de la terminal, Prabhupāda a veces preguntaba sobre la apariencia y estilos de vestir de la gente. Cuando preguntó sobre los zapatos altos que vio que algunos hombres llevaban, los devotos le explicaron que se llamaban zuecos.
—Algunos de ellos llevan una plataforma de quince centímetros de alto —dijo Amogha dāsa—. La gente llega hasta a torcerse los tobillos intentando caminar con ellos—. Prabhupāda rió ligeramente.
—Hay un proverbio bengalí —dijo—: «Haz algo nuevo». Ésta es la civilización occidental. Y piensan que Dios es muy viejo, que no es nuevo.
Los devotos se sentían torpes y se deshacían en disculpas porque Prabhupāda tuviera que sentarse en un lugar público tan lleno de gente. Uno de ellos señaló: —Algún día, Prabhupāda, tendremos nuestro propio aeropuerto.
—Éste ya es nuestro aeropuerto —dijo—. Todo pertenece a Kṛṣṇa. Así que ya es nuestro.
Amogha dāsa, memorias
14. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre predicar
Śrīla Prabhupāda dijo
Sobre predicar
Un día, en Vṛndāvana, Prabhupāda concedió un darśana matutino en su habitación, pero algunos de los devotos importantes se ausentaron. Cuando preguntó dónde estaban, se le dijo que algunos de los devotos estaban limpiando el templo.
Prabhupāda se sorprendió: —¿Limpiando el templo? Podemos contratar gente que limpie el templo. Pero una cosa en que no se puede contratar gente es en predicar. Tienen que oírme cuando hablo, sino ¿cómo van a predicar?
Satsvarūpa dāsa Goswami
Si te sientes endeudado conmigo, entonces debes predicar vigorosamente, como yo. Ése es el modo apropiado de pagarme. Por supuesto, nadie puede pagar su deuda con el maestro espiritual, pero el maestro espiritual se siente muy complacido si el discípulo muestra una actitud así.
Carta a Satsvarūpa (14 agosto 1976)
Sí, predicar es más importante que administrar. Nada más que por estar predicando tan bien y distribuyendo tanto prasāda, el mando te seguirá como tu sombra y Kṛṣṇa te enviará ayuda ilimitada.
Carta a Satsvarūpa (21 noviembre 1971)
Una vez, en Hawai, Prabhupāda hablaba de cómo él podía derrotar los argumentos de los no devotos: —Es como el karate —dijo—. Yo conozco el arte de atacar el punto débil de una persona hasta que muere. Primero encuentro su punto débil y empujo ahí hasta que muere.
Satsvarūpa dāsa Goswami
15. Śrīla Prabhupāda cuenta historias: Sobre los perezosos
Śrīla Prabhupāda cuenta historias
Sobre los perezosos
Prabhupāda se molestaba cuando los devotos, en Vṛndāvana, entraban y salían de su habitación y dejaban la puerta abierta tras ellos, permitiendo entrar a las moscas.
—¿Por qué dejan la puerta abierta? —dijo a gritos—. Es una enfermedad contagiosa—. Y entonces contó una historia:
Un patrón puso un anuncio por una vacante en su empresa, y recibió muchas solicitudes. Basándose en ellas, seleccionó a dos hombres y les pidió que viniesen para una entrevista. El patrón entonces, observó a cada hombre cuidadosamente durante la entrevista. Cuando el primero entró en la habitación, dejó la puerta abierta. El patrón habló con él durante quince minutos y después le pidió que esperase fuera. Cuando entró el segundo solicitante, cerró la puerta al entrar. Tras hablar con él, el patrón le pidió que esperase fuera también, y entonces llamó a su secretario.
—El primer hombre con el que hablé tiene todas las cualidades requeridas, pero he decidido dar el trabajo al segundo.
—¿Por qué?
—Porque el primer hombre dejó la puerta abierta. Eso es porque es perezoso. El otro hombre cerró la puerta; puede que no esté tan preparado, pero aprenderá rápidamente.
Entrevista con Maṇihara dāsa
En 1977, Śrīla Prabhupāda con unos ocho discípulos, se hospedó en una casa a orillas del Ganges en Hṛṣikeśa. Cierto día Prabhupāda entró en la cocina y quedó atónito al ver que los devotos habían cortado un enorme montón de vegetales para preparar el almuerzo. Prabhupāda les dijo que habían cortado vegetales en cantidad suficiente para alimentar a cincuenta personas. Haciendo un comentario sobre el poco sentido común de sus discípulos, Prabhupāda se sentó en una silla y empezó a dirigir cada detalle de los preparativos culinarios. Atendió al hervido del arroz y comprobó si estaba blando. Después, él mismo cocinó los capātīs. Fue entonces cuando dijo que sólo un perezoso sería incapaz de cocinar, y contó la historia de los perezosos.
Había una vez un rey que anunció que todos los perezosos de su reino debían ir a la casa de caridad, que allí se les daría de comer gratis. Fueron cientos de personas, y todos decían: —Yo soy perezoso—. El rey dijo entonces a su ministro que prendiese fuego a la casa de caridad. Todos los que estaban dentro —menos dos— salieron corriendo inmediatamente del edificio en llamas. De los dos que quedaban, uno le dijo al otro: —Este fuego me está dando demasiado calor en la espalda—. Y el otro hombre le aconsejó: —Pues ponte del otro lado—. Al ver a estos dos, el rey dijo: —Estos son auténticos perezosos. Denles de comer.
Diario de Tamāla Kṛṣṇa Goswami
16. Imágenes personales: Su baile
Imágenes personales
Prabhupāda y su foto
Le gustaba su propia foto en la contraportada del primer álbum Hare Kṛṣṇa, Happening. En esta foto, su cabello parece haberse puesto de punta, y su mirada es grave, penetrante, mística. De esta foto, él dijo: —Unswami debe tener una apariencia filosófica.
Un discípulo llamado Dhaneśa le dijo a Prabhupāda que quería una foto suya tocando mṛdaṅga para un segundo disco que se titularía Vande ‘ham. Prabhupāda dijo: —Yo no soy un músico profesional para tener que posar con una mṛdaṅga—. En lugar de esto sugirió imágenes más formales, como las de su propio Guru Mahārāja.
El guru está en su retrato. En una carta escribió:
No hay diferencia entre mi fotografía y yo. Con este sentimiento debemos venerar y cuidar las fotografías. Es ofensivo dejar fotografías por ahí tiradas de cualquier manera. El nombre y la imagen tienen la misma calidad que la imagen en el mundo espiritual. En cambio en el mundo material, ya sea que se trate de imagen o persona, todo es ilusión.
Carta a Jadurāṇī-devī dāsī (4 septiembre 1972)
Su sentido de la dignidad personal
En cierta ocasión explicó la importancia del filósofo en la sociedad humana con una historia. —En Inglaterra un filósofo fue invitado una vez a tener un encuentro con un famoso actor de teatro. El filósofo contestó: «¡No puedo reunirme con un perro bailarín!». Prabhupāda tenía una visión de sí mismo muy humilde, como un sirviente del sirviente, transmitiendo el mensaje de la conciencia de Kṛṣṇa. Pero como el regalo de la conciencia de Kṛṣṇa era muy importante, él también era muy importante, y él recibió de su maestro espiritual el poder de transmitirlo. A nosotros nos enseñó lo mismo: la importancia de los devotos que se dedican a servir al Señor.
Su baile
Pueden ver sus movimientos en filmaciones. No esperen ver grandes saltos atléticos arriba y abajo. Acostumbraba a empezar el movimiento con la cintura y los hombros, moviéndolos arriba y abajo al ritmo delkīrtana, y después saltaba. Para Prabhupāda, bailar siempre quiso decir brazos levantados y dedos extendidos, como en las pinturas de Gaura-Nitāi. Así fue como introdujo el baile en la Segunda Avenida 26 (en Nueva York), dirigiéndonos a todos nosotros puestos en círculo en su propia habitación, haciendo demostraciones de cómo se pone el pie izquierdo en el lado derecho y luego el pie derecho al lado izquierdo, y cómo oscilar atrás y adelante, con los brazos siempre levantados; Kīrtanānanda lo llamó «el paso del Swami». Cierta vez, en Chicago, reprendió a dos devotos que se retorcían al estilo discoteca. Enfáticamente, desde el vyāsāsana, levantó los brazos. Lo hizo una vez, y como los jóvenes no le hicieron caso, lo repitió de nuevo: —¡Se hace así!
El baile podía salirle en diferentes ocasiones memorables, caminar bailando en el kīrtana lleno de éxtasis de los Ratha-yātrās de Londres y Australia, o en habitaciones llenas hasta los topes de devotos, o ante miles de personas en paṇḍāls al aire libre en la India. Repentinamente, creando olas de emoción —todos los devotos se levantaban con él—, se ponía a bailar y nos hacía bailar. Él bailó, y nosotros estamos bailando.
Satsvarūpa dāsa Goswami
17. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida
Śrīla Prabhupāda conseguía animar a todos y cada uno de sus discípulos. Les hizo sentir que tenían un valor, que él los amaba, y mostró que conocía sus problemas particulares.
Algunos casos problemáticos eran quienes no podían trabajar bien con los demás, y otros eran los inestables. Cierto día, un devoto con problemas se presentó ante Śrīla Prabhupāda y le suplicó algún alivio.
—Śrīla Prabhupāda, quería disculparme por ser tan caído y mezquino. No parece que yo pueda hacer nunca algo a derechas. Intento dar algún consejo a la gente, pero es inútil. Porque incluso cuando pienso que estoy en lo cierto, me dicen que me equivoco. Así pues, quiero que me perdone por estar tan confundido.
Śrīla Prabhupāda contestó: —Criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa.
El abatido devoto quedó pasmado al oír esto. Pero pensó que quizá Prabhupāda no había captado lo que le había querido decir.
—Śrīla Prabhupāda, no pretendo criticar a Śrī Caitanya ni a Kṛṣṇa. Nada más quiero disculparme. Me entristece ser tan caído, no ser mejor de lo que soy.
Pero Śrīla Prabhupāda repitió: —Ellos criticaron a Śrī Caitanya y a Kṛṣṇa. No aceptaron a Śrī Kṛṣṇa ni cuando estuvo aquí presente. Sólo unos cientos de personas aceptaron que Él era Dios. Todos los demás Lo criticaban. Y cuando Śrī Caitanya estuvo aquí, hasta llegaron a darle con un jarro a Śrī Nityānanda. Si no quieren aceptarlo a Él, ¿qué vamos a decir de a ti o a mí?
El abatido discípulo quedó entonces sobrecogido, al darse cuenta de que Śrīla Prabhupāda verdaderamente lo había entendido, lo había entendido mejor que lo que él podía entenderse. —¿Qué hay que hacer entonces? —preguntó el discípulo—. ¿Seguir intentándolo?
—Sí —dijo Śrīla Prabhupāda.
Entrevista con Nara-Nārāyaṇa
Ocurrió un incidente parecido con un devoto fotógrafo. Tenía problemas en levantarse temprano y en controlar su lengua, no podía evitar comer demasiado. No era muy regulado ni tenía tendencia a la filosofía. Pero le gustaba hacer fotografías para los libros de Śrīla Prabhupāda, y en esto era muy bueno. Cierto día, tras acompañar a Śrīla Prabhupāda en sus viajes a diversos lugares, el fotógrafo pidió a Prabhupāda permiso para volver a su templo de origen. Consciente de su precaria situación, su debilidad en la vida espiritual, se presentó ante Śrīla Prabhupāda:
—Prabhupāda, qué sinvergūenza que soy.
—Eso es bueno —dijo Prabhupāda—. Sigue siendo sinvergüenza el resto de tu vida.
Esta frase confundió al discípulo: ¿Estaba Prabhupāda maldiciéndolo a «seguir siendo un sinvergüenza»?
Śrīla Prabhupāda explicó entonces: —Śrī Caitanya también fue llamado sinvergüenza. ¿Conoces la historia de Śrī Caitanya y su maestro espiritual?—. El fotógrafo de Prabhupāda de repente sintió que su mente y su lengua habían sido puestas bajo control, pues sin siquiera pensar comenzó a contar la historia de cómo Śrī Caitanya recibió de su maestro espiritual la indicación de que era demasiado tonto para entender el Vedānta y que debía limitarse a cantar Hare Kṛṣṇa. Prabhupāda sonrió y no dijo más. De este modo consiguió paz otro abatido discípulo, al entender su falta de inteligencia y el hecho de que su única esperanza era el santo nombre de Kṛṣṇa.
La habilidad de Śrīla Prabhupāda en éste y muchos otros casos demuestra cómo él era un gran psicólogo. Incluso cuando nadie podía, Śrīla Prabhupāda conocía los medios y modos de dar a un sirviente caído un poco de esperanza y fuerza renovadas. Y no lo hizo recurriendo a técnicas mundanas de jefes de personal, que a menudo son cínicas y de manipulación. Aun así, por Kṛṣṇa, Śrīla Prabhupāda era experto con la gente.
Entrevista con Bhārgava dāsa
18. ¡El mono me robó los zapatos!
Un día, en Vṛndāvana, Śrutakīrti, el sirviente de Prabhupāda lo oyó dando voces en su habitación en la azotea. Corriendo a la habitación, Śrutakīrti recibió como saludo un grito de Prabhupāda: —¡Sinvergüenza!—. Prabhupāda tomó una piedra de arcilla de su mesa de trabajo y la arrojó por la puerta del balcón.
—¿Qué ocurre?
—¡El mono me robó los zapatos! —dijo Śrīla Prabhupāda; se levantó y se dirigió a la puerta—. Trae algunasperās (‘simplemente maravillosas’) y mi bastón de caña —dijo Prabhupāda. Śrutakīrti salió y volvió con el bastón y una porción de dulce, mientras Śrīla Prabhupāda descubrió al mono, que estaba parado justamente a una distancia en que no se lo podía alcanzar, sobre el tejado de hormigón encima de la habitación de Prabhupāda. Con su bastón en la mano, Prabhupāda saltó tratando de golpear al mono, pero éste se mantuvo fuera de su alcance, escabulléndose atrás y adelante agitando la zapatilla provocadoramente.
—Qué sinvergüenzas son estos monos —dijo Prabhupāda con una apariencia seria y resuelta. Conociendo perfectamente el juego del mono, Prabhupāda pidió a su sirviente que le tendiese el dulce para negociar sobre la zapatilla. En cuanto se le ofreció el dulce, el mono se acercó y tendió la zapatilla. Se acercó más y más, pero entonces robó el dulce y se quedó la zapatilla. Por tres veces intentaron lo mismo, y el mono los engañó y les ganó cada vez. Triunfalmente, el mono se sentó atrás, fuera de alcance, gruñendo y haciendo muecas. Por último, se metió la zapatilla en la boca y empezó a masticarla. Prabhupāda afanosamente había tratado de recuperar la zapatilla, pero ahora dijo: —Lo ha arruinado—. El mono había roto el talón y la cubierta interior de la planta. Prabhupāda volvió entonces a su habitación y, tras intentarlo unas veces más, su sirviente también dejó el lugar. El mono entonces dejó caer el zapato y se fue corriendo.
Más tarde, un devoto trepó al tejado y le llevó a Prabhupāda la roída zapatilla. Prabhupāda decidió conservarla y usarla, aunque estaba rota y tenía marcas de dientes. Continuó llevándola durante un año tras el incidente.
Los devotos preguntaron a Prabhupāda si era verdad que los que en ese entonces eran monos en Vṛndāvana eran muy especiales, si eran sabios que en vidas anteriores habían caído de la vida espiritual y que en su siguiente vida se liberarían.
—Sí —explicó Prabhupāda—. Aunque los monos son traviesos y roban alimentos, en Goloka Vṛndāvana Kṛṣṇa mismo les distribuye la mantequilla.
Quién era, exactamente, este mono, o cuál era su relación con Prabhupāda, nadie puede decirlo con seguridad. Lo único cierto era que Prabhupāda lo consideró un travieso sinvergūenza, y que todo ello tuvo lugar en la inconcebible Vṛndāvana-dhāma.
Entrevista con Śrutakīrti dāsa
19. Casera japonesa
Durante una visita invernal al Japón, Prabhupāda se hospedó en una casita cuyas paredes eran de papel. El casero proporcionó un brasero de querosén, pero sólo calentaba un área reducida. Prabhupāda se envolvió en su cādar de lana gris y continuó traduciendo el Bhāgavatam en las frías primeras horas de la mañana, pero hizo notar que se encontraba muy incómodo. Cuando los devotos fueron a pedir al casero otra estufa, la esposa de éste puso inconvenientes. El casero acabó encontrando otro brasero que tenía de reserva, pero los gases del queroseno hacían que el aire de la habitación se volviese demasiado irrespirable. Además, por toda la casa había olor a excremento. En aquel vecindario el sistema de desagüe era abierto: tenía que venir un camión con aspirador y absorber el contenido de las fosas sépticas. Pero el camión llevaba, como mínimo, una semana sin venir. Llenos de ansiedad al ver las molestias que tenía que soportar su maestro espiritual, los devotos acudieron al casero y le rogaron que, por favor, eliminase aquel hedor de alguna manera. El hombre era humilde y muy transigente; además respetaba a Prabhupāda como líder espiritual. Consintió en limpiar él mismo las fosas, valiéndose de cubos de mano. Pero la esposa del casero puso inconvenientes otra vez, que su marido tuviese que hacer un esfuerzo tan extraordinario, humillante, para acomodar a Śrīla Prabhupāda. De todos modos el hombre lo hizo, y el mal olor desapareció. La última tarde que Prabhupāda pasó en la casita de papel, dio una clase pública. La casa tenía un piso y un entresuelo con apariencia de escenario. El asiento de orador se puso en esta plataforma, junto con un micrófono. El chalecito estaba lleno de invitados. Śrīla Prabhupāda dirigió el kīrtana y después empezó a leer en inglés, que por lo menos podían entender algunos de los que escuchaban. Pero a mitad de la charla, la esposa del casero, una señora japonesa pequeña, de mediana edad, entró en la casa y se puso a chillar llena de ira. Algunos devotos se adelantaron para detenerla, pero ella los esquivó. Llegó hasta el estrado, se subió a él y siguió gritando al lado de Śrīla Prabhupāda, haciendo gestos feroces y alborotando la reunión. Prabhupāda le preguntó a un invitado quién era esa señora y qué le ocurría, y oyó que era la dueña de la casa y que estaba enfadada con Prabhupāda porque había hecho limpiar las fosas sépticas a su marido. Cuando comprendió, Prabhupāda mostró una sonrisa. Se inclinó hacia adelante y habló por el micrófono, como si hiciese un anuncio. Dijo:
—Casera japonesa...
Toda la audiencia y los devotos se relajaron y rieron. Era como si con dos palabras, Prabhupāda hubiera hecho una exposición filosófica, explicando el fenómeno universal de las caseras y de cómo había que tolerarlas. Tras una pausa, Prabhupāda siguió con la clase, y la casera, que había quedado desarmada con las sonrientes palabras de Prabhupāda, bajó del estrado y salió de la casa.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
20. Solamente eres un poquito ladrón
Prabhupāda usaba términos muy fuertes cuando incriminaba a los materialistas. Los acusaba de ladrones, incluso a los grandes industriales. —Todo pertenece a Kṛṣṇa —decía— pero los capitalistas (y los comunistas) se están tomando para sí mucho más de lo que Dios les ha dado—. A veces, cuando los discípulos oían las críticas de Prabhupāda, quedaban preguntándose cómo iban ellos a repetir semejantes cosas a los no devotos. El mismo Prabhupāda habló con hombres de negocios, y en tales ocasiones, los devotos podían ver su brillante forma de explicar a hombres centrados en sí mismos el concepto de īśāvāsya, una sociedad centrada en Dios.
En una caminata matutina alrededor del lago White Rock, los devotos señalaron a Prabhupāda la mansión de uno de los magnates del petróleo más ricos del mundo. La blanca construcción en la amplia propiedad era apenas visible en la distancia, al otro lado del lago. Prabhupāda no lo tuvo muy en cuenta mientras caminaba siguiendo la orilla, que estaba limitada por las altas hierbas de palma que allí crecían, mientras el camino que seguían estaba esparcido con papeles y latas de cerveza. Un devoto contó cómo había intentado acercarse al multimillonario del petróleo para darle el Bhagavad-gītā, pero que el único éxito que había conseguido fue darle una copia a un guardia amistoso que había a la entrada.
—¿Qué le dirían —preguntó Prabhupāda— si de veras les permitieran verlo?
Con Prabhupāda estaban paseando unos diez devotos, y uno de ellos habló.
—Yo le diría que aquí en Dallas tenemos una escuela y que somos verdaderos ciudadanos modelo.
—¿Qué más le dirían? —preguntó Prabhupāda.
Una devota contestó que lo invitaría a visitar el templo, y otro dijo que le llevaría prasāda.
—No —dijo Prabhupāda— le tienen que decir: «Usted es un gran ladrón. Se ha apropiado de una gran cantidad de petróleo que le pertenece a Dios. Por eso ahora tendrá que ser castigado».
Los seguidores de Prabhupāda se sintieron incómodos, al no haberle dado a Prabhupāda una respuesta tan contundente, y estaban también un poco sorprendidos. Mientras proseguía el tranquilo paseo matutino, Prabhupāda dijo que llegaría el día en que el señor de la muerte vendría a buscar al multimillonario del petróleo, y los guardias de la entrada no lo podrían detener. A esa hora, sin tener en cuenta que pudiera ser el hombre más rico del mundo, la muerte se lo llevaría para que afrontase su karma.
No mucho después de la visita de Prabhupāda a Dallas, el multimillonario de Texas murió. Algunos de los devotos recordaron la palabras de Prabhupāda, y cómo nunca fueron capaces de acercarse a aquel hombre. Uno de los devotos que estaban en la caminata era Dayānanda dāsa, que años después recordó vívidamente el episodio completo, cuando fue testigo del trato de Prabhupāda con un rico industrial.
La escena ocurrió en Māyāpura, y Prabhupāda estaba dando su paseo matutino en la azotea del edificio de residencias. Jayapatākā Swami presentó a Prabhupāda a un destacado industrial que había venido a visitarlo desde Calcuta.
Hablando en inglés, Prabhupāda le dio la bienvenida agradablemente.
—Encantado de conocerlo —dijo Prabhupāda—. Gracias por venir a Māyāpura... Y ¿de qué es su fábrica?
El empresario, un hombre grueso vestido con dhotī, camiseta y kurtā inmaculadamente blancos, habló en voz alta.
—Fabrico vidrio —dijo.
—Hmm —reflexionó Prabhupāda—. ¿Y de qué se hace el vidrio?
El hombre caminaba ahora al lado de Prabhupāda, en compañía de otros devotos y amigos, dando vueltas por la azotea, hablando y contemplando las llanas tierras que rodean Māyāpura.
—De sílice —contestó el hombre—. Y el sílice se extrae de la arena.
—Sí —dijo Prabhupāda— pero ¿a quién pertenece la arena?
El industrial no sólo era un inteligente hombre de negocios, sino que también era piadoso, y pudo entender que Bhaktivedanta Swami, como guru, lo estaba orientando.
—Oh —dijo—, la arena viene de Bhagavān.
Prabhupāda contestó rápidamente: —Oh, ¿entonces usted Le está robando a Bhagavān?
La réplica de Prabhupāda hizo que todos rieran. Incluso el industrial no pudo menos que unirse a la risa. Tras el rápido intercambio, el empresario de Calcuta se fue yendo hacia la parte de atrás del grupo, y otros se adelantaron para presentarle a Prabhupāda algunas preguntas. Él respondía una tras otra, desarrollando a veces diferentes temas o pasando de un tema a otro. Tras pasear durante una media hora, el industrial de nuevo se acercó al frente para otra ronda de preguntas con Prabhupāda. Había estado considerando lo que Prabhupāda le había dicho, y se sentía un poco culpable.
—Swamiji —expuso el hombre—, aunque quizá yo tome la propiedad de Bhagavān, también doy caridad.
Prabhupāda sonrió y contestó: —Ah, entonces solamente eres un poquito ladrón.
Otra vez todos los que caminaban se rieron al oír la última palabra de Prabhupāda sobre el tema. Así mostró Śrīla Prabhupāda la aplicación práctica del consejo teórico que había dado en Dallas.
Entrevista con Dayānanda dāsa; Satsvarūpa dāsa Goswami
21. Madre violenta
Un muchacho californiano, David Shapiro, quedó atraído a Śrīla Prabhupāda por medio de sus libros y por la compañía de los devotos. Se trasladó al templo de Los Ángeles en una época en que Śrīla Prabhupāda estaba allí de visita, pero por desgracia la madre de David se puso violenta al ver que el hijo que ella había criado había elegido convertirse en devoto consciente de Kṛṣṇa. Era periodista, y emprendió una campaña escribiendo cartas contra el movimiento para la conciencia de Kṛṣṇa. Escribió cartas a los periódicos y también a los departamentos del gobierno, quejándose de que su hijo estaba llevando una vida demasiado renunciada en la conciencia de Kṛṣṇa, y sintió que esto eran malos tratos. David intentó calmarla, pero no lo hizo muy bien. Casi siempre se ocupaba en fregar ollas en la cocina del templo, o salía con un grupo a cantar al centro de la ciudad, y no se acordaba, o no se tomaba la molestia, de llamar a su madre. En el templo, los devotos tampoco ayudaban mucho, pues a veces se olvidaban de avisarle que su madre había llamado. La madre de David, en su campaña postal, escribió cartas también a Śrīla Prabhupāda. Prabhupāda contestó a una de sus cartas, pero ella no estaba interesada en dialogar o considerar el beneficio espiritual de su hijo, que Śrīla Prabhupāda le describió. Ella quería solamente que su hijo volviese.
Opinando que el templo de Los Ángeles podría verse en problemas a causa de esta mujer, el presidente del templo le pidió a David que dejase el templo. Aunque David era un devoto sumiso, se negó a irse y empezó a llorar: —No estoy iniciado. Llevo un año en este movimiento y no estoy iniciado; no tengo ninguna conexión con mi maestro espiritual. ¿Cómo puedo irme del templo sin esta conexión? ¡Quizá no vuelva nunca!—. Tanto el presidente del templo como David estaban confundidos. Se informó entonces a Prabhupāda de cómo el joven no quería irse, y él lo llamó a su habitación.
David fue a las habitaciones de Prabhupāda y se postró ante él, mientras Prabhupāda tomaba prasāda.
Prabhupāda le habló dulcemente: —Parece que tienes alguna dificultad con tu madre.
—Sí, Śrīla Prabhupāda.
—Está bien —dijo Prabhupāda—. He decidido iniciarte.
Entonces, en aquel mismo sitio, sin ninguna de las ceremonias formales requeridas, Prabhupāda dio a David su nuevo nombre, su nombre espiritual.
—Ahora tu nombre es Nṛsiṁhānanda dāsa. ¿Te parece bien?
—Sí, eh... —David difícilmente podía hablar.
Prabhupāda continuó: —Te doy este nombre, Nṛsiṁhānanda, porque gracias a Él estarás siempre protegido de tus padres.
Prabhupāda ofreció entonces a Nṛsiṁhānanda un poco de prasāda de su plato, y agregó: —Ahora puedes irte a casa y quedarte allí algún tiempo. Eso te vendrá muy bien. Creo que podrás hacer prasāda vegetariano allí, ¿no?
—Sí —dijo Nṛsiṁhānanda.
—Puedes pasar un tiempo en tu casa, y luego venir de vuelta —dijo Prabhupāda.
Nṛsiṁhānanda entendió el deseo de Prabhupāda, y tenía fe en que funcionaría. —Gracias, Śrīla Prabhupāda —dijo, y salió.
Así regresó David Shapiro, ahora Nṛsiṁhānanda dāsa Brahmacārī, a casa de su madre. Diez meses después, cuando tanto el hijo como la madre habían conseguido una visión más madura de la conciencia de Kṛṣṇa, Nṛsiṁhānanda volvió a unirse al movimiento de Prabhupāda, esta vez para quedarse.
Entrevista con Nṛsiṁhānanda dāsa
22. Esto es muy enojoso para mí
Śrīla Prabhupāda quería que devotos e invitados estuviesen atentos mientras él hablaba sobre el Bhagavad-gītā o el Śrīmad-Bhāgavatam. Una vez, Prabhupāda expresó su disgusto con un niño que lloraba, y una persona en la audiencia lo desafió:
—Si usted es un guru, ¿por qué se perturba?—. Prabhupāda contestó que era la audiencia la que veía perturbada de escuchar atentamente, y que por eso había pedido que hiciesen callar al niño. Incluso cuando Prabhupāda hablaba en hindi, que la mayoría de sus discípulos no podían entender, esperaba que se quedasen escuchando y guardasen silencio. Dijo que incluso si no podían entender el lenguaje, la vibración sonora los purificaría.
En Nueva Delhi, en cierta ocasión en que Prabhupāda estaba hablando a un ministro del gobierno y otros invitados en su habitación, dos de sus discípulos armaron alboroto. Brahmānanda Swami estaba enfermo y necesitaba saber la dirección de un médico; así pues, entró en la habitación para atraer la atención de Tejās. Al principio, Tejās no quería ni siquiera hablar, pero Brahmānanda insistió y lo atrajo a un lado. Tejās se volvió y dio la dirección del doctor, pero Brahmānanda le pidió más información, y los dos empezaron a discutir. Como reacción a la molestia, Prabhupāda dejó de hablar. Cuando los devotos lo miraron, él tenía la vista clavada en una mancha del techo que estaba justamente encima de donde los dos habían estado sentados. Prabhupāda bajó la vista del techo y miró directa y firmemente a los dos discípulos ofensores.
—Esto es muy enojoso para mí —dijo Prabhupāda. Sacudió su cabeza con disgusto y añadió: —Es desconcertante.
Habló estas últimas palabras con un tono suave, pero con ira. La atmósfera de la habitación era muy tensa. Los distinguidos invitados miraban a los jóvenes y a Prabhupāda, y los jóvenes estaban desolados. El disgusto de Prabhupāda continuó sin alivio, hasta que de pronto otro devoto entró en la habitación y anunció: —Prabhupāda, el auto está listo—. No liberó a sus discípulos de su instructiva indignación hasta que se levantó para salir a cumplir otra ocupación.
Entrevista con Tejās dāsa
En 1969, cuando Prabhupāda se hospedó en la finca de John Lennon, le gustaba pasear durante la brumosa mañana por los jardines y arboledas. Allí se encontró con el jardinero jefe, un anciano caballero inglés que solía vestir una chaqueta de cheviot, incluso cuando cavaba la tierra. El jardinero no había mostrado interés en la filosofía ni en los devotos, pero cuando vino Prabhupāda, se interesó en encontrarse con él. Durante el primer paseo matutino, el jardinero jefe se presentó. Prabhupāda también estaba vestido como un caballero, llevaba una chaqueta negra larga, un sombrero negro y botas Wellington.
—Yo soy el jardinero jefe aquí —dijo el hombre. Prabhupāda dijo que estaba contento de encontrarse con él y le preguntó: —¿Qué está cultivando?—. El jardinero ansiosamente mostró a Prabhupāda algunas plantas y frutos que cuidaba en el invernadero, entre ellas melones de agua y variedades de flores. También extrajo las bandejas que había bajo una mesa del invernadero y le enseñó a Prabhupāda sus champiñones.
—Oh, nosotros no comemos eso —dijo Prabhupāda—. Son hongos—. El hombre admitió que eran hongos. Prabhupāda explicó que los champiñones no saben bien y, como crecen en lugares oscuros y húmedos, se consideran alimentos en la modalidad de la ignorancia. Śrīla Prabhupāda sugirió entonces al jardinero que probase cultivar dedos de dama, pero el hombre no sabía qué es lo que quería decir Prabhupāda. Prabhupāda señaló sus propios dedos. —Debe usted cultivar estos dedos de dama—. Dijo la palabra hindi, bhiṇḍīs, pero el hombre tampoco entendió. Al final, el jardinero pudo comprender que Prabhupāda hablaba de quingombós. Prabhupāda preguntó al hombre si podía cultivar mangos, pero éste le dijo que no, que ni en el invernadero.
—¿Usted qué edad tiene? —preguntó Prabhupāda. El jardinero contestó que sesenta y seis. Prabhupāda preguntó: —¿Todavía tiene todos los dientes?
El jardinero pareció un poco incómodo, pero de todos modos contestó: —No, ya no. Tengo todos los dientes postizos.
—Yo tengo setenta y dos años —dijo Prabhupāda— pero todavía tengo todos los dientes.
Prabhupāda abrió la boca y se los mostró.
El jardinero contestó: —Perdí todos mis dientes porque me gustan demasiado los dulces.
—A mí también me gustan los dulces —replicó Prabhupāda—. Yo como muchos dulces, pero como los que se pueden comer: sandeśas, rasagullās, gulābjamūns. Usted también tiene que comer de estos dulces.
Después de este encuentro, cuando paseaba por la mañana, Prabhupāda saludaba habitualmente al jardinero con unas palabras o al menos, si el jardinero trabajaba a cierta distancia, intercambiaban un saludo agitando las manos.
Entrevista con Dhanañjaya dāsa
23. Ratha-yātrās en muchos países
Calcuta era la ciudad donde Prabhupāda había nacido e, incluso en los años setenta, cuando él tenía centros de ISKCON en las principales ciudades del mundo, sus visitas al templo de Calcuta hacían que viejos amigos y conocidos fuesen a visitarlo. Una tarde estaba sentado en su habitación con viejos amigos, familiares del vecindario de la calle Mahatma Gandhi, donde él había crecido. Le insistieron en que fuese a visitar el viejo templo de Rādhā-Govinda. Aunque ya eran casi las diez de la noche, de pronto Prabhupāda accedió a ir y fue en automóvil con algunos de sus discípulos occidentales. Cuando cruzaba su viejo barrio, señaló la casa en la que se había criado de niño y el lugar donde solía comprar cometas. En el templo de Govindajī, sus parientes salieron, lo abrazaron y tocaron sus pies de loto. Viejos y jóvenes lo rodearon, sonriendo y sin dejar de hablar en bengalí. Prabhupāda fue entonces ante la Deidad de Govinda, a la que había adorado desde el principio de su vida.
—Prácticamente todo lo que he hecho —explicó a sus discípulos— es por la gracia de Rādhā-Govinda—. Recordó sus primeros Ratha-yātrās subiendo y bajando la calle Mahatma Gandhi, y cómo su padre le pagó el festival. Prabhupāda dijo que ahora estaba llevando por todo el mundo ese mismo espíritu del que se había embebido aquí organizando Ratha-yātrās y fundando muchos templos de Rādhā-Govindajī en todos los países.
Entrevista con Abhirāma dāsa
En India, cuando salía a caminar o viajaba, Prabhupāda tenía a menudo que tratar directamente con comerciantes y trabajadores, antes que permitir que engañasen a sus discípulos occidentales. Un día, saliendo de los terrenos del templo de ISKCON en Māyāpura, acompañado por unos devotos, Prabhupāda se acercó a un ricksha-walla y le preguntó cuánto quería por un viaje hasta el Navadvīpa-ghāta [el muelle de los botes que llevan a la ciudad de Navadvīpa]. El ricksha-walla dijo que dos rupias, y Prabhupāda replicó que era demasiado caro.
—¿Por qué pides tanto? —argumentó Prabhupāda—. Hemos venido a predicar. Estamos trayendo devotos de todo el mundo.
Pero el ricksha-walla dijo que dos rupias era su precio final. Prabhupāda irguió la cabeza, se volvió a sus discípulos y dijo: —Iremos caminando—. El camino que había por delante era de tres o cuatro kilómetros, pero Śrīla Prabhupāda empezó a caminar con paso decidido, y sus discípulos se le unieron yendo detrás. Su paso continuó fuerte y rápido por unos minutos, hasta que el mismo ricksha-walla lo adelantó, se situó enfrente de Prabhupāda y se paró. Sin hablar, ni siquiera mirar a los lados, Śrīla Prabhupāda subió al ricksha y se fue victorioso, al precio de una rupia.
Entrevista con Śatadhanya Mahārāja
24. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la adoración de la Deidad
Śrīla Prabhupāda dijo
Sobre la adoración de la Deidad
No tiene sentido usar flores y frutas de plástico o de papel para adorar a las Deidades. Si no puedes conseguir frutas y flores frescas, puedes hacer la decoración con hojas frescas. Has visto nuestros templos; en ninguna parte se usa esa clase de cosas. Eres una devota con experiencia. ¿Por qué haces una propuesta de este tipo? No nos interesa decorar; lo que buscamos es servicio devocional, para satisfacer los sentidos de Kṛṣṇa. Por supuesto debe haber decoración, el templo deber ser tan opulento como se pueda para complacer a Kṛṣṇa. Fuera del templo, puedes usar los adornos de plástico. Pero no para adorar. Para la adoración diaria, deben haber frutas, flores y hojas frescas.
Carta a Himāvatī-devī dāsī (26 diciembre 1971)
¿Quién se encarga del altar? Por la noche hay que asegurarlo, tienen que cerrar cada ventana y cada puerta, y tienes que comprobar en persona que se hace esto. Ya han tenido suficiente experiencia en Bury Place, donde atacaron a la Deidad. Ya tienen esa experiencia, de modo que no sean descuidados en esta cuestión. Por favor, comprueba que el templo tenga bastante seguridad, en especial las Deidades, de manera que no se vean expuestas a ningún ataque.
Carta a Mukunda dāsa (1 enero 1974)
Sobre tus preguntas, no es muy bueno poner “estatuas” de Rādhā-Kṛṣṇa en un estante. Si no van a ser adoradas como Deidades, ¿qué sentido tiene esa exhibición? Los visitantes van a tener la idea equivocada de que no son más que figuras decorativas o ídolos, que no Las tomamos muy en serio. ¿Por qué no Las adoras en el altar?
Carta a Patita Uddhāraṇa dāsa (8 diciembre 1971)
Para vestir a Jagannātha, el método apropiado es vestirlo como un rey kṣatriya. No hay límite a la opulencia que le puedas dar.
Carta a Kīrtika-devī dāsī (18 enero 1973)
Por algunos años, Prabhupāda viajó con pequeñas Deidades de Rādhā-Kṛṣṇa. Su sirviente y su secretario personal eran responsables de hacer lo que fuese necesario para las Deidades de Rādhā-Kṛṣṇa cuando Prabhupāda se trasladaba de un lugar a otro. En una ocasión en India, en que Prabhupāda hizo una parada corta en un templo, su sirviente no desempaquetó las Deidades. Prabhupāda se puso furioso y le preguntó al devoto por qué no lo había hecho. —No creí que fuese muy racional desempaquetar las Deidades en estas condiciones —contestó su sirviente. Prabhupāda le respondió con un grito:
—¡Tú sí vas desempaquetado, y vas muy cómodo!
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
25. Śrīla Prabhupāda cuenta historias cortas: Cuchilllo o tijeras
Prabhupāda quería que sus devotos científicos formasen el Instituto Bhaktivedanta. Escribiendo libros y dando conferencias debían destruir las teorías de que la vida viene de la materia y de que no hay Ser Supremo. Les previno contra los científicos ateos, que serían muy tozudos. Para ilustrar la testarudez de los materialistas, Prabhupāda contó la historia de la «filosofía de las tijeras».
Dos hombres discutían sobre qué instrumento cortante había que usar, si cuchillo o tijeras. —¡Cuchillo! —decía uno. —¡No, tijeras! —replicaba el otro. Su discusión derivó en una encendida lucha.
—Si no me das la razón te tiraré al río —dijo el hombre que defendía el cuchillo.
—¡No, nunca cambiaré de opinión! ¡Tijeras!—. Entonces el defensor del cuchillo tiró al otro hombre al río. Éste nadó por un momento, pero quedó agotado y empezó a hundirse. Pero era tan terco en defender su punto de vista que, hundido ya bajo el agua y a punto de morir, echó el brazo fuera del agua y cruzó sus dedos adelante y atrás como un par de tijeras cortando.
—Los científicos actuarán así —dijo Prabhupāda—. A pesar de derrotarles con toda lógica, aún seguirán diciendo que la vida viene de la materia. Pero la gente más cuerda e inocente se convencerá por la presentación védica de que la vida proviene de la vida.
Entrevista con Yaśomatīnandana dāsa
A Śrīla Prabhupāda no le gustaba que sus discípulos hiciesen austeridades artificiales. Cuando un devoto apareció con el pecho desnudo al frío durante un Kumbha-melā, Prabhupāda lo reprendió. En otra ocasión, en América, se burló de su discípulo Nara-Nārāyaṇa, que entró en la gélida sala del templo llevando sólo una camiseta ligera.
—Nara-Nārāyaṇa —dijo Prabhupāda desde el vyāsāsana— debes estar comiendo pollo—. Los demás devotos se volvieron y lo miraron fijamente.
—Sí —continuó Prabhupāda— esa es la manera en que los musulmanes conservan el calor. ¿Estás comiendo pollo, Nara-Nārāyaṇa?
—¡No, Śrīla Prabhupāda!
Prabhupāda entonces empezó a contar la historia de cómo los musulmanes conservaban el calor siguiendo el sistema de comer cien pollos en uno. Un granjero toma cien pollos, y con uno de ellos alimenta a los noventa y nueve restantes. Entonces, con otro pollo alimenta a los noventa y ocho que quedan, y con otro a los noventa y siete que quedan. Al final, cuando ya solo quedan dos pollos, con uno alimenta al otro. Entonces ofrece este pollo al emperador. De esta manera se considera que está comiendo cien pollos.
Entrevista con Nanda-kumāra dāsa y con Nara-Nārāyaṇa dāsa
26. Más historias cortas: ¡Me he vuelto fantasma!
Para empujar a sus discípulos a trabajar más duro, Prabhupāda usaba a veces el sarcasmo. Estaba cansado de los retrasos de los trabajadores que construían un edificio de viviendas en Māyāpura, y echaba la culpa de ello a los devotos. Cuando uno de los principales dirigentes entre sus discípulos le presentó una excusa, Prabhupāda replicó citando un verso humorístico:
Monos grandes, barrigas grandes
un salto a Ceilán: melancolía.
Todos rieron con Prabhupāda, aunque sin llegar a captar el significado a la primera. Él explicó que sus dirigentes eran como los monos que, excepto Hanumān, no podían saltar a Ceilán. A pesar de que tenían grandes músculos y grandes estómagos, cuando se les pedía que hiciesen algo heroico, no podían.
Uno de los discípulos de Prabhupāda tenía una enfermedad crónica que los médicos no podían diagnosticar, pero decían que era incurable. Prabhupāda dijo que estos médicos eran como un grupo de hombres que tramaron una conspiración contra un hombre llamado Bhāgavat.
Los amigos de Bhāgavat querían gastarle una broma, así que diez de ellos se pusieron de acuerdo. Así, cuando Bhāgavat fue a visitar a uno de sus amigos, el hombre, boquiabierto, le dijo: —¡Oh, te has vuelto fantasma!—. Bhāgavat, divertido, contestó: —No, no me he vuelto fantasma, ¿qué te pasa?—. Pero el amigo, con voz horrorizada, insistió: —¡Bhāgavat, te has vuelto fantasma!—. Bhāgavat no lo tomó en serio, pero cuando fue a ver al siguiente amigo, éste actuó de la misma manera aterrorizada. Cuando le ocurrió esto diez veces, Bhāgavat mismo se llenó de horror: —¡Sí, me he vuelto fantasma! ¡Me he vuelto fantasma!—. Prabhupāda indicó que, a veces, por conspiración y por māyā, pensamos que estamos más enfermos que lo que en realidad estamos.
Una vez mientras Prabhupāda estaba comiendo jaka [jack-fruit o fruta de pan], bromeó sobre el sabor de esa fruta. Un hombre en un país extranjero intentaba describir esta fruta de pan a un amigo. Pero finalmente confesó que no había manera de describirla a menos que se saboreara. Pero tanto insistió el amigo en una descripción verbal, que el hombre contestó:
—Para imaginarte el sabor de la fruta de pan, tendrías que beber jugo de caña de azúcar a través de la barba de un musulmán.
Prabhupāda dijo que así son los intentos que hacen las personas sin comprensión espiritual por entender la danza rāsa de Kṛṣṇa.
Entrevista con Harikeśa Swami y Jadurāṇī-devī dāsī
27. Personal: Prabhupāda y las Deidades
Prabhupāda y las Deidades
Él fue tan bueno en traer la accesible kṛṣṇa-mūrti. ¿Qué sabíamos nosotros? ¿Qué éxito hubiéramos podido tener? Pero él lo hizo, empezando con Śrī Jagannātha, y después los pequeños Rādhā-Kṛṣṇa de Nueva York. Prabhupāda se agachaba ante Ellos, ordenaba un servicio sencillo, Los guardaba en su habitación, y nos explicaba que no eran ídolos. La Deidad era Kṛṣṇa mismo.
Nos aconsejó: —Si piensan en Swamiji y en el Señor Jagannātha durante todo el día, por la noche soñarán con Ellos—. Bailando ante las Deidades, él nos enseñó a nosotros. De otra manera, nadie hubiera podido introducir entre los occidentales la adoración de las Deidades. Ahora que Ellos están aquí en tantos templos, los futuros historiadores de la religión quizá piensen que vinieron por otros medios, o que cualquier devoto pudo haberlos llamado, pero Prabhupāda era el único apoderado para llamar a la Deidad.
Al principio Le pidió por favor que —si los devotos ex-mlecchas cometían ofensas— se cuidase Él solo. Pero el mismo Śrīla Prabhupāda después vio que la adoración estaba yendo bien, y aprobó que Kṛṣṇa estaba siendo adorado con gran magnificencia. Así como el brāhmaṇa que llamó a la Deidad como testigo, Prabhupāda llamó al Señor, y el Señor accedió a venir. Atendiendo a la invitación de Prabhupāda y al sonido del kīrtana, Kṛṣṇa fue recibido en escenarios sencillos: en habitaciones reformadas, en casas alquiladas (Boston, St. Louis, Buffalo), y luego en grandiosos templos. Los ācāryas del pasado instalaban una sola Deidad en su vida, sus queridos Rādhā-Kṛṣṇa, pero Prabhupāda instaló y adoró docenas de Rādhā-Kṛṣṇa, y viajó para verlos. Él fue el campeón de Rādhā-Kṛṣṇa, instalando y distribuyendo Rādhā-Kṛṣṇa en cada continente, más y más, una y otra vez, bañando, cantando, vistiendo, llevando a cabo la instalación.
Śrīla Prabhupāda se agachaba ante el Señor, y a veces lloraba lágrimas de alegría en el darśana de las resplandecientes Rādhā-Kṛṣṇa. Se fijaba en cómo estaban siendo servidos y vestidos, y dio una norma estricta: nunca deberíamos cambiar las cosas caprichosamente después de que él se hubiera ido. Para Śrīla Prabhupāda, que nosotros adorásemos la Deidad de Kṛṣṇa era un asunto práctico trascendental. Por supuesto que tenemos que hacerlo, sino ¿cómo vamos a permanecer puros? Y por supuesto, la Deidad es Kṛṣṇa, con Su flauta y Su forma curvada en tres partes, con Rādhā a Su lado. Y por supuesto, ¡tenemos que darles nuestra devoción! Era una cuestión devocional práctica: Él iba a venir cuando hubiera devotos, y cuando estos Le adoraran. Pero, ¿no es esto un gran milagro? Prabhupāda invitó a Kṛṣṇa; Kṛṣṇa accedió y los ex-mlecchas estuvieron de acuerdo en aceptarlo, y oran: «¡Oh Señor del universo, por la gracia de Prabhupāda, por favor hazte visible ante mí».
Satsvarūpa dāsa Goswami
28. Hacer lo que quiere el maestro espiritual
Prabhupāda estaba sentado en una estera de paja en el soleado balcón del templo de Calcuta, a punto de recibir un masaje de su sirviente, cuando un nuevo discípulo, Pañcadraviḍa dāsa, se acercó para hacerle unas preguntas.
—Prabhupāda, yo antes era músico —dijo Pañcadraviḍa—. ¿Podría seguir siéndolo y dedicarme solamente a tocar música para Kṛṣṇa?
—Sí —respondió Prabhupāda— puedes hacerlo—. Prabhupāda habló tranquilamente, relajado bajo las manos de su sirviente, que lo estaba masajeando. —Pero entonces también tendrás que aceptar una cierta cantidad de karma.
—Bueno, entonces quizá no es eso lo que debo hacer —dijo Pañcadraviḍa—. Pero es que la vida debrahmacārī se me hace un poco difícil. Vida de brahmacārī significa vivir bajo condiciones muy institucionalizadas—. Algunos otros devotos se habían reunido alrededor, mirando a Prabhupāda y escuchando sus palabras. Los cantos de los pájaros y ruidos de la calle llenaban el aire.
—Puedes ser brahmacārī y vivir fuera del templo —propuso Prabhupāda.
—¿De verdad?
Pañcadraviḍa estaba sorprendido al oír concesiones tan liberales, pero otra vez Śrīla Prabhupāda puntualizó:
—Sí, puedes vivir fuera, seguir los cuatro principios y ser un brahmacārī, pero por supuesto, si haces esto no serás parte de nuestro movimiento.
—Oh —repuso Pañcadraviḍa, desilusionado—. Bueno Prabhupāda, quizás lo mejor sería que me casara.
—Sí —dijo Prabhupāda de un modo pausado, tolerante— puedes hacerlo si es lo que quieres.
Pañcadraviḍa decidió no preguntar más, se disculpó y salió del soleado balcón. Más tarde algunos devotos mayores le dijeron que nunca habían oído a Śrīla Prabhupāda hablar de aquella manera, dando su aprobación a todo lo que su discípulo le pedía. Pero Pañcadraviḍa no estaba satisfecho. Al día siguiente coincidió que estaba fuera de la habitación de Prabhupāda justo cuando Śrīla Prabhupāda se estaba enrollando el cordón brahmínico en torno a la oreja, preparándose para entrar en el cuarto de baño. Viendo a su maestro espiritual, Pañcadraviḍa expuso de nuevo lo que pensaba:
—Śrīla Prabhupāda, ¿se acuerda que ayer le hice todas aquellas preguntas y que usted dijo que yo podía hacer toda clase de cosas: tocar música, vivir como brahmacārī fuera del templo, casarme? Estoy un poco confundido. Me estoy preguntando, si hago todas esas cosas, ¿seguiré contando con sus bendiciones?
Prabhupāda lanzó una penetrante mirada a los ojos de su discípulo y contestó: —¿Por qué haces tantas preguntas estúpidas? Si no sabes lo que el maestro espiritual quiere, ¿cómo piensas que vas a conseguir sus bendiciones?
Śrīla Prabhupāda entonces siguió caminando y entró en su cuarto de baño. Pañcadraviḍa se quedó con la primera lección de su vida espiritual: hacer lo que quiere el maestro espiritual. Y también apreció mejor, por la manera en que Śrīla Prabhupāda lo trató, que Prabhupāda era trascendental, no un ser ordinario de este mundo.
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
29. Con qué maestría resolvía los problemas
Unos meses después de sus preguntas a Prabhupāda en Calcuta, Pañcadraviḍa se le acercó en Bombay y le entregó en la mano un trozo de papel diciendo: —Es una canción que he escrito.
—Muy bien —dijo Prabhupāda— déjala aquí, ya la veré después—. Pañcadraviḍa dio gracias a Prabhupāda y se puso de pie para dejar la habitación, pero Prabhupāda de repente habló de nuevo: —Ven aquí, vamos a ver esto.
Prabhupāda miró entonces las palabras de la canción de Pañcadraviḍa y dijo: —Entonces... ¿puedes cantar esto?
—Sí, Śrīla Prabhupāda —dijo Pañcadraviḍa—. Tengo una guitarra.
Entonces Prabhupāda le pidió que trajese su guitarra para cantar con él y su sirviente. Prabhupāda se puso la mṛdaṅga en el regazo, su sirviente tocó los karatālas, y Pañcadraviḍa empezó a rasguear las cuerdas para acompañar con su propia voz la canción devocional que él mismo había compuesto.
Hace cinco mil años
en este mismo día
un niñito azul aparecía
en esta tierra oscura y llena de problemas,
en este mundo oscuro y lleno de problemas.
Los hombres galopaban en pesados caballos
buscando al niño que había de matar al rey,
buscando al niño que había de matar al rey.
«Nanda Mahārāja, en el cuerpo de tu niño
puedo encontrar treinta y dos signos de fortuna.
Me sorprendo al pensar
cómo este niño ha venido a nacer
en una familia de pastores de vacas.
Cómo este niño ha venido a nacer
en una familia de pastores de vacas.»
Prabhupāda sonrió y disfrutó de la canción junto con sus discípulos. Fuera de la habitación de Prabhupāda, un devoto le dijo a Pañcadraviḍa que debía considerar que esa había sido la perfección de su carrera como guitarrista, y que ahora ya era momento de olvidarse de la guitarra. Pero Pañcadraviḍa conservó su guitarra durante otro mes aproximadamente, aunque los demás brahmacārīs no apreciaban excesivamente esto. Llegó un día en que decidió prescindir de ella. Aunque le había costado doscientos dólares, aceptó, la vendió por cinco dólares a otro devoto músico. La misma guitarra tuvo posteriores relaciones con Śrīla Prabhupāda en Māyāpura. El nuevo propietario de la guitarra, un discípulo norteamericano, por su temperamento violento, había causado considerables trastornos a la comunidad de devotos, y casi todos los devotos sentían temor en presencia suya. Prabhupāda oyó diferentes quejas y un día llamó al devoto ante él.
—Tú cantas muy bien —dijo Prabhupāda—. ¿Por qué no viajas por todo el mundo, junto con tu esposa, cantando para atraer a la gente a la conciencia de Kṛṣṇa?
Muy animado, el devoto pronto se fue de Māyāpura. Siguiendo la orden de Śrīla Prabhupāda, se marchó cantando con su guitarra. Aunque los śāstras dicen que nadie puede conocer lo que piensa el ācārya, y aunque Śrīla Prabhupāda nunca dijo que había alejado a un devoto problemático sugiriéndole que viajase y cantase, todos los devotos de Māyāpura no pudieron menos que apreciar con qué maestría resolvía los problemas Śrīla Prabhupāda
Entrevista con Pañcadraviḍa Swami
30. Kṛṣṇa con dolor de cabeza
Era costumbre de Prabhupāda, cuando visitaba el templo de ISKCON en la calle Henry, en Brooklyn, recibir a los artistas de ISKCON y revisar las últimas pinturas que habían hecho para sus libros. Pero cuando una de las pintoras veteranas, Jadurāṇī-devī dāsī, enseñó a Prabhupāda una nueva pintura de Kṛṣṇa en Vṛndāvana, Prabhupāda le dio una respuesta infrecuente. La pintura representaba al joven Śrī Kṛṣṇa, sentado en los arbustos de Vṛndāvana. Tenía la cabeza inclinada, y, Su mano en la frente, parecía abatido. Por detrás de los arbustos, algunas gopīs Lo buscaban.
—¿Qué es esto? —preguntó Prabhupāda. Era como si no supiera qué hacer con aquello.
—¿Hay algo mal? —preguntó inquieta Jadurāṇī—. Es Kṛṣṇa lamentándose porque Rādhārāṇī Lo ha dejado.
—No —afirmó Prabhupāda.
—Sí —repitió Jadurāṇī—. Está hecha según Las Enseñanzas de Śrī Caitanya. Kṛṣṇa se lamenta porque Rādhārāṇī se marchó, y Él se metió entre los arbustos y se lamenta.
—No —dijo Prabhupāda— Kṛṣṇa no es así.
Jadurāṇī insistió en que así estaba en el libro, pero Prabhupāda puso reparos: —Kṛṣṇa no se lamenta de esta manera —explicó. Prabhupāda no dijo en concreto qué era lo que estaba mal, pero los devotos se angustiaron, especialmente la artista. Todos se sintieron incómodos, hasta que Śrīla Prabhupāda halló una solución: —Puedes usar esta pintura para ilustrar otro motivo —dijo—. Este cuadro puede ser el que representa a Kṛṣṇa cuando tiene dolor de cabeza. Prabhupāda se echó hacia atrás satisfecho y repitió: —Sí, Kṛṣṇa con dolor de cabeza.
Todos rieron aliviados cuando Prabhupāda encontró otra manera de apreciar el servicio de su devota.
Entrevista con Bharadvāja dāsa
31. La humilde afirmación de Prabhupāda
En otra visita al templo de Brooklyn, cuando Śrīla Prabhupāda veía las últimas pinturas de sus discípulos artistas, de pronto pidió que trajesen una cinta de sus bhajanas donde cantaba Jīva Jago.
En unos minutos encontraron la cinta, y Prabhupāda se recostó en su āsana escuchando en silencio, junto con los devotos que llenaban la habitación. Estaba tan absorto escuchando el canto que a los devotos les pareció que había entrado en trance. Incluso cuando levantó los ojos y miró la habitación en torno, ellos siguieron pensando que el humor espiritual de Prabhupāda era profundo e inaccesible. Cuando se terminó la cinta, Prabhupāda seguía sin poder hablar, de modo que pareció que la reunión se terminaba. Los devotos, a regañadientes, empezaron a levantarse y salir. Pero uno de los pintores se adelantó con otro cuadro.
—Prabhupāda, hemos olvidado mostrársela. Aquí hay otra pintura más.
—Sí —dijo Prabhupāda, aún muy pensativo—. Sí, es buena. Entonces miró alrededor a los devotos reunidos en la habitación y empezó a mover su cabeza a los costados apreciativamente.
—En realidad todos ustedes son buenos —dijo—. Todos ustedes son buenos, y en asociación con ustedes hasta yo puedo ser bueno. Por lo demás, yo soy muy malo—. Ahora sí la reunión se había terminado; nadie fue capaz de responder a la humilde afirmación de Prabhupāda.
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
32. ¿Qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Algunos discípulos de Prabhupāda estaban en medio de carreras más o menos prometedoras cuando se unieron a él para emprender una vida espiritual de plena dedicación. Jagattāriṇī-devī dāsī había sido una importante actriz de cine en Australia y acababa de hacer una película con Mick Jagger justo antes de decidir rendirse a Śrīla Prabhupāda. Una vez que Śrīla Prabhupāda visitaba Australia, un reportero publicó la historia de que la ex-actriz ahora era una renunciada devota. Imprimieron en el periódico dos fotografías que presentaban a Jagattāriṇī, primero como actriz de cine, con maquillaje y atractiva vestimenta, y otra foto en que vestía sārī y fregaba una olla. Cuando publicaron el periódico, los devotos se divirtieron y quisieron llevárselo a Śrīla Prabhupāda, aunque Jagattāriṇī tenía miedo de que no le gustase. Cuando Prabhupāda vio las fotos, se rió.
—En esta fotografía como actriz de cine, ella tiene un aspecto triste y no es muy bella —dijo Prabhupāda. Después señaló la foto de su discípula con sārī—. Pero en esta fotografía se la ve muy alegre y muy hermosa. Aunque los materialistas lo verán al revés.
Esa tarde, en el templo, cuando Jagattāriṇī se acercó al vyāsāsana de Prabhupāda para recibir un poco deprasāda, él le dijo: —Eres muy afortunada, porque Kṛṣṇa te ha salvado de toda esa locura.
Entrevista con Jagattāriṇī-devī dāsī
Un discípulo recién casado se acercó a Śrīla Prabhupāda en cierta ocasión para tomar consejo sobre el matrimonio, y obtuvo una respuesta enigmática.
Śrīla Prabhupāda en persona había llevado a cabo el yajña de fuego ceremonial para los jóvenes en su templo de Londres, y a la mañana siguiente, los recién casados se las arreglaron para acompañar a solas a Śrīla Prabhupāda en su caminata matutina. El devoto caminaba próximo a Prabhupāda, y su esposa caminaba tres pasos más atrás.
—Prabhupāda, ¿qué se entiende por estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Prabhupāda guardó silencio durante un momento y dijo después: —Estar casado en conciencia de Kṛṣṇa quiere decir que antes de comer tu prasāda, salgas a la calle y llames tres veces en voz alta: «¿Hay alguien que quiera tomar prasāda? ¿Hay alguien que quiera tomar prasāda? ¿Hay alguien que quiera tomar prasāda?». Y si no viene nadie, entonces puedes tomar prasāda.
El esposo se sintió confundido de alguna manera, porque lo que él esperaba era oír indicaciones sobre la posición de una pareja casada, y cómo debían tratarse íntimamente en sus relaciones. El joven pensó que quizá Prabhupāda no le había entendido; así que al final de la caminata repitió la misma pregunta: —Prabhupāda, ¿me podría explicar qué significa estar casado en conciencia de Kṛṣṇa?
Śrīla Prabhupāda repitió la misma respuesta con firmeza: —Significa que antes de tomar prasāda, debes salir a la calle y llamar tres veces en voz alta: «¿Hay alguien que quiera tomar prasāda?». Y si no viene nadie, entonces puedes tomar prasāda.
Entrevista con Kulaśekhara dāsa
No debemos ser como este neófito gṛhastha consciente de Kṛṣṇa y sorprendernos por el consejo de Prabhupāda a los casados. En su recuerdo, el devoto dice que pensó que Prabhupāda no lo había entendido. Pero Prabhupāda lo había entendido perfectamente, y también le dio un buen consejo para un auténtico comportamiento de gṛhastha. En el Séptimo Canto del Śrīmad-Bhāgavatam hay instrucciones completas para los gṛhasthas, y estas pocas palabras que aquí habla Prabhupāda, están entre las normas de las Escrituras para la vida familiar. No podemos decir exactamente por qué Śrīla Prabhupāda eligió dar esta instrucción, y sólo esta instrucción. Pero en primer lugar los nuevos padres de familia deben aceptar que las instrucciones de Prabhupāda son śāstricas, y en segundo lugar, deben intentar pensar por qué Śrīla Prabhupāda ha seleccionado esas instrucciones en particular para ellos. Śrīla Prabhupāda no hablaba caprichosamente, ni seleccionaba arbitrariamente de entre las muchas instrucciones de las Escrituras.
La concreta instrucción que dio Prabhupāda, que un casado no debe conformarse con buscar una situación agradable para su propia gratificación sensorial en lo que al alimento se refiere, sino que debe compartirlo con los demás primero, enfatiza que el aśrama de gṛhastha es un modo de vida renunciado. El joven casado admitió que quería oír de Prabhupāda sobre los tratos íntimos de marido y esposa. Pero Prabhupāda apuntó que la vida de gṛhastha no versa sobre eso. De acuerdo al sistema varṇāśrama, el gṛhastha en realidad es el que abastece de todo al conjunto de la sociedad. Un devoto neófito puede pensar que si se casa podrá arreglarlo todo mucho mejor para llevar una vida independiente, comer y estar cómodo, lo cual cuando erabrahmacārī no era tan fácil de conseguir, pero la instrucción concreta que Prabhupāda eligió reduce esta mentalidad errónea a pedazos. Antes de convertirse en un disfrutador de los sentidos, una vez casado, elgṛhastha se ve aquí como aquel que tiene que llevar como su propia carga a todos los seres humanos, e incluso a otras criaturas vivas. Ésta es la imagen de un casado que no se las arregla para disfrutar, sino que gana para su mesa y sale fuera a dar de comer a otros antes que a él mismo. Cualquier instrucción que Śrīla Prabhupāda dio, por muy extraña o sorprendente que pudiera haber parecido en el contexto, ciertamente estaba en relación con las Escrituras, y si cada quién piensa en ella cuidadosamente, verá cómo la enseñanza se aplica perfectamente a su propio caso, y cuando actúe en relación con esto, logrará el éxito.
En El Néctar de Prabhupāda vemos a Prabhupāda dar instrucciones concretas a personas concretas. Podemos decir que estas instrucciones no tienen que ser aplicadas universalmente, pero, al menos, en cada caso, son instrucciones absolutas. La prueba de cada discípulo sincero es que sigue las instrucciones que Prabhupāda le dio. Ya hemos citado esto cuando hablamos de las prevenciones que Prabhupāda hizo al devoto artista que manifestaba síntomas sahajiyā [pasatiempo nº 4]. Al leer las anécdotas de Śrīla Prabhupāda como instrucciones prácticas, podemos apreciar las instrucciones particulares que dio Prabhupāda a diferentes personas, y podemos también embebernos de la instrucción general, esto es que cada uno, (él o ella) tiene siempre que respetar al maestro espiritual, meditar en él y ejecutar las instrucciones que de él ha recibido.
33. Inteligencia mal utilizada
Prabhupāda estaba hablando en una habitación llena de invitados en Australia. Habló del mal uso de la inteligencia. Dijo que la gente tiene en la forma humana de vida la oportunidad de alcanzar la comprensión espiritual, y que —a pesar de ello— simplemente desperdician su inteligencia. La charla de Śrīla Prabhupāda estaba siendo grabada en varios cassettes, y los micrófonos se apoyaban sobre la mesa que él tenía delante. Su tono era serio, tal como en una conferencia formal, y Prabhupāda se mostraba resuelto entregando la conciencia de Kṛṣṇa a la gente.
En medio de la charla, mandaron a un brahmacārī recién iniciado para que le llevase a Prabhupāda una copa de agua. La copa era una fantasía de base pequeña y abertura amplia. La habían puesto al revés encima de la bandeja de plata, junto con un jarro de agua helada. El brahmacārī puso nerviosamente la bandeja sobre la mesa de Prabhupāda, mientras todos lo miraban y esperaban. Sin darse cuenta de que la copa estaba vuelta al revés, por alguna causa el joven pensó que la base en realidad era un embudo en el que debía verter el agua. Pero tan pronto empezó a verterla, el agua se derramó de la base de la copa, salpicando la mesa.
—¿Qué es esto? —exclamó Prabhupāda.
—Es agua, Prabhupāda —dijo el brahmacārī.
En aquel momento, ya varias personas del público se levantaron para resolver la situación. Nadie reía. Por el contrario, lo que había era una incomodidad molesta, que una cosa tan extraña hubiese ocurrido en presencia de Prabhupāda. Finalmente el joven se sentó otra vez, y Prabhupāda reinició su clase.
—Inteligencia mal utilizada —dijo Prabhupāda y la audiencia rió con él, apreciando su ingenio y su habilidad para distender el difícil momento.
Entrevista con Amogha dāsa
34. «Yo quiero», eso es complacencia de los sentidos
En una ocasión en que Śrīla Prabhupāda se encontraba en Māyāpura, un discípulo suyo vino de África con la intención de llevar a cabo austeridades extremas en el santo dhāma. En lugar de vivir en el edificio de viviendas, el devoto se instaló en un cobertizo cerca de un bananal. Se había comprobado que cantaba 120 rondas de japa al día, dormía dos horas y de prasāda sólo tomaba un bocado.
Śrīla Prabhupāda se enteró de la presencia del muchacho en el dhāma, pero al principio no dijo nada públicamente. Una mañana, cuando Prabhupāda caminaba alrededor del estanque, un devoto se refirió a las últimas prácticas austeras del devoto de África. Algunos devotos estaban impresionados, pues conocían lo difícil que era cantar tantas rondas y dormir y comer tan poco.
—Śrīla Prabhupāda —dijo un devoto— ahora está aumentando su canto, y rechaza toda compañía, pues no quiere ocuparse en conversaciones frívolas.
—Sí —dijo Prabhupāda evasivamente—, ahora querrá irse a vivir al río.
—Śrīla Prabhupāda, ahora quiere vivir bajo un árbol.
Entonces Prabhupāda reveló su mente: —Todo es una tontería —dijo. Y agitó su mano, como quitándole todo valor al esfuerzo del joven—. En cuanto dices «yo quiero», eso es complacencia de los sentidos, una tontería.
Entrevista con Jagat-guru Swami
35. Bhavatāriṇī, la hermana de Śrīla Prabhupāda
En Māyāpura, en especial en la época de los festivales internacionales, diferentes discípulos se encargaban de hacer guardia a la puerta de Śrīla Prabhupāda. Su principal cometido era disuadir a posibles visitantes, de manera que Śrīla Prabhupāda no se viese constantemente interrumpido. El guarda también estaba para ir a buscar cualquier cosa que Śrīla Prabhupāda quisiese.
Una vez, mientras Mahābhūti dāsa hacía guardia a la puerta de Prabhupāda, Śrīla Prabhupāda lo llamó y le pidió un zumo de dob fresco. Pero, mientras Śrīla Prabhupāda hablaba, su hermana, Bhavatāriṇī, entró de pronto en la habitación. La hermana de Prabhupāda, que los discípulos de Prabhupāda llamaban Piśimā (o ‘tía’), tenía entrada libre para ver a Prabhupāda cada vez que quisiese. Además, lo cierto era que nadie hubiera podido impedirle ver a Prabhupāda, hablar con él o cocinar para él cuando lo desease.
Cuando Piśimā se sentó en la habitación, Mahābhūti se levantó para cumplir el deseo de Prabhupāda dedob fresco. Pero Prabhupāda habló con seriedad: —Siéntate—. Y Mahābhūti se volvió a sentar.
Śrīla Prabhupāda empezó a hablar con su hermana en bengalí, y Mahābhūti esperó durante aproximadamente veinte minutos, cantando japa silenciosamente. La conversación entre Prabhupāda y su hermana discurrió plena de entusiasmo, hasta que cerca del final, Prabhupāda adoptó un tono de ligera reprimenda. Por último, Bhavatāriṇī ofreció sus respetos a su exaltado hermano y salió de la habitación. Prabhupāda se puso de pie, y Mahābhūti se dispuso a salir para llevar a cabo el recado interrumpido.
Como para explicar su comportamiento, Prabhupāda citó un verso:
mātrā svasrā duhitrā vā na-avivikta-āsano bhavet
balavān indriya-grāmo vidvāṁsam api karṣati
—Nunca te quedes a solas con una mujer —dijo Prabhupāda.
Entrevista con Mahābhūti dāsa
Prabhupāda describió también que su maestro espiritual era muy estricto siguiendo la regla de no quedarse solo con una mujer. Una vez, uno de los discípulos de Bhaktisiddhānta Sarasvatī, el Dr. O. B. L. Kapoor, visitó a Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī con su muy joven esposa. Mientras hablaban, la muchacha le dijo al guru de su esposo: —Me gustaría preguntarle algo, en privado—. Pero Bhaktisiddhānta Sarasvatī replicó: —No, yo no puedo verla en privado. Lo que quiera preguntar, puede hacerlo aquí—. Śrīla Prabhupāda comentó que en aquella época Śrīla Bhaktisiddhānta era lo bastante anciano como para ser el bisabuelo de la joven, pero aun así aplicó estrictamente esta norma como un ejemplo. El gran discípulo de Bhaktisiddhānta Sarasvatī, Śrīla Prabhupāda, hizo lo mismo.
Divulgar en la India la conciencia de Kṛṣṇa muchas veces quería decir que Prabhupāda tenía que ir con sus discípulos a respetar prasāda a las casas de la gente. Entonces, comer era una forma de servicio a Kṛṣṇa.
Cuando Girirāja dāsa fue a la India por primera vez, estaba acostumbrado a un estricto entrenamiento debrahmacārī, y el hábito personal que tenía era ser particularmente reservado a la hora de aceptar dulces. Pero en una ocasión, Prabhupāda vio que la austeridad de su discípulo causaba incomodidad a su anfitrión.
El padre del hombre que había invitado a Prabhupāda a comer había intentado en repetidas ocasiones dar a Girirāja un segundo rasagullā, pero Girirāja seguía rehusando. Como Girirāja se sentaba bastante cerca de Prabhupāda, no quería que Prabhupāda pensase que él era un disfrutador sensual, y por esta razón constantemente se negaba a tomar el rasagullā del anciano padre de su anfitrión. Al final, cuando el hombre venía de nuevo a halagar a Girirāja, Śrīla Prabhupāda lo miró amorosamente y le dijo: —Puedes tomar un dulce, para hacer feliz a un anciano—. De esta manera, Girirāja aceptó otro dulce.
Entrevista con Girirāja Swami
36. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre la salud y la enfermedad
En cuanto a tu enfermedad física, debes hacer lo que se requiera para tratarla adecuadamente, lo que más práctico sea.
Carta a Bhakta dāsa (7 mayo 1975)
En primer lugar, no es cuestión de que un devoto sea alejado de la asociación por haber enfermado, ni tampoco creo que se esté haciendo esto como norma general. ¿Quién se ha visto así excluido? Un síntoma del devoto es que es bondadoso, de manera que, si nuestro hermano espiritual enferma, nuestro deber es ayudarle proporcionándole la medicina y el tratamiento que necesita, para que se pueda recuperar.
Carta a Śukadeva dāsa (abril 1974)
En lo que toca al padecimiento de Bhūmātā-devī dāsī, lo que debe hacer no es más que tomar el tratamiento que haga falta. Hacer el mejor uso de una mala compra. Este cuerpo material es una mala compra, porque siempre es miserable. Hacer el mejor uso de esta mala ganga significa ofrecer servicio devocional en toda circunstancia. El polvo de los pies de loto del maestro espiritual nunca debe usarse para obtener beneficios materiales. Éste es un gran error. Lo mejor es que esta chica intente cantar dieciséis rondas cada día lo mejor que pueda, y seguir todas las reglas y regulaciones, incluso aunque padezca alguna aflicción; de esta manera, entenderá completamente la misericordia de Kṛṣṇa y del maestro espiritual.
Carta a Kṛṣṇānandiṇī-devī dāsī (8 abril 1975)
Los médicos dan una medicina y hablan de seguridad, pero no hay seguridad, y si no hay seguridad, ¿por qué vamos a romper nuestros cuatro principios básicos? No creo que haya garantía de seguridad por tomar esa medicina hecha con productos animales. Pero si realmente es seguro, puedes tomarla. Pero es muy dudoso.
Carta a Govinda dāsī (12 febrero 1972)
En la historia hay muchos ejemplos de personas muy incapacitadas físicamente pero que a pesar de todo practicaron conciencia de Kṛṣṇa. Todavía, en los días que corren, en Vṛndāvana, India, hay muchas personas ciegas, mutiladas, cojas, deformes, etc., pero que están muy resueltas a practicar la conciencia de Kṛṣṇa lo mejor que puedan. Sólo tienes que estar resuelto a practicar el proceso de bhakti-yoga con las habilidades que tengas. Si de verdad eres sincera, Kṛṣṇa te ayudará. Si necesitas alguna ayuda médica, toma la que te haga falta.
Carta a Kṛṣṇa-vilāsinī-devī dāsī (3 junio 1975)
Has cumplido tu deber en los últimos momentos de la vida de tu esposa, de modo que pudo oír el canto. En cuanto a dónde ha ido ella, eso depende de los pensamientos que tenía en el momento de dejar el cuerpo. Esto se dice en el Bhagavad-gītā:
anta-kāle ca mām eva smaran muktvā kalevaram
yaḥ prayāti sa mad-bhāvaṁ yāti nāsty atra saṁśayaḥ
«Y quienquiera que al final de la vida abandone el cuerpo recordándome únicamente a Mí, de inmediato alcanza Mi naturaleza. De esto no hay ninguna duda» (Bg. 8.5). Recordar a Kṛṣṇa implica práctica, y esto se hace más que nada cantando el mantra Hare Kṛṣṇa.
Carta a Gandharva dāsa (11 junio 1974)
Al respecto del accidente de automóvil, organiza una reunión de pésame por Rāghava dāsa Brahmacārī y ora por su alma a Kṛṣṇa para darle una buena oportunidad de avanzar en conciencia de Kṛṣṇa. En verdad, Kṛṣṇa le va a dar un buen lugar donde nacer en el que de nuevo pueda empezar sus actividades de conciencia de Kṛṣṇa. Esto es seguro. Pero, ofrecemos nuestros pésames a un alma que se ha ido, separándose de los vaiṣṇavas. ¿Sabes que se debe distribuir prasāda? Tres días tras la partida de unvaiṣṇava, hay que celebrar una reunión para ofrecer kṛṣṇa-prasāda al alma partida y a todos los demás. Ese es el sistema.
Carta a Revatī-nandana Swami (14 noviembre 1973)
37. Historias del bufón Gopāla Bhan
Prabhupāda dio a conocer a sus discípulos las historias del bufón Gopāla Bhan, que fue famoso en Bengala por su inteligencia, ingenio y agilidad mental en la corte del rey Kṛṣṇacandra. Prabhupāda dijo que nadie, ni siquiera un emperador, puede estar todo el tiempo serio, sin ningún desahogo. Pero, como todos tienen que tratar al rey muy respetuosamente, tenía que haber una persona a la que se le permitía bromear con el rey. El rey también tenía que ser capaz de bromear con él, porque si el rey fuera a hacer esto con su primer ministro, el prestigio del primer ministro se vería reducido. Así pues, el rey Kṛṣṇacandra siempre se entretenía en una batalla de agudezas con su arlequín Gopāla Bhan.
Una vez Gopāla caminaba en la corte del rey, y el rey dijo: —Gopāla, eres un asno.
—Mi señor —dijo Gopāla— yo no soy un asno. Hay una diferencia entre un asno y yo.
Entonces Gopāla midió la distancia entre el rey y él, y dijo: —Metro y medio.
Cuando Prabhupāda contó esta historia riéndose, sus devotos estaban no sólo divertidos, sino también asombrados de que Prabhupāda los invitase a oír y reír con el ingenio de Gopāla.
Prabhupāda contó entonces otra historia. Gopāla se construía una casa, y de acuerdo a la costumbre védica, antes de abrir una casa se debe hacer un sacrificio llamado gṛha-praveśana. Esto es, un yajña en que la casa se purifica y se ofrece a Dios. No se permite a nadie defecar en la casa, o se consideraría contaminada. Nadie usa nada hasta que entran los brāhmaṇas haciendo saṅkīrtana-yajña, recitando mantras y rociando agua del Ganges. De esta forma, en la cultura védica todo, incluyendo construir una casa y concebir un niño, se regula de modo que en todo momento la persona sea consciente de Kṛṣṇa. Pero, explicó Prabhupāda, el rey quería derrotar a Gopāla, y para ello ofreció una gran recompensa de monedas de oro a aquel que pudiese ser más listo que Gopāla y evacuar en su casa recién construida.
Un día Gopāla inspeccionaba su casa, cuando llegó un hombre enviado por el rey que pretendía estar sufriendo de un urgente llamado de la naturaleza.
—Gopāla —dijo—, tengo que defecar inmediatamente. Por favor, indícame tu cuarto de baño. No me puedo contener.
—De acuerdo —dijo Gopāla—. Sube—. Lo llevó al cuarto de baño de la casa recién construida y le permitió ponerse en cuclillas dentro. Pero cuando el hombre intentó cerrar la puerta por cuestión de reserva, Gopāla se quedó allí con la puerta abierta.
—Gopāla, ¿por qué no me dejas cerrar la puerta y te quedas ahí parado? ¿Para qué tienes ese bastón tan grande en la mano?
Gopāla dijo: —No, te dejo pasar excremento en mi cuarto de baño, pero si sueltas un gota de orina te aplastaré la cabeza—. Entonces el hombre se rió y confesó: —Eres muy listo—, y se fue corriendo, derrotado.
Prabhupāda rió también tras esta historia, aunque los devotos estaban algo perplejos. Prabhupāda admitió que el humor védico era en cierto modo sutil. Dijo que el humor estaba inseparablemente ligado a la cultura, y que si no se conoce bien la cultura, no se puede entender el humor. Pero en la cultura védica, religión, humor, arte, música, todo estaba interconectado.
Entrevista con Jayapatākā Swami
La historia en que Gopāla Bhan fue más listo que el que intentó defecar en su casa recién construida, contiene lecciones que se pueden aplicar en temas más elevados. Prabhupāda la usó para ilustrar la mentalidad engañosa de la gente que parece decir una cosa pero que en secreto pone condiciones para hacer que lo que ha dicho sea imposible de poner en práctica. Es muy difícil evacuar sin derramar al menos una gota de orina. De manera que Gopāla estaba dando al hombre permiso de palabra, pero lo que proponía era prácticamente imposible. Además, Gopāla estaba listo para castigar al hombre si éste no era capaz de hacer lo imposible. Debemos ser cuidadosos de no presentar dobleces en nuestro trato con los demás, de modo de pedirles cosas imposibles de conseguir. También, un devoto que predica en el mundo de los sagaces materialistas, debe tener cuidado de no ser engañado por las tentadoras propuestas de hombres de negocios, políticos y otros disfrutadores. Si, con una inteligencia clara, podemos cruzar a través de esos desorientadores malabarismos de palabras, podremos ser capaces de hacer valer la conciencia de Kṛṣṇa pura y exponer los intentos engañosos de otros. Las historias de cómo Gopāla engañaba al rey y sus amigos pueden servir para que nos divirtamos al oírlas, pero también pueden ser un tema más serio cuando pasamos una prueba en la vida, con problemas difíciles de solucionar. En el Śrīmad-Bhāgavatam, leemos cómo Bhīma y Śrī Kṛṣṇa aconsejaron a Arjuna que matase a Aśvatthāmā, mientras Yudhiṣthira, Draupadī y otros le pidieron que lo perdonase. Era imposible satisfacer los deseos de todas esas exaltadas personas, pero, por la gracia de Kṛṣṇa, Arjuna obtuvo una brillante solución. Hay casos parecidos de vaiṣṇavas que tienen que pasar pruebas difíciles, aparentemente imposibles de superar, y que a pesar de todo fueron capaces de solucionar la contradicción. Cuando unvaiṣṇava, valiéndose de su inteligencia consciente de Kṛṣṇa, salva las trampas de los materialistas o los derrota con una lógica superior consciente de Kṛṣṇa, su acción va más allá de la simple diversión, es una maravillosa victoria.
38. El bufón Gopāla Bhan disgusta al rey
Un día, la esposa del rey dio a luz un hijo varón, y el rey se regocijaba. En aquel momento Gopāla Bhan entró en la habitación, y el rey le dijo: —Gopāla, en esta muy, muy feliz ocasión, dime por favor, ¿qué se te ocurre decir? Dime exactamente cómo te sientes en este momento.
Gopāla contestó: —Francamente, en este momento, me siento muy feliz después de defecar.
—¡Gopāla! ¿Cómo puedes decir semejante cosa? —El rey estaba humillado—. ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir en este afortunado momento? Estoy disgustado por completo. No tiene la menor gracia, y no aprecio tu humor en absoluto.
Tras eso, las relaciones entre el rey y Gopāla fueron tirantes por algún tiempo. Pero un día Gopāla remaba río abajo llevando al rey, cuando el rey repentinamente sintió que la naturaleza lo llamaba urgentemente.
Gopāla dijo: —A este lado hay una zona de selva muy densa. No es lo mejor. Sigamos un poco más río abajo y llegaremos a un lugar mejor.
El rey exclamó: —¡No, dirígete a la orilla!
Gopāla replicó: —No, aquí no. Hay peligro: ladrones y bandoleros. Su vida puede peligrar. Más adelante hay un sitio.
El rey dijo: —Gopāla, ¡ya no aguanto más, ve allí inmediatamente!—. Gopāla tuvo que dirigirse allí y el rey saltó fuera. Apenas podía contenerse. Cuando volvió, Gopāla le preguntó: —¿Cómo se siente?
El rey contestó: —Me siento muy feliz después de defecar.
Entonces Gopāla dijo: —¿Se acuerda? Exactamente ésta era la situación en que estaba yo cuando acababa de nacer su niño. Cuando usted me preguntó en aquel momento qué estaba sintiendo exactamente, yo estaba en la misma situación que usted ahora. Yo le dije como me sentía, pero usted pensó que estaba insultando a su hijo y nunca lo apreció. ¿Lo entiende ahora?
Jayapatākā Swami
39. Personal: Su horario normal
Personal
Su horario normal
Prabhupāda seguía su propio horario y sólo en ocasiones se desviaba de él. A las once o las once y media de la mañana era la hora de su masaje, pero si tenía invitados y estaba predicando, no se paraba para respetar su horario. O por la noche, seguía hablando, especialmente en Bombay, con algún miembro vitalicio o abogado. Pero nunca fue caprichoso en cuestiones de tiempo, o sobre dónde estar para servir a Kṛṣṇa. Una vez, tras pasear media hora a lo largo de la playa de Juhu, el Dr. Patel (uno de sus amigos, que se había unido a nuestra caminata) sugirió que regresáramos. Prabhupāda miró su reloj y dijo que era demasiado pronto, la Deidad de Rādhā-Rāsavihārī no daría su darśana hasta que pasase otra hora. El Dr. Patel dijo: —Si usted regresa temprano, como es un devoto puro, Kṛṣṇa puede dar Su darśana más temprano—. Prabhupāda dijo que no había que considerar eso; no podemos cambiar el horario de las Deidades para que sigan el nuestro.
Él nunca se iba solo, sin devotos acompañándole. Nunca se le oyó decir: «Me voy unos cuantos días» o «Me voy a resolver un asunto privado que tengo» o «Voy a tomarme unas vacaciones». Todo se hacía en el mejor momento consciente de Kṛṣṇa. Incluso en su soledad se le podía oír cuando traducía el Bhāgavatam, o cuando cantaba el mantra Hare Kṛṣṇa en sus cuentas de japa. El silencio de su conciencia pura no podíamos entenderlo nosotros, pero había vislumbres de ello cuando a veces nos contaba un sueño que había tenido, o nos revelaba algo que hubiera estado pensando en soledad.
En 1968, en Nueva York, tras quedarse hasta muy tarde por la noche, Prabhupāda se levantó y viajó por la madrugada temprano a Boston. Allí escribió una carta a su presidente de templo en Nueva York, que no había sido capaz de levantarse la mañana en que Prabhupāda partió hacia Boston. —No me alabes solamente —escribió Prabhupāda—: también haz lo que yo hago—. Prabhupāda siguió su horario de un modo considerablemente estricto. Podían golpearle los acontecimientos, noticias del ataque de algún demonio podían hacer que se pusiera muy serio, pero aún así, con gran seriedad, iría a bañarse, o tomaría prasāda; a menos que el hecho fuese excesivo y entonces, por la ansiedad, no iría a comer; o como en una ocasión en que se quedó toda la noche preocupado por un discípulo líder que daba señales de desviación seria. Una vez le enseñaron las fotos en color del primer Ratha-yātrā en Los Ángeles, las miró con placer trascendental durante horas y no recibió su masaje. La puntualidad era su factor fijo, con esas pequeñas excepciones que nos enseñaban algo más allá del horario, pero lo común era que se cuidaba de su programa de rutina.
No daba la imagen estereotipada del hindú que siempre llega dos horas tarde a cada encuentro. Prabhupāda tenía la costumbre de mirar su reloj, y a veces, cuando sus sirvientes no estaban listos para partir, salía de la habitación y se dirigía al automóvil que esperaba, dispuesto a dejarlos atrás. Pero no tenía la apariencia del karmī, pies y manos encadenados a seguir un horario impuesto que no le deja libertad.
El Bhagavad-gītā describe los «principios regulados de la libertad», y Prabhupāda estaba liberado, pero para enseñarnos a nosotros, y para vivir del modo que era más eficaz para cumplir su servicio, organizó cada minuto de sus veinticuatro horas. Había un momento en la madrugada, cuando el aire era más fresco y el vecindario estaba más tranquilo, que era mejor para darse un paseo para cantar japa. Había un momento —de acuerdo al horario de Sus Señorías— que era mejor para saludar a las Deidades. Había un tiempo que era mejor para que los devotos se reunieran, un tiempo apropiado para comer y mantener la salud, y un tiempo razonable para responder cartas. Para reglamentar a sus hombres a que se levantasen temprano, él se levantó temprano. Predicó a sus invitados en los momentos que más les convenían a ellos. De esta manera marcó un horario a sus actos trascendentales, no por el mero hecho de poner normas sino para llevar a cabo su servicio a Kṛṣṇa, el mejor, el más constante, para extender y solidificar su movimiento ISKCON en este mundo.
Satsvarūpa dāsa Goswami
40. Predicar significa describir a Kṛṣṇa
Uno de los discípulos artistas de Prabhupāda, Bharadvāja dāsa, tenía su propias ideas acerca de cómo debía predicar, hasta que Prabhupāda imprimió en él su propio deseo y definición de cómo predicar. Cuando recibió su mantra gāyatrī, Bharadvāja preguntó: —Prabhupāda, ¿puedo hacerle una pregunta?—. Prabhupāda asintió y Bharadvāja prosiguió: —Me gustaría ir a predicar—. Iba a decir algo más, pero Prabhupāda lo cortó.
—¿Qué sabes tú de predicar? —desafió Prabhupāda, y su discípulo se quedó sin habla.
—Predicar significa describir a Kṛṣṇa —dijo Prabhupāda—. Tú lo estás haciendo con tus pinturas—.
Prabhupāda se echó hacia delante por encima de la mesa y miró a los ojos de su discípulo. --
Trata de entender, por favor —dijo Prabhupāda—. Si tú no haces este importante servicio, ¿quién lo va a hacer? Sigue pintando.
Bharadvāja dejó el cuarto, meditando en lo que Prabhupāda había dicho. Pensó cómo había querido decirle a Prabhupāda: «Quiero ir a Rusia». Quizá si lo hubiese dicho habría sido diferente. Pero entonces retumbaron en su mente las propias palabras de Prabhupāda, y por último empezó a entenderlas. Se empezó a dar cuenta de que el mero hecho de conocer otra lengua no era una gran cualificación para predicar. En cambio pintando un cuadro con el nombre, la fama y los pasatiempos de Kṛṣṇa, podía predicar en todas partes muy directamente, en un lenguaje universal que no exige traducción. Cuanto más pensó en ello, más feliz se sintió de seguir la orden de Prabhupāda.
Al día siguiente, Prabhupāda se reunió de nuevo con los artistas de ISKCON y Bharadvāja estaba ansioso de demostrar a Prabhupāda que había entendido sus enseñanzas. Prabhupāda hablaba del significado desannyāsa, que dijo que era predicar sirviendo a Kṛṣṇa con cuerpo, mente y palabras. Servicio con la mente, dijo Prabhupāda, quiere decir la inteligencia. El trabajo especial de los artistas era servir a Kṛṣṇa con la inteligencia. Debían servirle con la inteligencia y no distraerse con variedad de cosas. Pensando que, por último, había entendido el punto claramente, Bharadvāja habló.
—Prabhupāda —dijo— el otro día usted dijo que predicar es describir a Kṛṣṇa.
—Sí —dijo Prabhupāda— hay que ofrecer las palabras a Kṛṣṇa valiéndose del habla.
Bharadvāja quedó confundido otra vez, y el deseo que antes tenía de predicar viajando y pronunciando palabras, no pintando, volvió a su mente. Pensó que había entendido a Prabhupāda, pero ahora Prabhupāda amplió su explicación. Bharadvāja se sorprendió.
—El artista también puede predicar —dijo Prabhupāda—. En el templo, a los devotos. Pero continuó insistiendo en que los artistas más que nada se sentasen y pintasen, ésa era su mejor prédica. Al ver la confusión de Bharadvāja, Prabhupāda se volvió a él.
—Dime Bharadvāja, ¿adónde querías ir?
Bharadvāja sintió que había caído en una trampa, pero no pudo resistirse. —A Rusia —dijo.
Prabhupāda echó la cabeza hacia atrás, lleno de sorpresa: —¡¿Rusia?! —exclamó, y se rió. Con esta nota, Śrīla Prabhupāda dio fin a su conversación con los artistas.
«Ahora me he portado como un tonto dos veces delante de Śrīla Prabhupāda», pensó Bharadvāja, y decidió no volver a exhibir nunca más su inestabilidad mental frente a Prabhupāda. «¿Cuándo aprenderé? —pensó—; Prabhupāda quiere que me dedique a pintar.»
Entrevista con Bharadvāja dāsa
41. Intercambios con sus devotos
Śrīla Prabhupāda dijo una vez que para poder amar a Kṛṣṇa primero hay que conocerlo. Como representante de Kṛṣṇa, Prabhupāda hizo que sus devotos se apegasen a él, y después, que se apegasen al servicio de Kṛṣṇa. Así se establece en los śāstras védicos, que la infinita Personalidad de Dios se revela a la diminuta alma espiritual por intermedio del maestro espiritual. Śrīla Prabhupāda atrajo devotos valiéndose de sus libros, clases y muchos otros métodos directos del bhakti-yoga. También desarrolló relaciones individuales con sus discípulos, a veces basadas en asuntos aparentemente ordinarios. Por supuesto, la relación principal que tenía con cada discípulo se basaba en su servicio regular, pero a veces tenía intercambios con ellos en base a cosas sin importancia. Si se encontraba a los padres de un devoto, a veces preguntaba al devoto por el bienestar de sus padre y madre, o aceptaba un mango diario como regalo, o una ramita para limpiarse los dientes, o tal vez llamaba a un devoto en particular para tener un oponente en debates fingidos. Śrīla Prabhupāda fue desarrollando una creciente amistad con su discípulo Candanācārya dāsa, basada en sus tratos mutuos con respecto a un reloj Omega.
Cuando Candanācārya estaba recibiendo la iniciación harināma de manos de Śrīla Prabhupāda en Boston, le regaló como guru-dakṣiṇā un reloj de oro Omega.
—¿No necesitas este reloj? —le preguntó Śrīla Prabhupāda.
—Bueno, como usted me ha dado algo muy querido para mí, ahora yo le doy a usted lo más querido que poseo.
A Candana el reloj se lo había regalado su padre, y él lo consideraba su más valiosa posesión. Prabhupāda quedó complacido con el regalo y explicó a Candana que dar regalos y aceptar regalos era uno de los seis tipos de intercambios amorosos en conciencia de Kṛṣṇa. El reloj pasó a ser el factor común de una serie de conversaciones que tuvieron lugar a lo largo de un año entre Śrīla Prabhupāda y su nuevo discípulo.
Como el reloj atrasaba un poco, Candanācārya le preguntó a Prabhupāda si primero podía ajustarlo y limpiarlo antes de entregárselo. Prabhupāda consintió, pero después se molestó cuando supo que Candana había dejado el reloj en una joyería sin pedir recibo.
Meses más tarde, cuando Śrīla Prabhupāda fue a Nueva Vṛndāvana, Candana, entre otros cientos, viajó también para ver a su maestro espiritual, y Śrīla Prabhupāda lo recibió afectuosamente. Prabhupāda llevaba el reloj Omega, y al ver a Candana, le dijo: —Este reloj es muy bueno. ¿Tú tienes reloj?—. Prabhupāda mandó a su sirviente que le diese su reloj viejo a Candanācārya. Prabhupāda dijo que le había cambiado la pulsera original por una elástica de metal, «porque es mucho más fácil de poner y quitar». A Candana le gustó recibir de Prabhupāda la pulsera original, que ahora tenía un dulce aroma a sándalo, al haberla llevado Prabhupāda en su muñeca. Puso la vieja pulsera en el reloj que Prabhupāda le regaló. Prabhupāda admiró su reloj Omega cuando se sentaron juntos en su pequeña habitación encima de la sala del templo de Nueva Vṛndāvana. —Lo único diferente en este reloj —dijo Prabhupāda— es que no me dice el día ni la fecha. Ese viejo reloj sí lo hacía.
—Prabhupāda —dijo Candanācārya—, yo le puedo dar un calendario pequeño que se adapta a la pulsera del reloj y se puede cambiar cada mes—. Prabhupāda dijo que sería bueno, y en los meses siguientes hubo más intercambios, pues Candana remitía a Prabhupāda los calendarios de pulsera, y Prabhupāda le escribía dándole gracias.
Meses después, volvieron a encontrarse otra vez en Nueva York, y hablaron más sobre relojes.
—¿Cómo está tu reloj? —preguntó Prabhupāda.
—Está bien, Śrīla Prabhupāda. ¿Y el suyo?
—Se retrasa —replicó Prabhupāda—. ¿Por qué engañan de esta manera? Un reloj tan caro, que piensas que estará en hora, pero que cada día atrasa un minuto o dos.
—Sí —dijo Candana, desabrochando la pulsera y enseñando el reloj que Prabhupāda le había dado— este mío adelanta casi cinco minutos al día.
—Bueno, al menos tiene una buena cualidad —afirmó Prabhupāda—: que adelanta.
Candanācārya y los demás devotos presentes se rieron con Prabhupāda de los engañosos defectos de los relojes. Kīrtanānanda Swami también estaba presente y le llevó a Prabhupāda un plato de prasāda. Prabhupāda lo probó, y luego distribuyó el resto entre todos.
—Śrīla Prabhupāda —dijo Kīrtanānanda Mahārāja—. Lo único que yo quería es hacer el sandeśa del modo que usted me dijo, pero nunca me sale como a usted. Y he hecho todo tal como usted me lo enseñó.
Prabhupāda volvió de lado su cabeza y dijo: —Habilidad.
Así, en tantas maneras diferentes como discípulos diferentes, Śrīla Prabhupāda tenía intercambios con ellos y los conducía a tener una atadura amorosa con Kṛṣṇa, incluso hablando de relojes o de cocina.
Entrevista con Candanācārya dāsa
42. El cometa es un mal presagio
En enero de 1974, cuando los devotos vieron el cometa Kohoutek y lo dijeron a Śrīla Prabhupāda, el calificó al cometa de mal presagio. —En nuestra infancia —dijo— vimos un cometa y se declaró la primera guerra mundial.
Los devotos testigos del cometa Kohoutek dijeron a Prabhupāda que había llenado el cielo cercano al avión en que iban con relámpagos de luz.
—Dicen que va muy rápido, y que emite una cola de gases de cinco millones de kilómetros de longitud.
—¿Y quién le da los gases? —preguntó Prabhupāda—, ¿los árabes?
Dijo que el cometa era como un policía que de súbito se presenta ante nosotros. Por su presencia, podemos entender que hay algún criminal presente y que el policía lo busca. Dijo que ocurrirían desastres.
Grabación en cinta (1º enero 1974)
En América, la Cruzada Antisectas no empezó a actuar hasta muy al final de los años de Śrīla Prabhupāda. Pero Prabhupāda dio buenos consejos acerca de cómo los devotos podían combatirla y cómo podían entender que Kṛṣṇa los estaba protegiendo.
Durante una visita de Śrīla Prabhupāda a la India, Rāmeśvara Swami le explicó a Śrīla Prabhupāda las actividades de estos grupos.
—Estamos consiguiendo mucha propaganda gratis en radio y televisión —dijo Rameśvara Swami—, y en cada ocasión la gente puede ver que somos muy inteligentes, religiosos y buenos, y los desprogramadores acaban pareciendo fanáticos e intolerantes. Así, la gente está obteniendo una buena imagen nuestra por la publicidad de la radio y la televisión.
—Sí —dijo Śrīla Prabhupāda—. Tal como a Sītā-devī la metieron en el fuego y salió sin haberse quemado. Sītā fue calumniada. Decían: «A esta mujer la raptó Rāvaṇa y Rāmacandra está tan dominado por Su mujer que la ha vuelto a aceptar y vive con ella». Entonces Rāmacandra la puso en el fuego y ella salió sin quemarse.
Grabación en cinta (1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
43. Los hindúes solo dan consejos
Prabhupāda hablaba con un amigo hindú invitado, y el tema se centró en la publicación de la revista Back to Godhead [De vuelta al Supremo] en varias lenguas. Prabhupāda decía que los hindúes podían leer muy bien una revista inglesa. Pero el invitado de Prabhupāda dijo que sería mucho mejor si se pudiera publicar en hindi, gujarati, marathi y bengalí.
—Eso no es posible —dijo Prabhupāda—. Eso lo tienen que hacer ustedes, los hindúes. Nosotros no tenemos tiempo. Pero ustedes estarán muy ocupados con los matrimonios de sus hijas y lo único que pueden hacer es dar consejos.
—¡¿Que yo me ocupo en eso?! —exclamó el hombre lleno de sorpresa.
—Sí, todos —dijo Prabhupāda—. Todos los hindúes están muy ocupados en sus propios asuntos. Puede que vengan y den un consejo, pero eso es todo. Consejos gratis. Nunca van a hacer nada personalmente.
El hombre protestó: —No, pero...
Pero Prabhupāda lo sabía muy bien. —No; eso es lo que ocurre —afirmó—. Toda la experiencia que he tenido con los hindúes es que vienen, dan algún consejo y se van para preparar la boda de su hija. No hay más.
—Bien —concedió el hombre intentando recuperar su terreno—, usted sabe que hay varias clases de hindúes.
—Sí —dijo Prabhupāda—, pues esta clase es el 99 por ciento. Todos ustedes dan consejos, pero nunca van a ponerlos en práctica. Eso es lo que ocurre.
Grabación en cinta (26 diciembre 1976)
En diferentes ocasiones, Prabhupāda explicó cómo el imperio británico había causado un gran daño a la cultura de la India. Una vez habló del Home Bill, que despachó todo el oro de la India hacia Londres. Incluso los musulmanes hacían sus gastos en el interior de la India, pero los británicos se robaron toda su riqueza. Después describió cómo los británicos enviaron trabajadores hindúes por todo el mundo.
—Primero hicieron sus conquistas con soldados hindúes —dijo Prabhupāda—. Después, cuando hubo que organizarlo todo, se valieron de culis hindúes, obreros hindúes. Y como tenían hombres y dinero de India, expandieron su imperio. Yo estoy haciendo lo mismo: dinero americano y hombres americanos.
Prabhupāda rió al pensarlo: —Verdaderamente soy un gran político.
—Home Bill —comparó un devoto.
—Sí —dijo Prabhupāda—. Pero yo no busco un beneficio particular. Yo lo hago para todo el mundo.
Grabación en cinta (15 enero 1977)
44. Śrīla Prabhupāda dijo: Sobre un programa de templo equilibrado
Sobre un programa de templo equilibrado
En una carta del 12 de junio de 1974 a Śrī Govinda dāsa, en Chicago, Śrīla Prabhupāda insistió en distribuir libros, y afirmó que había que reducir los demás programas. Después de que se distribuyó esta carta a los demás templos, varios devotos le escribieron preguntándole si era cierto que tenían que cortar todos los demás programas, como la adoración de las Deidades y otras clases de prédica externa. Las respuestas de Prabhupāda recalcaron la naturaleza absoluta de cualquier servicio consciente de Kṛṣṇa.
Lo que ocurre es que hay que tener sentido común para todo. Se puede dar el ejemplo de las mujeres, que por naturaleza no olvidan vestirse muy bien aunque estén siempre ocupadas en sus asuntos domésticos. Adorar a las Deidades o dar conferencias en colegios son cosas tan importantes como distribuir libros. De modo que hay que hacer esto muy bien, y al mismo tiempo, hay que distribuir libros. No hay que pensar en hacer una cosa a costa de la otra. Hace falta un poco de sentido común. De hecho, tenemos que ocuparnos veinticuatro horas al día en el servicio a Kṛṣṇa, y tenemos que hacerlo todo muy bien y con perfección.
Carta a Ädi-keśava dāsa (2 enero 1975)
En cuanto a tu pregunta sobre las disputas que se están dando, este tipo de conversaciones no son apropiadas para mis estudiantes avanzados. Es infantil. En el servicio a Kṛṣṇa, no hay inferior o superior. Adorar a la Deidad es tan importante como distribuir libros. No es material... Tienes que entender la importancia de cada aspecto del servicio devocional. No provoques malentendidos devaluando cualquier actividad espiritual... El que hace diferencias entre tipos de servicio en particular como inferiores o superiores, no conoce el valor del servicio devocional. El servicio es trascendental. Todo lo que sea adecuado se acepta como muy elevado. Sirva el ejemplo de Mahārāja Parīkṣit. Lo único que hizo fue escuchar a Śukadeva Goswāmī. Eso es śravaṇam... Cualquier devoto llevando a la práctica cualquiera de los nueve aspectos del servicio devocional es glorioso trascendentalmente. Puede que un devoto esté orgulloso de que su proceso de servicio devocional sea el mejor. Eso no le resta mérito. Se llama competición trascendental. Todos deben sentirse orgullosos del tipo concreto de servicio devocional que lleven a cabo. Pero esto no quiere decir que otros tipos de servicio sean inferiores. Todos deben sentirse orgullosos de ser sinceros sirvientes de Kṛṣṇa, pero el devoto puro nunca minimiza la importancia de otros devotos. Kṛṣṇa es el disfrutador de las variedades de servicio. No hay que estar engreído por hacer determinado servicio devocional en particular.
Carta a Satsvarūpa dāsa Goswami (19 enero 1975)
Sobre instrucciones de instituciones ajenas.
En cuanto a los libros de otras Maths que circulan por ahí, ¿quién los está distribuyendo?, ¿quién los envía? Esas Maths no venden nuestros libros, así que ¿por qué nosotros tenemos que vender los suyos? Quiero enterarme. Esos libros no deben circular por nuestra Asociación. Nada de eso. Tú me dices que si yo hubiera escrito solamente un libro, tú leerías solamente ese libro; enséñales a los demás a actuar así. Tu determinación es muy buena.
Carta a Śukadeva dāsa (14 noviembre 1973)
Comprendo que en el pasado visitaste a L. y que ahora planeas seguir visitándolo cuando vuelvas a la India. Yo no lo apruebo, y te pido que no vayas a verlo más. Él le guarda rencor a mi Guru Mahārāja, y aunque esto sea trascendental, para tu visión gradualmente se volverá mundano. Todo lo que hay que aprender de las enseñanzas de Śrīla Bhaktivinoda Ṭhākura se puede aprender en nuestros libros. No hay ninguna necesidad de buscar instrucciones de fuera.
Carta a Guru-kṛpā Swami (25 diciembre 1973)
45. Śrīla Prabhupāda dijo: Métodos de prédica
Métodos de prédica
Si nuestros hombres se entrenan, cada hombre puede encargarse de un lugar. Un hombre experto puede sentarse en el piso de una choza, hablar de Kṛṣṇa y organizar a la gente del lugar. Así es cómo empecé en Nueva York, en la Segunda Avenida 26. Si hay prédica verdadera las personas se verán atraídas; mientras el predicador no tenga intereses personales sino que simplemente cante y predique.
Carta a Tejās dāsa (18 abril 1974)
No hay que hablar de templo grande o pequeño cuando se trata de complacerme a mí. Lo que importa es la sinceridad del intento. Cómo no, cuando Kṛṣṇa ve la sinceridad de nuestros corazones, da lo que haga falta. Mi ejemplo es que vine a vuestro país con 40 rupias, y ahora tengo esta gran institución. Puedes estar seguro de que Kṛṣṇa te dará de acuerdo con tu capacidad. Pienso que, si continúas trabajando sinceramente, obtendrás todos los medios que necesites para cumplir tus propósitos.
Carta a Śama dāsa (12 septiembre 1974)
Brahmānanda Swami parece que pensó que tú necesitas más hombres ahí. Su telegrama dice: «Trivikrama solo, necesidad urgente de más hombres». Yo no entiendo qué quiere decir con «solo». ¿Qué es esto de solo? Un vaiṣṇava nunca está solo. Cuando vine por vez primera a los Estados Unidos, aparentemente estuve solo durante un año. Pero nunca me sentí solo. Siempre sentí la presencia de mi Guru Mahārāja. Yo mismo cocinaba, imprimía libros, los vendía, todo solo en apariencia. Pero no perdí mi determinación. Esto tienes que saberlo bien, que nunca estás solo. Hombres del lugar vienen cada día. Con buena asociación, buena prédica, buen prasāda, etc., se pueden hacer devotos.
Carta a Trivikrama Swami (17 diciembre 1974)
Sobre enviar hombres a Bangkok [Tailandia], comprueba si sobra alguien o si alguien tiene problemas con el visado. Pero, como tú sabes, nuestro modo de hacer no es importar devotos, sino hacer devotos entre los que allí viven. Eso es mejor.
Carta a Pañcadraviḍa Swami (19 abril 1975).
Śrīla Prabhupāda remarca un punto análogo en una carta a Hṛdayānanda dāsa Goswami (4 junio 1974):
Queremos establecer firmemente centros en Sudamérica. Estoy de acuerdo completamente en que los centros deben estar compuestos, tanto como sea posible, por personas nativas del país; esto hará nuestra posición aun más fuerte, tal como en EE.UU: ustedes, todos hombres y mujeres jóvenes, lo están dirigiendo todo.
El principio de que el maestro espiritual atribuya a determinados devotos un cierto campo de servicio para que allí trabajen, se llama prabhu-datta-deśa. Podría parecer que una misión en un país extranjero se desarrollaría más rápidamente si se importaran hombres de países como Estados Unidos, pero a la larga no se puede evitar que acabe por ocurrir que un país va a florecer seriamente sólo cuando los que han nacido allí acepten la conciencia de Kṛṣṇa y se hagan predicadores dirigentes de sus compatriotas. Prabhupāda, en la misma carta a Hṛdayānanda dāsa Goswami, escribe que «...nuestro progreso es lento pero seguro. Cuando vamos por la calle, primero ponemos un pie, y cuando vemos que está firme, damos el otro paso».
Cuando en todas las naciones los devotos locales acepten responsabilidades en conciencia de Kṛṣṇa y dirijan sus propios centros, entonces será verdad la frase de Śrīla Prabhupāda de que ISKCON es «las Naciones Unidas» a nivel espiritual. De esta manera se cumple la visión de Bhaktivinoda Ṭhākura, que predijo que los devotos de todas partes del mundo, que están desarrollando seriamente su prabhu-datta-deśa, se reunirán en el lugar de nacimiento de Śrī Caitanya en Māyāpura y cantarán juntos: «¡Jaya Śacīnandana! ¡Hare Kṛṣṇa, Hare Kṛṣṇa!».
Hay que entregarle una copia de nuestro libro Śrī Caitanya en Cinco Aspectos a Swami Chinmayananda como nuestra humilde presentación. Si alguien (o tú mismo) lo ve personalmente, denle las gracias por su carta recomendando nuestra admisión en los templos, y preséntenle este libro. Esto será muy bueno. En lo posible, todos los grandes sannyāsīs māyāvādīs deben recibir este libro como presentación.
Carta a Girirāja dāsa Brahmacārī (4 febrero 1975)
46. Tienes que seguir el método
Uno de los discípulos sannyāsīs de Prabhupāda poco a poco se había desviado, había dejado de seguir estrictamente los principios, se dejó crecer el cabello, y ya no usaba dhotī. A pesar de todos estos cambios, el devoto aún imaginaba que podía seguir siendo un líder espiritual. Pero cuando fue a visitar a Śrīla Prabhupāda a Melbourne, Australia, Prabhupāda le dijo que nunca lograría el éxito a no ser que siguiera las prácticas establecidas. Para ilustrar esto, Prabhupāda contó una historia.
El sirviente de un hombre muy rico se presentó ante su amo un día y le dijo que había visto en el río a unyogī muy interesante. El sirviente dijo que este yogī afirmaba que podía pasar metido en las frías aguas del río toda la noche en pleno invierno sin ningún calor exterior. El yogī quería apostar con alguien para probar que podía hacerlo. Cuando el hombre rico oyó esto, decidió apostar contra el yogī. Se hizo una apuesta para ver si el yogī podía quedarse en el agua toda la noche. El yogī se metió en el agua, y el hombre rico y su sirviente se fueron a casa. Al día siguiente les llegó la noticia de que el yogī había tenido éxito, pasando toda la noche en el agua. El rico se dirigió allí para ver al yogī, y lo cierto era que aún estaba dentro del agua. Por eso, según toda norma, el rico había perdido la apuesta. Pero un amigo del rico dijo:
—¡Espera! ¿Ves aquella luz?—. Señaló a una lucecita muy lejos, en la torre de un templo. El amigo continuó: —Usando su poder místico, este yogī se ha valido del calor de aquella luz para tener calor en el agua. No hay que pagarle, porque la apuesta era que se mantendría en el agua sin recibir ningún calor.
Apoyándose en este malabarismo de palabras, el rico dijo: —Sí, no te voy a pagar. Me has hecho trampa.
Entonces el rico y su sirviente regresaron a su casa. El rico le pidió a su sirviente que se pusiera a cocinarle rápidamente un buen desayuno pero, después de algún tiempo, el sirviente no tenía nada hecho todavía. El rico expresó su impaciencia, y el sirviente contestó: —Espere por favor, estoy cocinando—. El rico esperó, pero se fue haciendo más y más tarde y no se le llevó ningún alimento. Cuando preguntó al sirviente, éste contestó: 48. La muerte de Sargal Singh
En Washington D.C., los devotos enseñaron a Śrīla Prabhupāda nuevas fotos del planeta Marte recientemente tomadas por una nave espacial que, al parecer, había pasado cerca del planeta. El artículo periodístico describía cómo el paisaje marciano se parecía al del Gran Cañón de Arizona (EE.UU). Prabhupāda rió al oír esto, y contó una historia de Bengala.
Había un hombre que estaba durmiendo en su dormitorio por la noche, cuando de súbito oyó un ruido. Se irguió en la cama y gritó: —¡¿Quién anda ahí?!
—¡Oh! —susurró una voz—. ¡No estoy robando!
Prabhupāda dijo: —Eso es psicología. Nadie le preguntó si estaba robando, pero como eso era lo que estaba haciendo, se descubrió sin que nadie le preguntase. Igualmente, nadie les ha pedido a los científicos que comparen Marte con Arizona, pero lo han hecho porque eso es lo que están haciendo. Nunca han estado cerca de Marte con su nave espacial: están trabajando en Arizona.
Diario de Hari-śauri
Cuando un discípulo de Prabhupāda se fue sin autorización de Hong-Kong, su área de prédica, Śrīla Prabhupāda se disgustó. Encontrándose con él en otro país, lo regañó: —¿Por qué te has ido, sinvergüenza? —dijo Prabhupāda. Y contó entonces una historia, tal como la dio el poeta Kālīdāsa.
Un hombre estaba sentado en el extremo de una rama de un árbol aserrando la parte de la rama que había entre él y el tronco del árbol. Viendo el peligro, uno que por allí pasaba, gritó: —¡Si sigues cortando te vas a caer!
—Largo de aquí —dijo el hombre sobre la rama— no quiero tener nada que ver contigo. No te quiero ni oír.
El hombre continuó aserrando hasta que la rama se rompió y él cayó al suelo. Entonces fue corriendo tras el hombre que lo había prevenido. —Usted debe ser astrólogo: ¡puede predecir el futuro!
Prabhupāda dijo: —Esta es la definición de caradura. Alguien que está yendo pero no sabe adónde. Exactamente como tú —le dijo al discípulo—. Dejaste Hong-Kong pero no sabías qué ibas a hacer después.
Entrevista con Bhūrijana dāsa
Ilustrando la necedad de convertirse en un seguidor ciego, Prabhupāda contó una historia sobre la muerte de Sargal Singh.
Un comerciante quería mucho a Sargal Singh, y, cuando éste murió, el hombre se rapó la cabeza y se puso ropas negras. Cuando otro hombre fue a la tienda del mercader, le preguntó quién había muerto.
—Ha muerto Sargal Singh —dijo el comerciante. El visitante no quería parecer ignorante, de modo que no le preguntó quién era Sargal Singh, sino que también se rapó y vistió ropas negras. Otros en la población hicieron lo mismo, no queriendo parecer ignorantes. Cuando alguien preguntaba quién había muerto, la respuesta era: —Sargal Singh ha muerto.
Cuando un ministro del rey vio tantos ciudadanos de luto, se rapó y se puso ropa negra también. Pero cuando el rey lo vio, le preguntó: —¿Por quién estás de luto?
—Por Sargal Singh, Su Majestad —contestó el ministro.
El rey preguntó: —¿Y quién es Sargal Singh?
Cuando el ministro no pudo responder, el rey le dijo que se enterara. El ministro empezó entonces a preguntar y preguntar, hasta que por último dio con el mercader.
—¿Quién es Sargal Singh? —preguntó el ministro
El comerciante contestó: —Sargal Singh era mi burro, y yo lo quería mucho.
Satsvarūpa dāsa Goswami
—Estoy cocinando. Pronto estará listo—. Por último, el rico se enfadó y fue hasta la cocina. —¿Qué forma de cocinar es ésta? —preguntó. Y allí vio que el sirviente tenía un dispositivo muy extraño para cocinar. En el suelo había puesto un fuego muy pequeño, y un trípode de bambú muy alto sostenía la olla a la altura del techo. Obviamente, la llamita nunca llegaría a alcanzar el pote para calentarlo. —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó el rico.
—Bueno —dijo el sirviente— como usted dijo que el yogī se mantenía caliente dentro del agua con aquella luz, pues yo también cocino así—. El hombre pudo darse cuenta de que su sirviente no estaba satisfecho con el resultado final de su apuesta con el yogī. Entonces salió y pagó al yogī la apuesta.
Cuando Prabhupāda contó esta historia, los devotos quedaron esperando una moraleja o conclusión final. No parecía muy clara. Entonces, Prabhupāda la explicó: —Si quieres cocinar, tienes que cocinar de acuerdo al método. Puede que tengas una olla y una llama, pero si no cocinas según el método, nunca tendrás alimento. Nunca va a funcionar. Así, él puede estar cantando Hare Kṛṣṇa —y Prabhupāda miró ahora a su discípulosannyāsī caído—, pero si no sigues el proceso, ¿qué tiene de bueno tu canto? Si quieres obtener el resultado, tienes que seguir el método.
Entrevistas con Bhūrijana dāsa y Amogha dāsa
47. La protección para una mujer es el recato
Prabhupāda dijo que cuando su maestro espiritual Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī estaba abriendo un centro de conciencia de Kṛṣṇa en Birmania, acostumbraba a cocinar muy buenos purīs en ghī, pero todos los inquilinos del edificio salían tapándose la nariz con la ropa. Se quejaban: —¿Qué es lo que cocina? ¡Qué olor tan insoportable!—. Pero estos mismos habitantes tenían un preparado culinario favorito llamado nakil. En cada puerta ponían un pote muy grande tapado, y todo animal que moría en el pueblo: perros, gatos, ratas, lo que fuera, lo metían dentro del gran pote. Después de dos o tres años, los cuerpos se habrían descompuesto, dejando una sustancia líquida. Colaban el líquido, lo guardaban en una botella, y rociaban un poquito sobre los alimentos en las ocasiones festivas. Cada vez que abrían uno de aquellos potes, todo el vecindario se llenaba por días del hedor más insoportable. A pesar de todo, preferían esto al olor del ghī puro.
—Así pueden ver —dijo Prabhupāda— cómo trabaja la naturaleza material. Ella los toma de la oreja y los castiga. A ellos no se les permite comer alimentos buenos. La naturaleza ordena: «Come toda clase de porquerías, como un cerdo». Tales personas no pueden comer alimentos apetitosos como rasagullās y sandeśas. Prefieren excremento.
Entrevista con Govinda dāsī
Śrīla Prabhupāda dijo que la única protección para una mujer es el recato. En la era moderna las mujeres abandonan esta timidez, y eso tiene un efecto devastador en la sociedad. Śrīla Prabhupāda recordó una experiencia personal en la que una muchacha casta defendía su modestia contra las burlas de otra muchacha.
En 1945 Prabhupāda fue testigo de la siguiente escena mientras viajaba en tren: Una joven se había subido al tren y viajaba para visitar por vez primera la casa de su esposo. Llevaba el rostro cubierto con un velo, pues seguía la ceremonia que establece que tras la pubertad y tras el compromiso, la muchacha va a la casa de su marido llevando regalos de su madre y su padre. Pero una chica modernizada se burlaba de la muchacha de pueblo; se sentó cerca de ella y le tiraba del velo. La chica de ciudad hizo esto una vez, y después lo repitió. Pero cuando lo quiso hacer por tercera vez, la muchacha de pueblo le dio un bofetón en la cara. —Eso es, has hecho muy bien —dijo Śrīla Prabhupāda, que estaba sentado cerca en el mismo vagón del tren.
Años más tarde, contando esta historia, Prabhupāda la explicó: —La chica de ciudad pensaba: «¿Qué tontería es ésta?», y quería criticar. Pero cuando la otra muchacha le dio un buen bofetón, todo el tren se rió. El recato es la única protección para ellas. Pero ahora no queda modestia. Ésa es la belleza de la mujer, pero estamos rompiendo con ello; de este modo no hay belleza, no hay atractivo.
Clase grabada (29 febrero 1976)
49. Personal: Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
Śrīla Prabhupāda exigía lealtad
Śrīla Prabhupāda era leal. Siempre vistió el dhotī azafrán de sannyāsī, siempre llevó la cabeza afeitada, y siempre se comportó como un vaiṣṇava perfecto allí a donde fue. Era el hijo más leal de su Guru Mahārāja; por eso cumplió las instrucciones de Śrīla Bhaktisiddhānta Sarasvatī de venir a Occidente. Cuando Śrīla Prabhupāda llegó por primera vez a Nueva York, algunos svāmīs hindúes de allí le aconsejaron que abandonase su estricto vegetarianismo y sus prácticas de sannyāsī, pero Śrīla Prabhupāda era leal. Y en sus significados Bhaktivedanta, siempre es leal a la conclusión de los ācāryas anteriores.
Al menos cuando alguien se hacía discípulo suyo, Prabhupāda le pedía lealtad completa. El conocimiento de la conciencia de Kṛṣṇa es muy exclusivo; hay que entender que Kṛṣṇa en Goloka Vṛndāvana es la Verdad Absoluta. Lealtad a Śrīla Prabhupāda quiere decir no seguir otras versiones del Absoluto. Si a pesar de todo hay que leer otras versiones, se hace sólo para conocer su filosofía. Incluso la herencia vaiṣṇava se debe recibir por intermedio de él. Un discípulo dijo una vez a Prabhupāda que Bhaktivinoda Ṭhākura era su escritor favorito. Śrīla Prabhupāda corrigió a su discípulo y dijo: —Tu segundo escritor favorito.
Prabhupāda pidió lealtad también para nuestro propio beneficio, porque sus hermanos espirituales estaban en contra. No dieron mérito a lo que Śrīla Prabhupāda había hecho al venir a Occidente a predicar.
No ser leal a Prabhupāda quiere decir crear una erosión muy seria en el punto clave: dedicación al guru. Prabhupāda dijo una vez que si pierdes tu fe en el guru, es como una rotura en los mismos cimientos de tu conciencia de Kṛṣṇa.
Su exigencia de lealtad no era algo que tuviese por costumbre pedir; era amor entre él y sus discípulos, y era algo que se suponía. Refiriéndose a todos sus seguidores, él decía «nuestros hombres» o «los Hare Kṛṣṇa» [«the Hare Krishna people»], y aun así, aunque pedía su apego y afecto, lo hacía sin falso prestigio.
Śrīla Prabhupāda aceptó humildemente que él era la persona autorizada para continuar el movimiento de conciencia de Kṛṣṇa a nivel mundial. En los comentarios a sus libros expresa que no está bien que supuestosvaiṣṇavas no respeten a un vaiṣṇava apoderado que está expandiendo por todo el mundo la conciencia de Kṛṣṇa. Por eso, para los seguidores de Śrīla Prabhupāda, el verdadero avance espiritual de una persona se puede ver en la medida en que acepta a Śrīla Prabhupāda. Buenos modales ecuménicos, y participación sincera en diálogos con otras sectas religiosas es parte de la difusión de la conciencia de Kṛṣṇa, pero en última instancia, un seguidor de Śrīla Prabhupāda tiene que apreciar que Prabhupāda está por encima de todos. Y las razones de que él esté por encima de todos están dentro de las conclusiones del Bhagavad-gītā y el Śrīmad-Bhāgavatam. Śrīla Prabhupāda siempre dijo que no debemos menospreciar a otras religiones u otros maestros conscientes de Dios, sino reconocer y ser leales a la Verdad más elevada en Su manifestación más completa, la adoración de Rādhā-Kṛṣṇa, el precioso regalo de Śrīla Prabhupāda a sus seguidores. Y no podemos seguir a Rādhā-Kṛṣṇa sin seguir a Śrīla Prabhupāda.
El afecto y lealtad exclusivos a Śrīla Prabhupāda se expresan de diferentes maneras. Se expresan cuando un seguidor se mantiene en el lugar al que Śrīla Prabhupāda lo envió y en el servicio que Prabhupāda le dio. Por lealtad personal a Śrīla Prabhupāda, rehusamos romper los principios regulativos, porque un discípulo promete a Prabhupāda que siempre los seguirá.
Cuando un devoto se lamentaba de lo duro que era trabajar con otro devoto que le causaba problemas, Prabhupāda dijo: —Esa es tu austeridad—. De esta manera, la determinación en continuar trabajando con los hermanos espirituales es otra expresión de lealtad a Śrīla Prabhupāda.
Ser leal a la Asociación Internacional para la Conciencia de Kṛṣṇa es otra expresión. Lealtad a Śrīla Prabhupāda sin lealtad a ISKCON es imposible. La lealtad no es sólo teórica, se expresa en la práctica de acuerdo al grado de rendición de cada uno: haré lo necesario, como un hijo fiel.
La lealtad se expresa en cualidades vivas, personales. Por nuestro apego, no olvidamos a Śrīla Prabhupāda, y asumimos prácticas que nos ayudan a recordarlo. Lealtad también quiere decir que sentimos una gran repugnancia y culpa si, en cualquier contexto, nos descubrimos aceptando a algún otro como guru. Mientras duró la presencia de Śrīla Prabhupāda, cuando los maestros de su gurukula empezaron a seguir seriamente las enseñanzas de María Montessori, Kīrtanānanda Swami hizo notar: «Han tomado un nuevo guru». Esta fue la opinión más clara, y un signo de que los maestros del gurukula tenían que ajustar inmediatamente sus prioridades y decidir quién era su guru.
Cuanto más podamos retener los hábitos que hemos aprendido de él, la forma de comer, el modo de vestir, más podremos mantener su recuerdo y una lealtad real, siempre y cuando hagamos esto de un modo inteligente.
Un discípulo de Śrīla Prabhupāda es leal a su filosofía, incluso si se encuentra con oposición. Śrīla Prabhupāda dice que la vida viene de la vida, que los científicos no pueden crear vida. También dice que no han ido a la Luna, y que no pueden. Los semidioses y Dios mismo son personas reales. Hay que leer regularmente los libros de Śrīla Prabhupāda (esto, en sí mismo, es otro aspecto de la lealtad), sin modificar o cambiar sus conclusiones. Mantener lo que él nos ha dado, vivir en la asociación de devotos, cantar siempre elmahā-mantra, estas son respuestas leales. Y este mismo concepto de ser leal a Śrīla Prabhupāda es, en sí mismo, otro de los incomparables regalos de Prabhupāda. Nos dio abundancia de motivos e inspiración para ser leales.
Satsvarūpa dāsa Goswami
50. ¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!
«Una mañana caminábamos con Śrīla Prabhupāda por el Battery Park de Nueva York. En aquella mañana en particular, Śrīla Prabhupāda no hablaba. Sólo nos dijo:
—Canten Hare Kṛṣṇa—. Quiso que cantásemos japa, y él también cantó japa. Por un golpe de buena fortuna, mi japa aquel día empezó a salir bien. Así que estaba cantando mi japa con mucho entusiasmo, y Prabhupāda lo apreció. Con sus miradas me animaba. Era una cosa íntima, confidencial. Yo me sentía extático, y Prabhupāda me estaba mirando, reconociendo mi éxtasis. Como maestro espiritual mío, él me animaba, y yo también lo miraba con gran gratitud y reverencia al entender que todo mi éxtasis en realidad venía de sus pies de loto. Entonces, caminando por el parque, de pronto comprendí que estábamos en Vṛndāvana. Por misericordia de Prabhupāda, todo el parque se había transformado en el mundo espiritual. Sentí que estaba en Vṛndāvana, y a medida que caminaba y cantaba más entusiastamente, entendí que Prabhupāda, por su misericordia sin causa hacia mí, había manifestado el mundo espiritual dentro de aquel parque de Brooklyn. Mi éxtasis aumentó al darme cuenta de que Rādhā y Kṛṣṇa y Śrī Balarāma y los pastorcillos de vacas y todo estaba de algún modo en aquel parque. Cuando me estaba dando cuenta de esto, Prabhupāda me miró, y comprendí que me estaba dando su misericordia especial. De alguna manera tuve esa visión maravillosa, mirándolo con gratitud cuando él, aprobando mi canto entusiasta, me miró. Por supuesto, mi entendimiento fue completamente insignificante comparado al entendimiento de Prabhupāda, pero aún así yo era como su niño, y él me estaba animando en mi éxtasis.»
Entrevista con Hṛdayānanda dāsa Goswami
«—¡Prabhupāda está aquí! ¡Prabhupāda está aquí!—. Todos corrían fuera del templo y me uní a ellos. El automóvil acababa de entrar y la puerta se abrió y salió Prabhupāda. Tan pronto como lo vi por primera vez, allí mismo pensé «me quiero rendir» Vi a la persona que era todo lo que yo había estado buscando. Tenía un gusto perfecto, un porte perfecto, todo en él era perfecto. Yo siempre había estado buscando aquella perfección. Una vez pensé que la encontraría en el duque de Windsor. Cuando lo vi personalmente, vi que no la tenía. Pensé que la encontraría en John Kennedy. Fue asesinado. Resultó que no era tan perfecto. Pensé que encontraría la perfección en Martin Luther King. Estaba entrando en su movimiento, y entonces lo mataron. Pensé que la encontraría en Bobby Kennedy. Lo mataron. Todos aquellos que yo pensaba que tenían la respuesta morían asesinados. Era descorazonador. Siempre pensaba si esta estrella de cine o este actor o escritor o líder social, alguno de estos héroes, daría la talla. Pero ninguno lo hizo. Pero tan pronto como vi a Prabhupāda, tan pronto como salió del coche, el modo en que estaba vestido, el modo en que caminaba por la acera y entró al templo con un gesto especial en su mano, era completamente aristocrático. Y yo supe que él era la persona a la que yo podía rendirme.»
Entrevista con Bhāvānanda Goswami
«Estaba hablando con Śrīla Prabhupāda cuando otro devoto me trajo un vaso grande con infusión. Yo la acepté, pero Prabhupāda preguntó: —¿Por qué tomas una infusión?—. Usó un tono de suave reproche. Contesté que la tomaba porque el devoto me la había ofrecido. Prabhupāda dijo que hay que tomar infusión si uno está resfriado; de otro modo no se toma. Yo sostenía el vaso de infusión en la mano, y en vez de dejarlo, miré a Prabhupāda y le pregunté:
—¿Entonces? ¿No lo tomo?—. Yo estaba pensando que no era una cosa verdaderamente seria, y que a menos que Prabhupāda insistiese de verdad, yo podía tomarla de todos modos. Prabhupāda entendió mi talante, que yo no me estaba tomando el asunto muy en serio, así que prefirió ser indulgente y dijo que por esta vez podía tomar, pero no más. Yo no quería seguir sentado allí y beber despacio frente a Śrīla Prabhupāda, de modo que bebí el vaso entero muy rápido. Pero entonces empecé a sentirme culpable.
»Encima, mientras hablaba a Prabhupāda, mi rostro empezó a transpirar profusamente debido a la infusión caliente, y me sentí incómodo también por esto. Pero Prabhupāda parecía fluir junto con todo, y yo tuve la fuerte impresión de que él simplemente me estaba tolerando. Yo sabía que él nunca comprometía sus principios, y aun así sentí que era muy maravilloso que él quisiera experimentar nuevas cosas, diferentes cosas, en gente diferente, y que era una persona muy indulgente y flexible. Consideré que esto era parte de su grandeza, y creo que esto era principalmente porque yo sabía que él en realidad, interiormente, no estaba comprometiéndose de ninguna manera. Pero todos nos sentimos muy agradecidos y aliviados con el modo en que Prabhupāda se relacionaba con nosotros.»
Entrevista con Mukunda Goswami
«Mi impresión más fuerte era que toda la vida de Prabhupāda era prédica. Cada centímetro de su cuerpo y cada pizca de su pensamiento estaba dedicado a predicar conciencia de Kṛṣṇa. Antes de irse a la cama predicaba, y descansaba pensando en predicar. Tan pronto como despertaba por la mañana temprano, tenía alguna idea trascendental sobre la prédica. Su vida entera era predicar. Y por su ardiente deseo de difundir la conciencia de Kṛṣṇa, Prabhupāda manifestó una personalidad perfecta, porque un predicador tiene que ser muy cuidadoso.»
Entrevista con Yaśomatīnandana dāsa
«Yo no sé cómo pude cocinar para Prabhupāda bajo condiciones tan austeras. En Bhubaneswar, en diferentes lugares, me ponía a cocinar en una pequeña choza en el campo. Yo estaba cubierta de hollín, del humo de la leña, estaba llena de humo, y mis ojos estaban inyectados en sangre, lloraba constantemente, y no podía abrir la puerta porque toda clase de hindúes se metían a mirar. Si abría la puerta, se quedarían allí parados y me verían cocinar, y esto yo no podía hacerlo: era la ofrenda de Prabhupāda. Así que de vez en cuando, de improviso me ponía de pie, cuando ya no podía respirar ni con dificultad, y de repente me oías porque prácticamente arrancaba la puerta. La puerta volaba, abierta, y yo me ponía de pie allí y jadeaba, jadeaba. Intentaba tomar aire, justo lo bastante para ir adentro a cocinar de nuevo. Kṛṣṇa me dio el poder para hacer aquello en aquella época, porque yo no creo que nunca haría de nuevo una cosa semejante, y no sé cómo pude haberlo hecho alguna vez.
»Iba a cualquier lugar donde estuviese Prabhupāda, incluso si no había medios, y lo preparaba todo y cocinaba para él. Se trata de la asociación con Prabhupāda. Era algo que está completamente más allá de este mundo material. Yo no lo pensaba, yo quería esto todo el día. Seguía así, cocinando para él a todo lo largo de la mañana. Cuando era el momento de servirle, mi sārī blanco ya estaba negro. En mi rostro había hollín, tenía los ojos rojos, hinchados y abultados de tanto llorar. Pero cuando iba a la habitación de Prabhupāda con su plato, él ni siquiera movía una ceja. Era como si pensase que yo llevaba el mejor de lossārīs de seda o algo así. No importaba qué estuviese ocurriendo, Prabhupāda se mantendría en su posición trascendental, equilibrado.»
Entrevista con Pālikā-devī dāsī